El atentado de Reading pone en evidencia el complejo vínculo de Reino Unido con movimientos islamistas

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Efectivos de la Policía británica en el lugar del incidente en la localidad británica de Reading. Foto: AFP

El apuñalamiento múltiple en la localidad de Reading, en Inglaterra, en el que perdieron la vida al menos tres personas, ha puesto de manifiesto, tras la pandemia de la COVID-19, la resiliencia y la adaptación al nuevo orden mundial de las distintas organizaciones terroristas, con especial asentamiento en países europeos como Reino Unido o España, donde la Policía ha practicado varias detenciones de peligrosos terroristas en las últimas semanas, uno de ellos retornado de Siria. En Londres, crecen ciertas críticas a las Fuerzas de Seguridad por no estrechar al máximo la vigilancia de sospechosos como el autor del ataque en Reading que tenían fichado y dar el margen suficiente para que pudiera cometer los crímenes.

El arresto de un solicitante de asilo libio en relación con este triple asesinato ha puesto también de relieve la compleja relación de Reino Unido con determinados movimientos islamistas. Una investigación elaborada por el digital Middle East Online ha llegado a la conclusión de que los ataques terroristas de Reading y Manchester tenían un vínculo. Hace un año, Khairi Saadallah, un joven de origen libio, se preparaba para viajar a Siria para formar parte de las milicias controladas por los servicios de inteligencia turcos. Sin embargo, sus ambiciones se vieron frustradas después de que los servicios de seguridad británicos le impidieran viajar.

El 22 de mayo de 2017, se produjo una explosión en el Manchester Arena, al final de un concierto de la cantante estadounidense Ariana Grande. Este atentado—que causó la muerte de 22 personas y 116 heridos—fue un claro recordatorio de que las fuerzas de seguridad no podían bajar la guardia ante un fenómeno como el terrorismo global. El responsable del atentado de Manchester fue identificado como Salman Abedi, un joven nacido en esta misma ciudad en el seno de una familia de origen libio. Abedi había sido rescatado de Libia por la Marina británica tres años antes, según informó el diario Daily Mail, junto con otros ciudadanos británicos.

El padre de este joven, Ramadan Abedi,  era oficial de seguridad en la época del régimen de Muamar el Gadafi, antes de desertar a principios de los años noventa y de unirse al grupo de combate libio liderado por Abdel Hakim Belhaj. Ramadan, quien se unió posteriormente al Partido Umma, encabezado por Sami al-Saadi y obtuvo asilo político en Reino Unido en 1992, regresó a Trípoli en 2011 para asumir el cargo de director administrativo de las Fuerzas Centrales de Seguridad bajo la autoridad del Congreso Nacional General, de acuerdo con la investigación elaborada por Middle East Online.

En julio de 2019, el Gobierno del Acuerdo Nacional sucumbió a la presión británica, entregando a Londres al hermano de Salman, Hashem Abedi, quien estaba acusado de acabar con la vida de 22 personas en el atentado de Manchester. Sin embargo, la sentencia tuvo que ser pospuesta debido a las restricciones de viaje para hacer frente a la propagación del coronavirus.

El diario The Times ha informado este lunes de que cuando David Cameron decidió en 2011 apoyar a las fuerzas que derrocaron a Gadafi, se permitió a cientos de libios exiliados viajar a la nación norteafricana para luchar en la guerra civil en su país. Entre los que viajaron se encontraban miembros del Grupo Islámico Libio de Lucha (LIFG), una organización islamista. Una de las primeras personas en defender la bandera del LIFG fue Abu Anas al-Liby, a quien se concedió asilo político en la década de 1990 y quien posteriormente se convertiría en una de las personas más buscadas por el FBI. . Liby fue finalmente capturado por las fuerzas estadounidenses en Trípoli en 2013 y murió de cáncer en 2015 antes de su juicio en Nueva York.

Era 2004 cuando los servicios de inteligencia británicos avisaron a la CIA de la presencia de Tailandia del líder del Grupo Islámico Libio de Lucha.  Varios años después, en abril de 2019, el diario británico The Guardian anunciaba que el Gobierno había gastado más de once millones de libras esterlinas de fondos públicos resistiendo las demandas de una disculpa, compensación y enjuiciamiento por la entrega del disidente libio Abdel Hakim Belhaj y su esposa, Fátima Boudchar, por parte del MI6 en 2004.  Al final, tras ocho años de acciones legales que llegaron a la Corte Suprema, Theresa May ofreció una disculpa sin precedentes en el Parlamento a ambos acusados por “el maltato que sufrieron”. Belhaj y Boudchar fueron capturados en Tailandia por oficiales de la CIA en 2004 antes de ser llevados por avión a una de las prisiones de Muamar el Gadafi, donde Belhaj fue torturado y sentenciado a muerte.

En estos momentos, Belhaj, un político reconocido en Libia, ha participado en conversaciones internacionales para poner fin al conflicto que asola la nación norteafricana y asegurar un Gobierno estable en el país. Otra de las personas que supuestamente había regresado a Libia fue Ramadán Abedi, cuyos hijos están acusados de ser los responsables del atentado en el Manchester Arena. Mientras tanto, el Ejército Nacional Libio acusaba a Gran Bretaña, también en abril de 2019, de apoyar a determinadas milicias armadas, beneficiándose de su condición de miembro permanente de las Naciones Unidas.

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