Luis XIV: un pigmeo, una niña negra y una monja
El rey Luis XIV de Francia, conocido por ‘El Rey Sol’, pasó a la historia de su país como uno de los monarcas mejor valorados por el pueblo galo. Sus logros en materia económica, la expansión de Francia y sus avances en la política, determinaron a Luis XIV como uno de los reyes más recordados de la historia de Francia.
La vida del rey estuvo llena también de escarceos amorosos, de mujeres que ocuparon su corazón y de amantes que se paseaban por la corte un día tras otro. No es ningún secreto que al rey le gustaba en exceso la lujuria de alcoba y así lo atestiguan las fuentes de la época y su nutrida descendencia tanto en hijos reconocidos como bastardos.
Para muchos historiadores su gran amor fue su primera mujer, María Teresa de Austria, prima suya y con la que tuvo seis hijos, de los que solo sobrevivió uno, Luis, el Gran Delfín.
Una niña negra
María Teresa, hija de Felipe V de España, contrajo matrimonio con ‘El Rey Sol’ en el año 1660. Los primeros meses pudo contener entre sus brazos al monarca, pero no pasó mucho tiempo hasta que el rey volvió a dejarse llevar por su descontrolada lujuria carnal.
Cuatro años más tarde, el 16 de noviembre de 1664, María Teresa alumbró a su tercer hijo. Esta vez era una niña y, ante la sorpresa de todos, hasta de su propio marido, era una niña, y era negra. Nadie en palacio entendió cómo aquella niña era de color y se buscaron algunas respuestas disparatadas como que el color de la piel de la niña era debido a un exceso de la reina comiendo aceitunas negras.
Según las crónicas oficiales, la niña murió un mes después. De nombre María Ana de Francia, no aguantó las dificultades del parto que casi se lleva por delante también a la reina.
La otra historia
En contra de la historia oficial, otros historiadores apuntan varias teorías sobre la existencia de una niña negra en la corte de Luis XIV. La reina había recibido tiempo atrás un regalo de su marido, un esclavo negro, un pigmeo al que se le bautizó como Nabo.
Para muchos, esta niña fue fruto de una relación entre la reina y su esclavo que, curiosamente, murió de manera extraña semanas antes del parto.
La explicación también la encontramos cuando, desde años después, el rey había estado asignando dinero a una monja del convento de las Hermanas Benedictinas de Moret, e incluso, en el año 1695, toda la corte asistió a los votos de una monja negra a la que se le asignó una pensión de por vida.
Esta monja se llamaba, curiosamente, Luisa María Teresa, y para muchos fue la niña supuestamente muerta que nació en la corte en 1664, María Ana de Francia.