Luis de la Fuente ha dejado un legado para eternidad que va más allá de esta Eurocopa. Este riojano y su equipo, al que hay que darle todo el mérito del mundo, han conseguido rescatar a la selección española de un estilo que, como se ha demostrado en las últimas fases finales, no nos estaba llevando a ningún lado. El combinado nacional se había convertido en un equipo previsible que tocó fondo de la peor manera posible en Qatar, cuando cayó en los octavos de final de aquel Mundial frente a Marruecos. Un golpe demasiado duro que se llevó por delante a Luis Enrique.

Tras este Mundial, la Federación Española tomó la decisión de mirar a casa. Para qué buscar fuera lo que había dentro. Y por ello, apostaron por Luis de la Fuente. Un hombre de Las Rozas. Un seleccionador que siempre que ha disputado una fase final en categorías inferiores había alcanzado, como mínimo, las semifinales. Campeón de Europa Sub-19, Sub-21, oro en los Juegos del Mediterráneo y plata en los Juegos Olímpicos de Tokio. Una costumbre que ha tenido a bien mantener con la Selección absoluta. Dos de dos hasta el momento. En la Liga de Naciones, torneo que conquistó para acabar con una sequía que duraba más de una década, y en la Eurocopa, donde España busca el cuarto entorchado continental, ha repetido su costumbre.

De la Fuente dejó claro desde el primer día que no se iba a olvidar de dónde venimos, porque eso nunca se debe de hacer, pero que iba a mirar al futuro con otros ojos. Se iba a terminar ser presos de un estilo que no nos estaba llevando a nada para convertir a España en una selección versátil y camaleónica, capaz de acoplarse a cualquier forma de entender el fútbol, aunque siempre con dos objetivos claros: la pelota se toca con clase, que eso es marca España, y siempre se mira a la portería contraria.

Luis de la Fuente lleva 21 partidos como seleccionador y lo que ha logrado es admirable. Poco, o nada, queda de aquella primera convocatoria, donde el combinado nacional ganó con más acierto que buen juego a Noruega en La Rosaleda y perdió frente a Escocia en Glasgow. Hubo quien le quería echar tras ese tropiezo, menos mal que imperó el sentido común.

En la segunda convocatoria, la de la fase final de la Liga de Naciones, se recuperó el gen competitivo. Algo que España había perdido en la última década. Y, en los partidos siguientes, la selección española comenzó a encontrar su idea de fútbol. Un juego que ha enamorado absolutamente a todos, que ha desatado la ilusión en todo el país y la admiración en Europa entera.

Ahora, España es un equipo reconocible y temible. Con un estilo diferente al que nos hizo campeones en el pasado, pero tan bello y efectivo como aquél. La selección española se ha convertido en un equipo alegre, que toca bien la pelota, que es atrevida en ataque, pero que también sabe sufrir y defender cuando es necesario. La segunda mitad contra Francia en semifinales es el mejor ejemplo.

La mejor de las noticias es que España todavía tiene margen de mejora. Ni mucho menos ha tocado ya su techo. Pase lo que pase contra Inglaterra, De la Fuente se ha ganado poder seguir trabajando para continuar mejorando un equipo que tiene presente, pero sobre todo futuro.

El equipo de De la Fuente

Luis de la Fuente también se ha rodeado de un equipo de trabajo con el que todo casa. Pablo Amo es el segundo entrenador y el hombre que le hace dudar. Decía Carvajal que le recuerda a la relación que tienen Carlo y Davide Ancelotti en el Real Madrid. Se llevan muy bien y ambos se escuchan. Juan José González Argüelles, técnico auxiliar, también es capital.

El físico de España es cosa de Carlos Alberto Cruz Carbonero, Miguel Ángel España es el preparador de porteros, Pablo Peña un analista que sufre como el que más desde lo más alto, ya que ve los partidos desde la grada para descubrir lo que no se aprecia a pie de banda, y Javier López Vallejo es el psicólogo y el hombre que da equilibrio a todos.