Ultimátum de Puigdemont a Sánchez: «Que haga lo que dijo que haría, su periodo de gracia se acaba»

El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont ha convertido su regreso a Bélgica en un circo mal vestido de institucional y que ha contado con la entusiasta colaboración de su sucesor ‘marioneta’ Quim Torra, con quien ha compartido una rueda de prensa plagadas de ataques a España y con incontables alusiones a «presos políticos», «exiliados» y falta de libertades.

Puigdemont ha instado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a «hacer los deberes en verano» y en septiembre «tomar nota» de lo que significó su triunfo en la moción de censura: «Pido coherencia con lo que se dijo que se haría, su periodo de gracia se acaba». Esto no es otra cosa que una amenaza: si no hay cambios -cesiones-, el PDeCAT dejará de ser un sostén del Ejecutivo en el Congreso de los Diputados y la legislatura correrá peligro.

Torra ha asegurado desde un «estado libre europeo», como se ha referido a Bélgica, que el de hoy «es un día de derrota para el Estado español» y ha augurado que «vendrán más». Además, ha comparado las cargas policiales del 1 de octubre con el franquismo y ha llamado a la «internacionalización del conflicto» para poder vender su versión a la opinión pública de todo el planeta.

El retorn de @KRLS a Waterloo és l’empenta necessària per a projectar al món la República que farem efectiva. Avui és un bon dia per Catalunya! pic.twitter.com/yqiZbPQaci

— Quim Torra i Pla (@QuimTorraiPla) 28 de julio de 2018

Además de Torra, la portavoz del Govern, Elsa Artadi, y distintos diputados de JxCAT y dirigentes del PDeCAT han acudido a los actos de recibimiento del prófugo Puigdemont, procesado por rebelión, malversación y desobediencia. Se instala de nuevo en su residencia en Waterloo tras su prolongada estancia en Alemania, donde fue detenido en marzo, ingresado en prisión, más tarde puesto en libertad y en último término beneficiado por la justicia local, acontecimiento este último que le permite el regreso a su ‘base estratégica’ desde la que trata de marcar la agenda política a más de 1.000 kilómetros.