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La primera cuidadora de Noelia de Mingo en prisión: «La trajeron como si fuera Hannibal Lecter»

Noelia de Mingo
Noelia de Mingo.
Alfonso Egea
  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

«Me acuerdo como miraba con sus ojos como espirales la TV, cuando todavía estaba en brote, las noticias en bucle sobre su carnicería en el hospital». A todos nos dio un vuelco el corazón el pasado lunes día 20 cuando saltó la noticia: Noelia de Mingo, autora de la masacre en un hospital de Madrid en 2003 había apuñalado a dos mujeres en la localidad madrileña de El Molar y se había enfrentado a varios policías cuchillo en mano hasta que lograron detenerla. Pero si alguien se conmovió viendo el vídeo de la detención de Noelia fue la mujer que más tiempo pasó a su lado desde 2003 a 2006. Un de las personas que la atendió en prisión tras los brutales crímenes de la Fundación Jiménez Díaz cuenta por primera vez y para OKDIARIO sus recuerdos de la doctora de Mingo.

«La tuvimos bastante tiempo. Recuerdo perfectamente el día que la trajo la Guardia Civil. Parecía que estaban trasladando a Hannibal Lecter [el protagonista de El silencio de los corderos]. Ahí la dejaron, en enfermería. Yo la observaba y me sorprendía cómo la locura puede convertir en un monstruo a un ser tan pequeñito». El recuerdo de aquellos días está vívido en la memoria de esta mujer. En ese momento todavía no sabía que Noelia iba a estar cerca de ella durante varios años, hasta que fue juzgada y acabó siendo trasladada al centro penitenciario psiquiátrico de Fontcalent, en Alicante. Pese al tiempo que ha pasado y los hechos que devuelven su historia a la actualidad mantiene que «Noelia es una enferma a la que hay que atender como corresponde».

El 3 de abril del año 2003 algo que ya andaba mal en la cabeza de Noelia de Mingo se rompió para siempre. Ese día, lo aseguró más tarde en entrevistas psiquiátricas, las voces de su cabeza sonaron más fuerte que nunca y dejó de ver a compañeros y pacientes en el hospital donde estaba llevando a cabo una residencia de reumatología. Noelia llevaba cuatro meses sin tomar medicación para controlar la esquizofrenia paranoide que sufría y durante semanas masculló que la perseguían y que la amenazaban. Un brote psicótico hizo el resto y Noelia atacó a 8 personas con un cuchillo. Siempre se habla de que acabó con la vida de tres de ellas, pero, por ejemplo, poco se recuerda que a una compañera enfermera le cortó los tendones de la mano y aún hoy esta mujer se medica para combatir la ansiedad.

«Yo la observaba y me sorprendía cómo la locura puede convertir en un monstruo a un ser tan pequeñito»

Inyecciones antipsicóticas

Por la gravedad de los hechos, la llegada de Noelia a la cárcel vino acompañada de miedo y curiosidad. La trabajadora que la custodiaba vivió en primera persona la evolución de la doctora De Mingo. «La cárcel en la que estábamos se construyó pensando en una comunidad terapéutica y a las internas les gustaba estar aquí. Al principio Noelia estaba en Enfermería. Se quedaba sentada delante de una mesa con otras dos internas y allí la cuidábamos con la colaboración de presas de confianza. Aquí ha habido gente que ha estado muy mal y Noelia era de ese tipo. De las que necesitaba inyecciones antipsicóticas autorizadas por el juez».

En teoría ese tipo de medicación tan agresiva lo que consigue es estabilizar a los presos con enfermedades mentales durante un mes. De hecho, Noelia, en la actualidad, está sometida a ese tipo de tratamiento por mandato judicial siendo una de las condiciones que debía cumplir para mantenerse en libertad. A la vista de lo ocurrido en El Molar, ¿acaso esas inyecciones no funcionan? La propia trabajadora que custodió a de Mingo explica los efectos reales de esa medicación inyectable.

«En teoría son útiles y de hecho nada más recibir las inyecciones los internos suelen estar bien. Lo que pasa, y ellos nos lo cuentan, es que transcurridas las dos primeras semanas ya empiezan a decirte que escuchan voces y tal», lo que revela los síntomas previos de que el efecto de la medicación decae y eso hace más fácil la aparición de un brote psicótico. Eso es lo que creen los expertos que hubo detrás del ataque del lunes en El Molar.

Noelia de Mingo estaba en libertad porque los doctores que la atendieron aseguraron que la autora de la masacre de la Jiménez Díaz estaba estabilizada en su enfermedad y que además mostraba evidentes signos de mejoría. Si previo al ataque Noelia mostró algún síntoma en sentido contrario, su madre, una mujer de 81 años, la encargada de avisar a las autoridades, lo pasó por alto o simplemente no quiso verlo.

Y es que el peso de la familia de Noelia siempre se ha manifestado en la vida de la doctora De Mingo. Antes de los asesinatos del hospital su familia logró que se hiciera la vista gorda con su hija a quien otras personas llegaron a hacerles guardias con tal de no dejarla a ella a solas con los pacientes. Ya con Noelia presa, la presión familiar continuó y siguió funcionando. «La familia de Noelia luchó por todos los medios para que Noelia se quedará en Madrid y lo consiguieron durante toda la época de preventiva hasta el juicio».

Una de las personas que más la trató tras los crímenes y que ahora habla para este periódico asume que en el fondo lo que pasó en El Molar era cuestión de tiempo y recuerda que, hasta cuando estuvo bien, Noelia nunca estuvo bien del todo. «Al principio Noelia estaba muy mal. Se quedaba ahí mirando a la nada, pero llegó un momento en el que empezó a ir a cursos de manualidades, a ayudar también a otras presas en labores propias de la prisión. Pero siempre tenía ese punto de tensión raro. Cuando le hablabas a ella le costaba concentrarse y contestarte. Y es que no está bien. Es una chica muy inteligente, ha estudiado Medicina, habla perfectamente inglés… pero tiene ese punto que lo ves, ves que no está bien».

Un mensaje más que esta mujer no quiere que caiga en el olvido y que sirva de recordatorio sobre el déficit de trato que tienen las enfermedades mentales en nuestro país, fuera y sobre todo dentro de prisión: «Nosotros cuidamos de Noelia de Mingo al igual que de otra persona. Es una más que forma parte del ecosistema penitenciario y no se hacen diferencias. Se trata  a todos los internos por igual. El problema cuando ingresa un interna en pleno brote psicótico es el tiempo que pasa hasta que dan los servicios médicos con el tratamiento adecuado y se estabilizan. Entonces ya se empiezan a centrar y pueden hacer una vida normalizada dentro de prisión. Hay un par de semanas muy complicadas. En el caso de un brote psicótico del calado y de poder destructivo como el de Noelia ahora, es que no haya instalaciones adecuadas».

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