La Policía revisa las bajas laborales de los agentes heridos tras la sentencia del 1-O y reveladas por OKDIARIO
El director general de la Policía pide que se modifique el expediente de Ángel, el agente que acabó con el brazo inutilizado
Durante los disturbios provocados en Barcelona en octubre de 2019 por violentos independentistas en contra de la sentencia del Tribunal Supremo, varios policías resultaron heridos y al menos tres han visto sus vidas profesionales truncadas de manera precipitada por las graves lesiones sufridas. Dos de ellos fueron jubilados de manera anticipada y un tercero está a la espera de la resolución definitiva de su baja. En dos de los tres casos la propuesta fue que acabaran sus días de policías por bajas como consecuencia de una enfermedad común. Ahora, el director general del Cuerpo Nacional de Policía, Pedro Pardo Piqueras, ha pedido revisar el expediente de la baja de Ángel, el agente cuya despedida entre aplausos relató OKDIARIO.
Lo que Pardo Piqueras ha visto en la historia revelada por este periódico, la de Ángel, es lo que el sentido común le dicta a cualquiera que repase los graves acontecimientos ocurridos en Barcelona y lo que supuso para sus protagonistas vestidos de uniforme.
A Iván, policía de la Unidad de Intervención Policial con base en Galicia, se le jubiló por las graves secuelas que sufre a consecuencia de las agresiones a manos de los independentistas violentos que lo atacaron en las calles de Barcelona. De los más de 200 heridos entre las Fuerzas del Orden, aquellos días el caso de Iván fue el que más hizo temerse lo peor a los responsables policiales.
Iván recibió un impacto en la cabeza que le destrozó las vértebras y le hizo llegar al hospital entre convulsiones y sangrando por los oídos. Iván se metió literalmente en la boca del lobo y a él y a sus compañeros les cayó de todo y todo lo que les caía era potencialmente dañino. Tras recibir una orden de sus superiores en la formación todo se volvió negro y lo siguiente que recuerda es despertarse en el hospital.
Pese a llevar el casco de protección a Iván le fracturaron el cráneo. La lesión llevó a una insuficiencia respiratoria y de ahí lo tuvieron que entubar. Salvó la vida, le dieron el alta y dejó el Cuerpo por lesiones sufridas en “acto de servicio”. Por eso llama tanto la atención que la historia de Ángel, otro policía antidisturbios, también gallego como Iván y herido en Barcelona, acabara de una manera tan diferente.
Ángel se despedía hace solamente unos días de sus compañeros en la comisaría de La Coruña y lo hacía orgulloso por recibir los aplausos de los suyos, pero muy dolido con el documento que llevaba en sus manos: su jubilación del Cuerpo Nacional de Policía por “enfermedad común”.
Agravio comparativo
La jubilación por enfermedad común implica, para empezar, una reducción considerable en paga del agente, que si bien se complementaba por la mutua médica sigue suponiendo una reducción severa de emolumentos que ronda los 500 euros menos de paga. Pero al margen de lo económico es un asunto de agravio comparativo con otros compañeros, como Iván, a quien sí se le reconoció tener que abandonar la Policía por lesiones sufridas en acto de servicio.
Tras la publicación de la situación de Ángel este periódico ha podido saber a través de fuentes policiales, el director general de la Policía, Francisco Pardo ha ordenado que el expediente de Ángel se modifique y que quede retirado del servicio activo como consecuencia de sus heridas sufridas en acto de servicio. Las bajas de estos policías deberían haber sido así desde el inicio.
A Ángel le rompieron los huesos de un brazo tras recibir el impacto de un adoquín. Tras 18 meses de rehabilitación, siete clavos quirúrgicos y una placa metálica parecen motivos suficientes para no poder trabajar, pero olvidar cómo llegaron esos clavos ahí resultaba hasta ofensivo.
Este gesto de Pardo ha devuelto la esperanza al tercer policía que está a punto de dejar de serlo para siempre por los hechos acaecidos en Barcelona. A este lo tenemos que llamar Luis porque vive en Barcelona hace más de 15 años, y desde que ocurrieron los hechos su vida y la de su familia se han vuelto una auténtica pesadilla.
Luis ha perdido visión de un ojo por un fuerte impacto en la cabeza que lo dejó inconsciente en mitad de la batalla en la que se convirtieron las calles de Barcelona. Las secuelas son obvias, pero en su propuesta de jubilación le adelantan que será por “enfermedad común”. Ya serían dos bajas de policías por la misma incomprensible causa.
El caso de este agente antidisturbios es de todos menos común, porque a las secuelas físicas hay que sumarle las psicológicas. Cuando los violentos independentistas lo identificaron como el agente al que visitaron el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro del Interior, Fernando Grand-Marlaska, le hicieron la vida imposible a él, a su mujer y a sus hijas. Y ni eso le anuncian que le van a reconocer.