Manifestación 8M

Mitos y realidades del discurso de las feministas del 8M

El manifiesto del 8M que este viernes se leerá tras la manifestación tiene más que ver los dogmas de la izquierda que con la verdadera defensa de la mujer. El Instituto Juan de Mariana ha elaborado el informe "¿Es el feminismo dominante un movimiento liberador de la mujer?" donde se que cuestionan algunos de los mantras más comunes del movimiento feminista, que estos días hacen suyos los partidos de la izquierda.

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Mitos y realidades del discurso de las feministas del 8M

“El nuestro es un movimiento, transfronterizo y transcultural. Somos un movimiento internacional diverso que planta cara al orden patriarcal, racista, colonizador, capitalista y depredador del medio ambiente” dicen las promotoras de la manifestación feminista del 8M. Pero ¿qué hay de mito y qué hay de realidad en el discurso feminista?

El instituto Juan de Mariana ha elaborado el informe «¿Es el feminismo dominante un movimiento liberador de la mujer?» donde se que cuestionan algunos de los mantras más comunes del movimiento feminista, que estos días hacen suyos los partidos de la izquierda. OKDIARIO ha tenido la oportunidad de hablar con Irune Ariño, subdirectora del Instituto Juan de Mariana y coordinadora del informe, para desmontar una a una las ideas que más repiten nuestras políticas.

El Estado patriarcal

Mito: El discurso feminista responsabiliza una y otra vez al ‘Estado patriarcal’. “Hagamos políticas de Estado para sacar el machismo de nuestras vidas. Nos queremos vivas”, decía el 22 de febrero de 2018 Irene Montero, portavoz de Podemos. Una idea incluida en el manifiesto del 8M de este año donde achacan todos los “problemas de las mujeres” a la opresión masculina (el patriarcado). Esto no deja de ser un mito.

Realidad: el Estado no oprime a las mujeres en España.  Irune Ariño afirma que»la legislación no es un arma para hacer ingeniería social ni para marcar los principios morales que deben marcar la sociedad. En aquellos países económicamente y políticamente más libres, las mujeres están en mayor medida en posiciones de poder».

Los hombre son violentos por naturaleza

Mito: No se trata de una cuestión de sexo. Tanto los hombres como las mujeres pueden ser violentos. Recientemente, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, afirmaba ante los medios de comunicación que “la violencia está encardinada en lo que es el ADN de la masculinidad”.

Realidad: El informe sostiene que «los factores biopsicosociales y ambientales, además de los culturales, presentes tanto en hombres como mujeres, confirman que la violencia es inherente al ser humano y que cualquier persona, independientemente de su sexo, género, raza, orientación».

Brecha salarial

Mito: las mujeres cobran menos que los hombres por realizar el mismo trabajo por el simple hecho de ser mujeres.
Realidad: Existe una brecha salarial.
Sin embargo, esta brecha salarial no se produce por un problema de discriminación en el mercado laboral entre hombres y mujeres, como afirma la izquierda. Por motivos naturales, son las mujeres que, cuando deciden empezar una familia, experimentan una penalización. Un parón que provoca que, «en mayor medida las mujeres decidan optar por trabajos temporales o por abandonar en cierta medida su carrera profesional y eso penaliza que estén en más puestos de alto mando que los hombres» asegura la subdirectora del Instituto de Juan de Mariana.

La prostitución: Por necesidad

Mito: «Una institución como la prostitución no tiene cabida en nuestra sociedad porque es fruto de la desigualdad, del poder de una parte de la sociedad sobre otra, de la población privilegio», defendía María del Río, diputada de Podemos.

Realidad: Siempre que sea una decisión libre y no existan mafias o coacciones detrás, decir que la prostitución existe por la desigualdad entre hombres y mujeres es falso. El informe del Instituto Juan de Mariana incide en que «la motivación económica que puede inducir a las mujeres a ofrecer sus servicios sexuales no es un argumento válido para prohibir esta actividad. Las decisiones que toman las personas adultas de forma libre y voluntaria (sin coacción) deben ser respetadas aunque estas nos parezcan inmorales o degradantes».

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