Mariano Rajoy pronuncia el discurso de investidura más corto de la democracia: 48 minutos
No sólo preparó una reforma legal para que si había unas terceras elecciones en un año los españoles nos ahorráramos una semana de campaña electoral, Mariano Rajoy también ha saldado el discurso de investidura en poco más de tres cuartos de hora. Este tipo de alocuciones no suelen bajar de la hora larga, pero Mariano Rajoy se ha limitado a ofrecer una larga propuesta de grandes pactos y a remitir «a sus señorías» al «diario de sesiones» de la fallida sesión de investidura del pasado agosto, donde están «todas las palabras» que corresponden a su programa de Gobierno.
Concretamente, el primero de los presidentes de la democracia española, Adolfo Suárez, inauguró la I Legislatura el 30 de marzo de 1979 con una alocución desde el atril del Congreso de los Diputados de 1h 17min en el que llamó a la sociedad española a «remontar los problemas» que sufría España, azotada por un «adverso contexto internacional [que] condiciona estrechamente el marco real de posibilidades para superar la crisis».
Dos años más tarde, Leopoldo Calvo Sotelo pidió la confianza de la Cámara el 18 de febrero de 1981 tras la dimisión de Suárez admitiendo el «incómodo papel» que el Gobierno haría «suyo», que era afrontar la «realidad por amarga y dura» que ésta fuera, apelando a «los ciudadanos y a los grupos sociales» para poner a España en marcha. Fue en plena votación, cinco días después, cuando el teniente coronel Tejero asaltó el Congreso y convirtió la investidura del sucesor de Suárez en la más larga de la historia.
El 30 de noviembre de 1982, eran 202 los diputados socialistas que aplaudían un larguísimo discurso con el que Felipe González se convertía en el protagonista final de la Transición, dando el poder a la izquierda en España por primera vez desde la II República, cincuenta años atrás. «El pueblo ha votado el cambio y nuestra obligación es realizarlo», se tituló a sí mismo en el atril. Tenía por delante una tremenda crisis económica y una losa infinita de parados a los que prometió 800.000 nuevos empleos… que nunca pudo cumplir.
Una hora y media duró el discurso de investidura de Felipe González el 22 de julio 1986. En esos más de 90 minutos, el presidente del Gobierno quiso continuar la senda del «cambio» prometido cuatro años atrás insistiendo en varias ideas fuerza: se proponía «acabar con el terrorismo y potenciar la concertación social». Y es que España se le movía al líder socialista y los sindicatos empezaban a abandonarle, lo que terminarían de hacer un par de años después, estrenando su primer a huelga general.
Rebajó el socialista González un buen rato su discurso el 4 de diciembre de 1989. Esta vez no dedicó más de una hora a desgranar su propuesta de programa de Gobierno y centró más su alocución en comprometerse a pasar una cuestión de confianza cuando se repitieran las elecciones en Murcia y Pontevedra. Porque hoy parezca imposible imaginarlo, errores garrafales en el censo electoral obligaron a volver a llamar a las urnas en ambas circunscripciones. Sólo 332 diputados escucharon a Felipe González proponer grandes pactos para los fastos de 1992 en la primera legislatura en la que no contaba con mayoría absoluta numérica –si bien lo era por la ausencia de los electos por los proetarras de Herri Batasuna, que no recogieron su acta–.
El 8 de julio de 1993 fue Felipe González el que se dirigió a la Cámara y no José María Aznar, como vaticinaban las encuestas. Y fue el socialista el que dijo que había «entendido el mensaje» de las urnas y en, otra vez, más de 70 minutos se ganó el apoyo de los nacionalistas de Convergència i Unió y del Partido Nacionalista Vasco prometiendo el «desarrollo pleno de los Estatutos de Autonomía» y concesiones referentes a la «corresponsabilidad fiscal»… es decir, la cesión de un 15% del IRPF a las Comunidades Autónomas.
No fue hasta el 3 de mayo de 1996, un par de meses después de que se celebraran las elecciones, que José María Aznar vio cumplido su sueño de ser presidente del Gobierno y, sobre todo, de volver a llevar a un partido de centro derecha al poder en España. Fueron 80 minutos en los que Aznar se desmarcó con una alocución moderada, en la que se centró –él, su partido y sus palabras– en el estado autonómico. Ni un solo reproche a su archirrival Felipe González, quien le contestó del mismo modo en su réplica, por mucha inquina que se tuvieran. Jordi Pujol y Xabier Arzalluz habían triunfado tres años después con el presidente de enfrente y al líder del Partido Popular le sacarían compromisos nuevos: el fin de la mili y la eliminación de la figura de los gobernadores civiles… además de más dinero del IRPF, claro.
Cuatro años después, por primera vez en los casi 25 años de democracia en España, un presidente agotó la legislatura. Aznar compareció, galardonado con una mayoría absoluta granjeada a base de éxitos en su proceder en el Gobierno, ante el Congreso de los Diputados el 25 de abril del año 2000. Fue una hora en la que Aznar se desmarcó de sus socios de la anterior legislatura. A CiU le negó una «mejora del autogobierno» y al PNV le acusó de «traición» por su implicación en el «pacto de Lizarra», que habían firmado los aprtidos nacionalistas del País Vasco para impulsar una negociación con ETA.
En 2004, sólo tres días después del mayor atentado de la historia de la democracia, aquel 11M en el que murieron 192 personas en Madrid, un novel José Luis Rodríguez Zapatero se alzaba con la victoria en las elecciones generales. El 15 de abril, sólo un mes y un día después, el líder socialista que se convertiría inesperado presidente tras una hora y cuatro minutos de discurso en el que prometió «una reforma limitada y concreta» de la Constitución y abogó por «reformas en los Estatutos de Autonomía». El líder del PSOE tenía «un ansia infinita por mejorar la vida de los humildes», dijo.
Zapatero se ganó la reválida de su estancia en la Moncloa, y el 8 de abril de 2008 volvió a comparecer ante el Congreso con más diputados, y una hoja de servicios llena de leyes sociales: la norma contra el maltrato de género, la del matrimonio homosexual, la de la dependencia… Dedicó 1h y 20min a prometer «más derechos sociales» y «ningún recorte» a pesar de que la crisis económica mundial ya mostraba sus primeros grandes síntomas en España. Dos años después, el 12 de mayo de 2010, tuvo que desdecirse por completo.
Mariano Rajoy ganó las elecciones el 20 de noviembre de 2011. Su promesa era crear más empleo, ajustar las cuentas sin subir los impuestos y salvar a España del rescate con el que nos amenazaba la Comisión Europea. Con una prima de riesgo desbocada y las cajas de ahorro hundiéndose por la mala gestión de algunos políticos que las habían utilizado para su provecho partidista, el líder del PP dedicó 1 hora y 19 minutos a prometer que sacaría a España de la crisis… pocos días antes de encontrarse con un déficit público oculto de más de tres puntos y con la necesidad de subir el IVA y el IRPF.
El 1 de marzo de 2016, Pedro Sánchez trató de ser investido presidente apelando a «sacar al PP de la Moncloa» y borrar «el daño hecho por los cuatro años de Gobierno de Mariano Rajoy». Fue un discurso largo, de 96 minutos, lleno de llamadas a Podemos para que apoyara su pacto con Ciudadanos… que no llevó a ningún lado.