Joaquín Leguina: «Si el sistema de las autonomías sigue por el camino que va, estallará todo»
Joaquín Leguina -mítico socialista, hombre de Estado, licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao, máster en Demografía por el Instituto de Demografía de la Universidad de París, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencias Humanas y Demografía por la Sorbona de París, que fue el primer presidente de la Comunidad de Madrid de 1983 a 1995- lanza un aviso que resuena como un trueno sobre el horizonte político español: «Pedro Sánchez es un peligro público». Así lo dice, con el convencimiento que sólo tiene quien ha visto cómo el poder, mal gestionado, puede ser combustible para desastres aún mayores. Pero Leguina no detalla esos peores escenarios que imagina. «No quiero dar ideas», apunta, y la frase flota en el aire.
«Es imprescindible que Pedro Sánchez se vaya». No hay ambigüedad en las palabras de Leguina: para él, Sánchez debe irse. No mañana ni en las próximas elecciones, sino cuanto antes. A poder ser, ahora.
Leguina no es un político de proclamas fáciles; es un hombre de instituciones, y como tal, insiste en algo que parece tan básico como olvidado en el juego político actual: las normas, tanto morales como políticas, deben mantenerse y, más importante aún, exigirse. Porque sin ellas, advierte, todo el sistema se tambalea. Y cuando un sistema se tambalea, no tarda en derrumbarse.
Aquí no hay lugar para la indulgencia. Las reglas no son accesorios opcionales, son los cimientos de la democracia. Leguina lo recuerda con la lucidez de quien ha vivido décadas en un partido que construyó gran parte de la política moderna en España.
Si algo parece preocupar especialmente a Joaquín Leguina, es el Estado del sistema autonómico español. «Si el sistema de las comunidades autónomas sigue por el camino que va, va a estallar todo», afirma con la seguridad de quien ha analizado el panorama no sólo desde la crítica, sino también desde la experiencia.
Este sistema, diseñado en la Transición como un experimento de equilibrio entre unidad y diversidad, se ha convertido, según Leguina, en un espacio donde las tensiones no se resuelven, sino que se acumulan peligrosamente. El resultado: un polvorín institucional que, si no se gestiona con inteligencia y firmeza, podría explotar con consecuencias impredecibles.