Mayor Oreja: «Desde el primer momento supe que estábamos ante un asesinato a cámara lenta»

Jaime Mayor Oreja
Jaime Mayor Oreja
Agustín de Grado
  • Agustín de Grado
  • Madrid
  • Subdirector y responsable del Área Política en OKDIARIO. Antes jefe de área en ABC, subdirector en La Razón y director de Informativos en Telemadrid.

Jaime Mayor Oreja (San Sebastián, 1951) era ministro de Interior cuando ETA decidió secuestrar y asesinar a Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en Ermua. Hoy vive alejado de la política en activo. Recibe a OKDIARIO en su despacho de la Fundación Valores y Sociedad, desde la que impulsa movimientos ciudadanos para una regeneración social, cultural y política.

PREGUNTA.- Imagino aquella tarde de julio de 1997 al ministro de Interior aun disfrutando de la satisfacción por el éxito de la liberación de Ortega Lara. Y, sin embargo, recibe una llamada…

RESPUESTA.- Había terminado un encuentro con medios de comunicación. Estaba entrando en mi despacho porque tenía una reunión con el anterior ministro de Interior, Juan Alberto Belloch. Me notifican de inmediato que ha habido una llamada a mi secretaría, con un grito amenazante: “¿Vais a pagar lo queda pasado con Ortega Lara. Gora ETA Askatuta!”. Casi simultáneamente recibo una llamada de Carlos Iturgáiz, presidente del PP en el País Vasco, donde me dice que hay un extraño retraso en la llegada de un concejal de Ermua. Yo continúo con Belloch, pero a los 15 minutos una llamada al diario proetarra lo confirma.

P.- Y desde el primer minuto toma conciencia de lo que significa…

R.- El secuestro de Ortega Lara era más que un secuestro: era un chantaje al Estado. El supuesto secuestro de Miguel Ángel Blanco no era un secuestro: era un asesinato a cámara lenta. La liberación de Ortega Lara había significado la gloria, la felicidad, casi la euforia… Habíamos conseguido, no resolver un secuestro, sino liberar de un secuestro a toda una Nación… Y pasábamos a la crueldad que acabó con la vida de Miguel Ángel Blanco.

«Recibí una llamada a mi secretaría con un grito amenazante: ‘¿Vais a pagar lo queda pasado con Ortega Lara. Gora ETA Askatuta!’”

P.- ¿Cuándo llama al presidente Aznar?

R.- Cuando tengo una cierta confirmación de que se está produciendo el peor de los escenarios, llamo al presidente y le digo: “Presidente, convoca una reunión en Moncloa”. Reunión a la que se incorporan los responsables de la Seguridad del Estado. A lo largo de la tarde conocimos las condiciones que puso ETA. Confirmada la noticia, había que explicar a los españoles cuál era la posición del Gobierno.

P.- Porque ustedes la tienen clara desde el minuto uno.

R.- Desde el primer momento tuve la impresión de que era un asesinato a cámara lenta fruto de la rabia, del odio, del rencor, de la crueldad de la venganza de ETA. Era una clara respuesta a un gran éxito que había protagonizado el Estado de Derecho. Y particularmente, la Guardia Civil.
Cuando ya tenemos la confirmación, el presidente me pide que me dirija a los españoles. Y yo recuerdo aquél viaje, entre Moncloa y el Ministerio de Interior, preparando uno de los discursos más difíciles de mi vida. Porque no hay que olvidar que en aquél momento Miguel Ángel Blanco estaba con vida. Había que demostrar firmeza por parte del Gobierno, pero al mismo tiempo, tampoco había que exagerar el tono. Solo faltaba que nos acusaran de excedernos en el tono de rabia y de reacción contra los asesinos, y que eso se pudiera utilizar como pretexto para justificar el asesinato. Tuve que hacer un esfuerzo para modular la firmeza del Gobierno, diciendo que no íbamos a cambiar de actitud, sin entrar en lo que algunos podrían que era una provocación si hubiese habido mucho calificativo y mucho epíteto en un discurso de estas características.

«Recuerdo aquél viaje, entre Moncloa y el Ministerio de Interior, preparando uno de los discursos más difíciles de mi carrera. Porque no hay que olvidar que en aquél momento Miguel Ángel Blanco estaba con vida»

P.- ¿Tuvieron las Fuerzas de Seguridad aquellas horas algún resquicio de esperanza para encontrar el paradero de Miguel Ángel Blanco antes de ser ejecutado?

R.- Yo no lo tuve. Recordaba que en enero de 1997 la Guardia Civil me comunicó por primera vez que había una pista sólida para la liberación de Ortega Lara y su liberación se produce el 1 de julio. Transcurren seis meses. ¿Quién podía imaginar que en 24 horas pudiésemos localizar, sin pista alguna, a Miguel Ángel Blanco? Hubiese sido un milagro. Hubiese sido encontrar una aguja en un pajar. Se adoptaron los mayores despliegues posibles, pero no se podían pedir peras al olmo.

P.- ¿Se desplazó al País Vasco?

R.- Me quedé en el Ministerio. Me desplacé a San Sebastián cuando me confirman que el joven que había aparecido con unos disparos era Miguel Ángel Blanco. Yo le visito todavía vivo. Estaba entubado, con la cabeza completamente vendada. Sin esperanza clínicas, pero todavía respiraba.

P.- ¿Fue el momento más dramático de su paso por el Gobierno?

R.- Yo tuve 50 atentados. Todos eran dramáticos. Pero qué duda cabe que éste, por las circunstancias, también por la reacción social que había producido, por cómo pasamos de la felicidad y el éxito a lo que significaba la crueldad y la venganza de una banda terrorista, todo ese contraste hizo que esos días serán los que recuerde de mi etapa en el Ministerio con más intensidad.

P.- Veinte años después del asesinato de Miguel Ángel Blanco hemos visto como su pistolero, Txapote, salió de la cárcel con un permiso para visitar a su padre enfermo ¿Qué sintió al verlo?

R.- No he seguido con detenimiento el proceso. Yo seguí con tristeza el de otro símbolo de ETA, Bolinaga. Bolinaga no era cualquier etarra. Fue el cerebro esencial, el símbolo de la crueldad que hubiese significado la muerte de Ortega Lara. En este caso, Txapote es parecido. Es la expresión de la venganza. Bolinaga fue la expresión de un chantaje al Estado y Txpote es la expresión de la venganza por cómo mata a Ordóñez, a Múgica y a Miguel Ángel Blanco.

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