Okupación ilegal

Una familia hace guardia 24 horas al día ante un edificio de su propiedad para ahuyentar okupas

Hace 10 días alguien forzó la entrada, reventó la caja fuerte que hay en la conserjería y se llevó 16 llaves de los apartamentos.

familia okupas
Toda una familia vigila un edificio de su propiedad en Las Palmas para evitar que lo okupen.
Alfonso Egea
  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

Manuel Domínguez mata las horas sentado en la acera que hay justo en el número 28 de la calle Cuba en pleno centro de Las Palmas de Gran Canaria. De ahí no se puede mover si quiere detectar a todos los okupas que tratan de entrar. Él, otros familiares, e incluso conocidos se turnan para sentarse en sillas de plástico durante el día o tumbarse en un colchón dentro del hall del edificio por las noches. Esta pesadilla comenzó hace 10 días y de no ser por la rápida reacción de este joven abogado su tía abuela y el resto de su familia habrían perdido el edificio del que son propietarios a manos de un grupo especializado en okupación de viviendas. Se trata de una edificación de cuatro alturas con un total de 24 apartamentos. Los propietarios aprovecharon la pandemia para llevar a cabo reformas en la fachada así que ahora mismo luce bastante nuevo. Todo iba bien hasta el pasado lunes día 1 de febrero por la noche.

«Entraron en el edificio forzando la puerta de entrada y fueron directamente a la conserjería. Allí hay una caja fuerte con las llaves de los pisos por si hace falta entrar en alguno de ellos. Reventaron la caja y se llevaron 16 llaves», explica Manuel a OKDIARIO. Los dueños del edificio comprendieron pronto que estaban ante algo más que un robo. Entre esa misma noche y el martes por la mañana se sucedieron las primeras okupaciones de apartamentos. Los autores del robo pusieron un anuncio en Internet que bien podría ser el de una agencia inmobiliaria: además de describir los pisos pedían 400 euros a cambio de una de las llaves que se había robado. La demanda fue tan rápida que en cuestión de horas 8 de las 16 llaves estaban ‘vendidas’, la mitad de lo robado. Los okupas se habían embolsado ya más de 3.000 euros. A este ritmo era cuestión de horas que 16 de las 24 viviendas del edificio fueran okupadas, tantas como llaves robadas. «Nuestra primera reacción fue llamar a la policía», explica Manuel. Pero pronto comprendió que con la legislación actual poco o nada iban a poder hacer los agentes. Los okupas ya habían previsto esa posibilidad, así que cuando los agentes llegaron se encontraron casa okupadas con menores viviendo dentro. Nada que hacer.

Pero esta familia pensaba vender muy cara la propiedad que tanto trabajo le había costado conseguir. «Fuimos hablando uno a uno con las personas que estaban ya en algunos de los pisos. Incluso se presentaron en el edificio personas mayores dueñas de algunos de los pisos que lloraban viendo sus casas en manos de otros. Algunos de los okupas entraron en razón, nos devolvieron la llave y se marcharon», explica Manuel a las puertas del edificio que vigila día y noche.

Sin puerta ni hay patada

Pero aún quedaban 8 llaves por vender y casas a las que, aun sin llave, podrían entrar usando la patada. Así que lo primero que se le ocurrió a esta familia fue quitar las puertas de las casas que aún no estaban okupadas y guardarlas todas en el mismo piso. Si no hay puerta no hay patada, pisos a salvo.

Quedaba todavía el problema de interceptar a los posibles compradores de las llaves que quedaban ‘a la venta’. Uno a uno, tanto Manuel como otros familiares y amigos han ido estos días interpelando a todas y cada una de las personas que han llegado hasta el edificio. La historia se repetía con todos: «Me han alquilado una casa y vengo a recoger la llave». Estaba claro: los que reventaron la entrada del edificio y robaron las llaves fueron los primeros en okupar un piso donde citaban a los compradores de las llaves para entregarlas en mano en el propio piso okupado. Delirante y efectivo a partes iguales.

Pasados los días Manuel ha podido ver a los okupas de los pisos que siguen usurpados y para colmo no le han resultado desconocidos. Según él se trata  de personas del barrio, todas de origen magrebí y no precisamente en situación de vulnerabilidad. «Son jóvenes a los que he visto por el barrio bien vestidos, en sus coches o con patinetes eléctricos. Están haciendo esto para ganar dinero», explica Manuel, y no anda desencaminado porque el primer síntoma de intentar resolver esta situación por parte de los okupas ha pasado por pedir 1.000 euros a cambio de abandonar las casas.

La situación puede acabar resolviéndose por estrangulamiento de la ‘clientela’ de los okupas por parte de la familia propietaria. Se está corriendo el rumor de que no es buena idea pagar por una llave que no te van a dejar usar. Por cierto, 10 días después de la primera okupación, ni representantes del Ayuntamiento, ni siquiera sus servicios sociales para supervisar cómo se encuentran los menores que hay en el edificio, han hecho acto de presencia en el lugar. Mientras tanto,una familia entera seguirá velando en persona por su propiedad.

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