FAES: «PP y PSOE se hunden por su pérdida de identidad a marchas forzadas»
La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) ha atribuido en un editorial la pérdida de votos del PP y PSOE a que han abandonado sus señas de identidad y roto los vínculos con sus electores para adentrarse «a marchas forzadas» en una senda de una «supuesta modernidad impostada».
Ambos partidos, según FAES, «se han despeñado juntos, abrazados el uno al otro en una larga caída» y no han sabido reaccionar de forma adecuada a los continuos avisos de las urnas.
«Ni el PSOE ni el PP han perdido los votos que han perdido por ‘ser’ el PSOE y el PP, sino, más bien, por dejar de serlo sin dar explicación alguna de ello», apunta la fundación, para la que ambos han dejado a la «intemperie» a una parte muy significativa de su electorado, lo que han sabido aprovechar los partidos emergentes.
Asegura que no han sido ni la «juventud», ni la «frescura», ni la «novedad» lo que ha permitido a las nuevas formaciones hacerse rápidamente un hueco en los parlamentos, sino la recuperación «sin ambages» de algunas de las señas de identidad que los dos grandes partidos han abandonado.
Según argumenta, fue un lenguaje «clásico» de izquierda lo que impulsó a Podemos frente a la «neolengua zapaterista», aunque puntualiza que «el contagio con el lenguaje nacionalista lo ha hundido en Cataluña».
Respecto a Ciudadanos, dice que, con un lenguaje y una «agenda de clásicos» del centroderecha, ha conectado «masivamente» con un electorado que no se dio por aludido ante la propuesta de «una zigzagueante agenda ‘chic’ que hoy ha pasado a un prudente segundo plano».
Y es que, para FAES, la enseñanza más notable de las novedades políticas españolas de los últimos años es que «el éxito se obtiene donde siempre se obtenía, y que las cosas, en lo fundamental, no han cambiado tanto».
Ni con ellos ni sin ellos
No obstante, advierte de que sólo con los dos grandes no hay salida para España, pero tampoco la habrá sin ellos, sea cual sea su evolución inmediata.
Por eso, y «dada la evidencia de la fractura de los espacios electorales», cree que «el momento reclama con urgencia actitudes y propuestas capaces de operar con carácter contracíclico».
En este sentido, concluye que la mejor agenda para un tiempo de cambio no es alimentar procesos de radicalización, de atomización, de «desintermediación» o de sustitución de los elementos propios de la cultura política española en los que los electores se reconocen.