EN LA AUDIENCIA NACIONAL

El etarra Aguirrebarrena reconoce su participación en el asesinato del periodista López de Lacalle

El etarra Aguirrebarrena reconoce su participación en el asesinato del periodista López de Lacalle
Audiencia Nacional

El integrante de ETA Aitor Aguirrebarrena, alias Peio, ha reconocido este lunes ante la jueza de la Audiencia Nacional que investiga el asesinato del periodista José Luis López de Lacalle, perpetrado el 7 de mayo del año 2000 en Andoain (Guipúzcoa), su participación en los hechos.

Fuentes jurídicas han señalado que, en su declaración ante la titular del Juzgado Central de Instrucción Número 3, Aguirrebarrena ha admitido su integración en el comando Totto y su participación en otra de las causas que se seguía contra él en la Audiencia Nacional: unos explosivos localizados en un centro de menores en Zumárraga.

La magistrada acordó llamar a sede judicial a Aguirrebarrena para recibir declaración indagatoria después de que la Corte de Apelación de París autorizase el pasado 22 de marzo su entrega.

Cabe recordar que la magistrada libró en enero del pasado año una orden europea de detención y entrega para que las autoridades judiciales francesas autorizasen su entrega por los citados hechos. Tardón se vio obligada a adoptar esa decisión después de que el etarra se acogiese al principio de especialidad.

La magistrada ya dictó auto de procesamiento contra Peio y contra el también miembro de ETA Asier Arzalluz, pero los fiscales franceses no lo consideraron suficiente, reclamando una medida más coercitiva. Eso llevó a la jueza española a acordar la prisión provisional de ambos, un movimiento meramente instrumental a fin de conseguir el visto bueno de la Justicia francesa.

Reapertura de las pesquisas

La acusación contra Arzalluz Goñi y Aguirrebarrena se amplió a raíz de una serie de hallazgos documentales e indagaciones posteriores que llevaron a concluir a Policía y Guardia Civil que eran lo otros miembros del Comando Totto, el que atentó contra López de Lacalle, que faltaban por identificar.

Los uniformados analizaron la documentación encontrada en 2002 en una casa ubicada en Castres (Francia) donde había un almacén de material logístico de ETA. En concreto, conforme detallan los autos, se localizaron manuscritos en euskera, las llamadas «kantadas», que «ponen de manifiesto la posible existencia de indicios racionales de criminalidad» contra ambos.

Por este crimen ya fueron condenados José Ignacio Guridi Lasa, como autor material, y Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, como quien organizó y ordenó el asesinato del periodista del diario El Mundo, que falleció al recibir varios disparos en plena calle cuando volvía a su casa tras comprar la prensa en un quiosco cercano.

José Luis López de Lacalle fue fundador de CCOO y miembro del PCE durante el franquismo. Pasó cinco años en la cárcel de Carabanchel y ya en democracia se involucró como periodista en denunciar el totalitarismo nacionalista en el País Vasco, y tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, participó en la creación de la asociación cívica Foro de Ermua.

Txapote, máximo responsable

De acuerdo con el relato judicial, Txapote, como «máximo responsable del aparato militar de la organización terrorista», captó a Guridi Lasa en 1999 encargándole que formara un «‘comando legal armado». A su vez, este último contactó con ‘Santi’ y Peio y constituyeron el ‘Comando Totto. «Recibieron diversos cursillos en Francia sobre manejo de armas y explosivos» y su primera misión fue matar a López de Lacalle por orden directa de García Gaztelu.

Los autos señalan que Guridi Lasa, Santi y Peio le vigilaron durante una semana a fin de establecer un patrón de entradas y salidas que ese 7 de mayo de no se cumplió. Cuando esperaban que se fuera de casa vieron que volvía. Entonces, el primero se acercó para comprobar que era López de Lacalle y le disparó cuatro tiros mientras los otros dos vigilaban. Después huyeron los tres juntos en un coche.

Tras el asesinato, el hoy socio de Sánchez, Arnaldo Otegi, justificó el crimen aludiendo a que era la manera que tenía ETA de «poner encima de la mesa» y mostrar su descontento con la forma de hacer periodismo de algunos profesionales críticos con el nacionalismo.

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