Así liberó la Policía a un empresario español secuestrado por su propia mujer en Perú

Policía Judicial
Secuestro de un español en Perú

La Policía Judicial ha liberado en Perú, hace pocos días, a un empresario español de 73 años, secuestrado por su nueva mujer peruana -con la que se llevaba casi treinta años de diferencia- y que se lo había llevado a vivir a su país. La odisea de la familia de Luis G. para rescatarle y traerle a España en plena pandemia podría formar parte del guión de una película ganadora de un Oscar. Es también la historia de su tesón por conseguirlo.

Luis era un empresario afincado en Madrid, casado y con una hija. Vivía a las afueras de la capital, en un barrio de clase alta. Jugador de golf y coleccionista de coches, su vida transcurría con la normalidad rutinaria de una ciudad como Madrid hasta que una joven peruana se cruzó en su camino. Lita Isabel Alvarado, natural de Lima, lo engatusó. Era 2013. Luis iba camino de los 66 años; Lita, casi treinta años más joven.

El cambio de Luis fue radical. Decidió poner fin a 44 años de matrimonio. No fue una mera separación. Luis decidió, coaccionado por su nueva mujer, romper completamente con su pasado y no saber nada más ni de su mujer (que responde a las iniciales C.S.) ni de su hija (que responde a las iniciales R.G). Con todo, ellas intentaron mantener vivo un hilo de contacto con él, pero la influencia de su nueva pareja peruana era cada vez mayor. Lita aislaba a Luis cada vez más de su entorno vital interponiendo contra su hija y su ex mujer innumerables denuncias para intentar separarles que conllevaron a procesos judiciales de los que siempre salieron absueltas.

La ex mujer, tras meses de tratamientos psicológicos, optó por seguir su vida, pero la hija de Luis siguió luchando por recuperarle. Durante años, R.G. no supo nada de su padre. Ella no cejó en buscarle y cuándo le encontró estaba absolutamente desmejorado física y psicológicamente. Su padre parecía otra persona. Como si le hubieran caído de golpe 20 años encima. R.G. supo que su padre se había casado con ella. Y fue consciente, entonces, de que la historia de Lita con su padre no era la historia de amor que ella había creído y respetado hasta entonces. R.G. tuvo claro que la peruana Lita iba a por la herencia de su padre. «Sólo me importaba que él estuviera bien», contó R.G.

Durante seis años R.G vivió temiendo que Lita se lo llevara a Perú, como pretendía. «Si se lo llevan le van a matar», aseguraba. Supo por algunos médicos que su padre padecía principio de Alzheimer. Intentó por todos los medios que no viajara a Perú, pero no lo consiguió. En 2019, Lita se lo llevó a Lima con la hija menor de ella. Para R.G la vida se convirtió en una pesadilla. Estaba convencida de que un día le llamarían comunicándole que su padre había sido asesinado.

Secuestro del empresario español 

El sexto sentido de R.G. no falló. El pasado 26 de septiembre, visitó su antigua casa y en el buzón encontró una carta con fecha de 23 de septiembre. La habían enviado tan sólo tres días antes. Con los nervios a flor de piel y el corazón acelerado abrió el sobre pronosticando la noticia que se le avecinaba.

En el escrito una mujer peruana le daba la noticia: «Tú padre está secuestrado en Perú». De golpe y porrazo vio cómo se le caía el mundo al suelo. «Lo sabía», esa fue su reacción. Entre llantos, cogió el papel y se sentó en el suelo. No sabía qué hacer. Al final el peor pronóstico, lamentablemente se había cumplido.

Ficha de la secuestradora
Ficha de la secuestradora

Llamó al número de teléfono que aparecía en el dorso de la carta. Una amable señora de nacionalidad peruana que residía en España le contó que Lita, la nueva mujer de su padre, le tenía encerrado en una habitación de menos de 15 metros cuadrados, sin ni siquiera poder salir al baño a hacer sus necesidades. No le daba de comer, estaba en una situación de desnutrición crítica y le estaba medicando con el objetivo de que, poco a poco, fuera agonizando hasta morir. Intentó incluso conseguir mercurio para envenenarle y terminar con su vida lo antes posible.

La señora le pidió que se pusiera urgentemente en contacto con un ciudadano peruano que había socorrido a su padre. Los vecinos se fueron dando cuenta de que algo extraño ocurría y que lo de Luis G. , ese empresario español llegado con su nueva esposa, era una muerte en vida. En alguna ocasión, a escondidas, estas personas consiguieron darle a Luis algo de fruta y comida sin que Lita se enterara.

Maltrato 

Estas personas, que R.G y su padre ahora califican de «héroes», llevaban meses escuchando golpes en la habitación. Los golpes coincidían con la llegada a la casa del hijo mayor de Lita, que le propinaba palizas sin cesar al empresario español. «Te vas a morir, viejo», le gritaba. Y entre tanto un llanto se oía de fondo. Le estaban matando poco a poco de una manera cruel. En algunas ocasiones le ponían frente al espejo: «Mírate ¿acaso te creías que alguien te iba a querer? Quería gastarme tu dinero y lo estoy haciendo», le decía la secuestradora.

El ciudadano peruano consiguió sacar a Luis de allí y contactar con su hija en Madrid. Hasta ese momento, nadie conocía el maltrato físico y psicológico al que estaba siendo sometido el empresario español. La joven R.G. contactó con su padre. Necesitaba hablar con él y saber que estaba vivo y que no se trataba de una de esas estafas de falsos secuestros que se producen a través de llamadas telefónicas desde Latinoamérica o África. Efectivamente su padre estaba vivo y le suplicó que fueran a por él. Luis confesó a su hija que, a diario, pensaba en ella.

Rescate 

R.G. acudió a la Unidad de la Policía Judicial de los Juzgados de Plaza de Castilla dirigido por el inspector jefe Pedro Agudo. La labor realizada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado fue impecable. R.G recibió un trato directo y cercano por parte de uno de los agentes que le llamaba diariamente desde su teléfono personal. «No te preocupes vamos a sacar a tu padre de allí», le prometieron. Y así hicieron.

La entrada en acción de la policía española fue una angustiosa cuenta atrás. Sólo quedaban tres días para que Lita volviera de viaje y descubriera que Luis había sido liberado por uno de sus vecinos. El vecino tenía miedo a sufrir represalias. Conocía los modos violentos de Lita y su hijo. La angustia fue a más para R.G al comprobar que los vuelos desde Perú estaban cancelados al declararse allí el estado de alarma por el Covid.

Un amigo de R.G. que reside en Perú se hizo cargo de Luis y la Policía Judicial, en coordinación con la Policía Nacional adscrita a la embajada española en Lima, se ocuparon de que el español llegase sano y salvo al aeropuerto. Le acompañaron hasta el interior del avión para asegurarse de que no sufría ningún contratiempo. Doce horas después, a primeros ya de este mes, Luis aterrizó de vuelta en Madrid, en el aeropuerto de Barajas Adolfo Suárez. El final feliz de una larga historia gracias al tesón de una hija que no renunció a su padre y a la profesionalidad de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

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