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«Fundamos Todarus porque queremos solucionar el gran impacto negativo del plástico en el planeta»

Con papel reciclado, lino, cáscara de café y otros materiales orgánicos venden cepillos de dientes, pajitas y bolsas

Los consumidores pueden elegir plantar un árbol u optar por la recogida de 1 kilo de plástico.

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Sara Cobos, cofundadora de Todarus (Foto: Todarus)

Hace unos años, Sara Cobos viajó a Borneo y fue testigo del impacto humano en el medio ambiente y de cómo los bosques y las selvas están siendo destruidos. Para aportar su granito de arena fundó, junto con su socio Fernando Cervigón, Todarus, una empresa dedicada a vender productos biodegradables y reutilizables, con el fin de solucionar el impacto negativo de los plásticos y residuos en el mar y en el planeta.

Con papel reciclado, lino, cáscara de café y otros materiales orgánicos, han ampliado su gama de productos a tres: cepillos de dientes, pajitas biodegradables y botellas reutilizables. «Nos hemos centrados en aquellos objetos que más contaminan los mares y que son de un uso cotidiano. La intención detrás de esa decisión es precisamente tratar de reducir la cantidad de estos desechos que acaban en los océanos y también ser capaces de ofrecer una alternativa viable a la gente», explica Cobos.

No sólo buscan frenar la llegada masiva de plásticos, sino que también participan de la limpieza de los mares. En Todarus comercializan productos que dan una segunda vida al plástico que «ya se encuentra contaminando los mares, el cual recogemos, procesamos y volvemos a darle un uso», asegura. «Fundamos la compañía porque queremos solucionar el gran impacto negativo del plástico en el planeta por encima de todo».

Plantar un árbol o recoger 1 kg de plástico

Su misión para hacer de este mundo un mundo mejor no termina aquí. La creación de Todarus encuentra su razón de ser en el nacimiento de su ONG,  Trees 4 Humanity, con la cual han llevado a cabo proyectos de reforestación y preservación de especies que ahora, se financian con las ventas de estos productos. El consumidor puede elegir plantar un árbol u optar por la recogida de 1 kilo de plástico.

«Es un proyecto con un impacto de 360º: por un lado, ofrecemos productos que ya de por sí contribuyen a acabar con el problema, y asimismo, con los beneficios financiamos la retirada de plásticos del mar y ayudando a la regeneración de ecosistemas plantando árboles», cuenta.

Después de nuestra experiencia en el mundo del emprendimiento y las startups, acabamos un poco disgustados con el sistema actual donde se busca la financiación y la entrada de inversores por encima de todo. Esto hace entrar al negocio en un bucle el cual necesita de un crecimiento exponencial para que los inversores recuperen su dinero. Esta vez, queremos crear un negocio sostenible, que crezca por sí solo y que sea el propio mercado el que decida si nuestra idea tiene sentido. Es por este motivo que nos decantamos por una opción de micro financiación donde son los propios clientes los que ayudan a financiar el proyecto haciendo la reserva de sus productos. Dar pequeños pasos pero firmes.

Desembarco en los bares

Para poner en marcha el motor de esta startup, se decantaron por la opción de la micro financiación donde son los clientes los que contribuyen a la evolución del proyecto con la reserva de los productos a través de su página web. Ahora, un año más tarde, restaurantes veganos y vegetarianos se han interesado por sus productos, como las pajitas. «Cada vez son más los establecimientos que consideran una opción biodegradable».

Su objetivo es ampliar el catálogo e incluir bolsas y cubertería biodegradables en un futuro próximo para seguir siendo parte de la solución. Esta es, precisamente, la parte que más le gusta de su trabajo. «La impotencia que genera ser consciente de que se tiran más de 200 toneladas de basura por segundo a los océanos o que la Tierra pierde 13 millones de hectáreas de bosque al año hay que combatirla con la realidad de que cada granito de arena cuenta y que cuanto antes empecemos mejor».

Ser mujer, cuenta, no ha sido un obstáculo para cumplir sus sueños. «Estamos en un momento de cambio en el que las mujeres estamos pisando fuerte por destacar en este “mundo de hombres” haciendo que cada día sea un mundo mas para todos».

Su sueño sigue siendo luchar por un mundo más justo no sólo para las personas, sino también para los animales y la naturaleza. Dentro de veinte años, lo único que querría es mirar atrás para sentirse orgullosa de haber dejado huella en este planeta. «No veo necesario esperar a haber talado el último árbol, pescado el último pez de los océanos o contaminado el último río para darnos cuenta de que el dinero no se puede comer».

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