China busca en Hungría y Serbia saltarse todos los vetos de Bruselas a su tecnología

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Jose de la Morena
  • Jose de la Morena
  • Jose de la Morena, periodista especializado en economía desde hace más de 15 años, desarrolla su labor en el campo de la comunicación desde el prisma de las tendencias, los números y resultados de las distintas compañías. Una tarea que le ha llevado a conocer a fondo el mundo empresarial. Ha trabajado también en comunicación corporativa y como asesor para distintas marcas internacionales e institucionales.

Xi Jinping llega a Europa a un mes de las elecciones al Parlamento Europeo, en lo que supone su primera visita desde China en cinco años, y lo hace en un momento crítico para Bruselas. Las tensiones con EEUU, la disensión en torno a las ayudas a Ucrania y la falta de una política exterior común y fuerte suponen para el ejecutivo chino una oportunidad de rehacer los maltrechos lazos comerciales. La visita pasa por Francia, pero también por Hungría y Serbia, donde Xi Jinping considera que puede garantizarse una puerta de entrada a su tecnología a pesar del veto que trata de imponer Bruselas.

Desde el 5 hasta el 10 de mayo, el presidente chino se encontrará con Emmanuel Macrón en París, y hará dos paradas más antes de volver. Con Aleksandar Vucic en Belgrado y con Víktor Orbán en Budapest. Ninguna de las paradas es casualidad. Xi Jinping busca primero lograr una nueva alianza con el hombre fuerte de la negociaciones en Europa. Macron se está encargando de hilar, junto a Giorgia Meloni, los mimbres de una nueva Comisión y un nuevo Consejo Europeo en Bruselas: la italiana decide y Macron negocia. China lo sabe, igual que sabe que está cambiando la composición parlamentaria, y empieza su primer tour europeo en Francia tratando de limar asperezas. Desea recuperar la posición perdida con Italia y Alemania, donde se habla de derisking (o reducción de riesgos respecto de la economía China), pero se traduce en trabas para Pekín. Dicho de forma simple: reducen su dependencia a costa de hacer daño económico a China, pero les cuesta asumir la respuesta que les dé Pekín. De ahí el eufemismo; derisking. Francia, además, ha planteado sanciones contra determinadas empresas de vehículos procedentes de China, y el gigante asiático ha contraatacado cargando contra los licores franceses.

La idea de China es explicarle a Macron su posición de aperturismo económico, y su intención de cambiar los estándares de negociación con Europa para convertirse de nuevo en su socio predilecto. Todo esto, claro está, a costa de la relación que mantiene Bruselas con Washington. EEUU viene implementando una serie de medidas (la última la prórroga de aranceles al acero), y China quiere ofrecer una salida que no tenga coste para Europa. El problema es que las empresas europeas ya han hecho su labor de lobby en Europa y se están poniendo en marcha todos los resortes necesarios para proteger a la industria europea (con excepciones, como la apertura de Chery en España para regocijo de Sánchez), y China deberá de elevar sus estándares para no mermar la competitividad de las empresas europeas. Xi Jinping quiere negociar eso en Francia.

Y después de esa parada en París, donde también se hablará de «la estabilidad en el mundo y el desarrollo de la paz», en referencia a la capacidad de China de convencer a Rusia de aceptar algún tipo de paz en Ucrania, Xi Jinping viajará a Serbia y Hungría. Es su forma de pasar del teatro a las musas, de las palabras y los grandes eventos de Francia al barro de la realidad económica y geopolítica. En Serbia, Vucic está convencido de que China puede ser un aliado muy importante para el crecimiento del país, y está dispuesto a pelear en cada Consejo Europeo y escuchar la cantinela del «daño a las empresas europeas» si, a cambio, las serbias disparan su competitividad. Dependiendo de lo que logre con Macron, Xi Jinping aprovechará ese alto en Belgrado para asegurarse de que la tecnología china tendrá una puerta de entrada a Europa.

La última etapa es, seguramente, la más importante en términos prácticos, a pesar de la poca capacidad de maniobra con que Hungría cuenta en Europa. Orbán es un buen amigo de China y sus lazos con el Kremlin son evidentes (incluso la operación para hacerse con la española Talgo tiene como objetivo vender trenes tanto a Ucrania como a Rusia). Hungría se ha mostrado contraria a las sanciones contra el país que dirige Vladímir Putin, porque además considera que son ineficaces, y ha abogado en varias ocasiones por tender puentes con Rusia y lograr un acuerdo de paz. En ese mismo punto, ha llegado a cuestionar las ayudas a Ucrania hasta el punto de que Europa le amenazó con bloquearle los fondos de recuperación (para que recapacitara).

Lo cierto es que Hungría mantiene sus acuerdos con Rusia y China intactos, y considera que serían mejores aliados que los anglosajones para Europa, y es ahí precisamente donde Xi Jinping tiene una enorme oportunidad comercial. Hungría quiere ser el punto de entrada de la famosa franja económica de la ruta de la seda.

Arranca mañana la primera visita de Xi Jinping a Europa en los últimos cinco años. La primera tras la pandemia y los conflictos que han obligado a repensar el modelo económico global. Y de lo que pase en los próximos cinco días depende el futuro comercial de una gran parte de las empresas de la zona euro.

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