El español, eliminado en semifinales de Roland Garros (3-6, 6-3, 7-6, 6-2)

Nadal cede su reinado ante Djokovic en una batalla para la historia

Novak Djokovic se clasificó para la final de Roland Garros después de derrotar (3-6, 6-3, 7-6, 6-2) a Rafael Nadal, trece veces campeón en París, en una batalla memorable en la que el español acabó claudicando

nadal djokovic
Nadal, en un momento del partido. (AFP)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

El reinado de Rafael Nadal en Roland Garros finalizó después de cuatro años de conquistas consecutivas y trece títulos de campeón. Novak Djokovic, el mismo que le apartó por última vez del cuadro en 2016, se proclamó vencedor en un encuentro memorable (3-6, 6-3, 7-6, 6-2) que va directo al selecto grupo de los mejores de la historia y en el que ambos merecieron clasificarse para la final. El serbio demostró su condición de número uno del mundo y estuvo más firme en los momentos clave de esta oda al tenis que debe ser recordada, más allá de por la tercera derrota de Nadal en 17 años en Roland Garros, por el monumento que los dos más grandes de la historia dibujaron en la tarde-noche de París.

El capítulo 58 de los duelos entre Nadal y Djokovic se celebraba en el mismo escenario que el primero y que el penúltimo. En ambos, Rafa acumuló victorias estratégicas que ahora se recordaban como un mero dato, pues la rivalidad continuaba con un nuevo episodio en el que los dos tenistas llegaban en práctica igualdad de condiciones y dispuestos a dar lo máximo por el triunfo.

El Nadal-Djokovic ha alcanzado unas dosis de misticismo comparables a las de cualquier duelo deportivo. El encuentro entre el español y el serbio se ha convertido en el Lakers-Celtics, un Madrid-Barça del tenis con prácticamente todos los aficionados volcados en uno de los bandos y el español, salvo contadísimas excepciones, con el trece veces campeón de Roland Garros.

Pese a que un Nadal-Djokovic es sinónimo de final, de partido incomparable, en esta ocasión el duelo correspondía a unas semifinales, con un puesto en el encuentro por el título en juego. Tsitsipas, tras superar a Zverev, esperaba en la final a uno de los dos tenistas dominadores de la última década. El número uno o el rey de la tierra batida. Un auténtico escándalo de partido.

La batalla comenzó con retraso debido a la prolongada duración del Tsitsipas-Zverev, algo que a priori no beneficiaba a Nadal. Cuanto más tarde más frío, más pesada la noche y menos efectos para la pelota, pero Rafa estaba preparado para aprovechar los minutos restantes de sol en la Philippe Chatrier. Djokovic, y es un mal que le había acompañado en otros momentos del torneo, comenzó despistado al servicio y Rafa le ajustició hasta en dos ocasiones para poner un irreal 5-0 en el luminoso nada más empezar.

Rafa empieza barriendo

Nadal había golpeado primero, pero la desconexión de Nole llegaba demasiado pronto y con tiempo de sobra para enchufar de nuevo el cable. En la cabeza del serbio rondó a buen seguro la paliza de la final de 2020, pero en lugar de la frustración floreció en él el amor propio, que le permitía recuperar uno de los breaks y colocarse, tras casi una hora de partido, a una sola rotura de devolver la igualdad.

En este tipo de encuentros cuesta devolver cada golpe, pero nada como cerrar los sets. Rafa, impreciso en sus oportunidades, tuvo que esperar hasta la séptima, pero su derecha le llevó a un punto en el que Djokovic, noqueado, ya no pudo sino claudicar para darle a su enemigo íntimo el primer set del encuentro. El inicio le valía a Rafa para golpear primero.

Novak había empezado con su cuesta arriba, desde un punto muy bajo, pero su ascensión continuaría en el segundo set. El fracaso del primero no le hizo mella y nada más comenzar su venganza, el resultado era favorable. Nadal cedía su saque a las primeras de cambio y le daba el dominio a Djokovic, que lideraba pero también debía mantener muchos servicios hasta culminar su ventaja en algo tangible e inamovible.

Rafa apretó casi en cada juego y tuvo ocasiones de romper en más de uno al resto, pero sus triunfos se sucedieron sólo con el servicio a favor y ello le colocaba en una posición de absoluta desventaja en el momento decisivo. Adoleciendo una mayor fiablidad en los momentos clave –especialmente fallón con el revés– el manacorense cedía el segundo parcial tras dos horas de lucha legendaria que provocaban, aunque parezca mentira, la aparición de un nuevo diseño de partido, con tablas y al mejor de tres.

Djokovic llega al partido para hacer historia

El machaque de cada punto, 50% tensión y 50% físico, exigía una concentración mental de otro planeta, una que sólo pueden provocarse el uno al otro en una lucha de leyenda. Una auténtica locura de partido, una oda al tenis a la que aún le esperaba lo mejor.

Nadal se había marchado a vestuarios, dejando dudas sobre un estado físico del que se podía entrever un punto menos respecto a la frescura, digna de mención de un Djokovic resucitado tras su remontada a Musetti en octavos. La inercia ganadora de Nole le permitía dominar con una marcha menos que Nadal, que a contracorriente remaba como nadie para no perderle la cara al encuentro. En el tercero comenzaba golpeando Djokovic con un break, igualado por Nadal con coraje, corazón y tenis, antes de que un juego para olvidar volviera a dotar al serbio del liderazgo necesario para lanzarse a por el set.

El trece veces campeón estaba contra las cuerdas, con su rival saque en mano para adelantarse 2-1 y sensaciones más negativas sobre el tapete. Cualquier persona hubiera necesitado un milagro, pero Rafa tomó el camino del trabajo y punto a punto fue desafiando a la lógica para que esta acabara dándole la razón. El break era realidad y después de un torbellino de sensaciones, escudo al saque y espadas en todo lo alto al resto, la decisión del parcial se marchaba al tie-break.

El rey abdica con honores

El set había sido ya uno de los mejores de la historia, con una igualdad máxima y alternativas casi en cada punto. En la muerte súbita los detalles iban a ponderar más que nunca. De nuevo puntos para el recuerdo, surrealistas, y una tensión acrecentada por la cercanía del toque de queda francés, que provocaría el desalojo de la pista. Cualquier elogio se quedaba corto para lo hecho por Nadal, pero a la hora de ponerle el lazo y fruto del agotamiento falló una volea asequible, que acompañada de dos golpes de maestro de Djokovic le daban la manga al número uno del ranking ATP tras 97 minutos de lucha

Nadal, muy cansado pero herido en su orgullo, atacó cual animal herido cuando la superioridad de Djokovic también había alcanzado el plano moral. El manacorense comenzó con un break que levantó al público de sus asientos, pero con el servicio ponderando menos que nunca en un duelo de estrellas, Nole le daría la vuelta al marcador con hasta dos roturas que le ponían la final en su mano. Rafa siguió luchando, corriendo hasta la última bola, pero con las cuatro horas de partido pasadas, Djokovic pudo besar la tierra, levantar los brazos y culminar la mejor victoria de su carrera, mientras Rafa se despide con honores y la corona de rey cedida para volver a recuperarla en la próxima edición.

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