España desfila al compás de Isco y Thiago

España-Ucrania
Los jugadores de España celebran el gol de Mario que dio la victoria en Ucrania. (Reuters)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Cerró España su andadura por la fase de clasificación para la Eurocopa con una victoria trabajada e inmerecida en Ucrania con un equipo sin vacas sagradas. Isco y sobre todo Thiago se ganaron la camiseta de titular y gobernaron el partido con un fútbol de seda, pero el jugador más destacado de La Roja fue su portero. De Gea evitó con intervenciones salvadoras que la selección de Vicente del Bosque perdiera en Kiev y, de paso, mandó un mensaje con sus manos al seleccionador: la «transición dulce» debe acabarse ya.

Agitaba Del Bosque el banquillo con la misma virulencia que Shakira agita las caderas. Un equipo nuevo, lleno de meritorios, de jóvenes reclutas que no sonaban a titulares de la selección española. Que si Nacho, que si San José, que si Mario, que si Etxeita, que si Nolito… La nueva España, la España desconocida comandada por la sociedad ilimitada de jugones Thiago-Isco y con el centenario Cesc como único veterano con galones en el once. Un centro del campo TIC (Thiago-Isco-Cesc) para seguir  fieles al credo del tiki-taka.

Salimos a tocar con garbo y sin presión, como si quisiéramos hacer fútbol de salón, pero Ucrania se jugaba las castañas y en dos minutos Rotan nos pudo macar el primero. Gracias a Dios, llegó demasiado forzado para empujarla ante las narices de De Gea. La pelota era de La Roja pero el peligro era amarillo. José Mourinho, un Lord Sith ataviado con ropajes de caballero jedi, asistía como testigo en las gradas del Olímpico de Kiev a un partido amistoso para España y a vida o muerte para Ucrania.

La primera conexión Thiago-Isco desembocó en un pase del malagueño para Cesc, que se asomó a la frontal pero su disparo forzado se marchó arriba. Teníamos más posesión que la niña del Exorcista. España tocaba, pero el peligro era de Ucrania. Dos ocasiones consecutivas de los locales enseñaron al mundo las vergüenzas de nuestros pequeños centrales (Etxeita y Nacho) y las excelencias de David de Gea, un portero que está para ser ya el titular de la selección. Ni transición dulce ni gaitas.

El novio de Edurne sacó con los pies dos goles cantados a Kravets y Rotan, que estuvieron en un tris de poner a Ucrania por delante en el marcador. Konoplyanka campaba a sus anchas, destrozando a sus rivales por la izquierda como si fuera Pablo Iglesias sin coleta. Pero entonces España se espoleó. Apareció Thiago, el único jugador capaz de soportar la sombra de Xavi sin parecer un pigmeo. La pidió, templó y mandó. Una jugada suya, con esos andares de dominar el juego siempre con la cabeza arriba, apoyado por el torero Nolito, acabó en el primer gol de España. Lo marcó Mario de cabeza, pero medio gol se cuenta por cómo pasó Alcántara.

Pena máxima

Dos minutos después pudo sentenciar España, pero el capitán Fábregas se pidió tirar el penalti que le habían hecho a él, como si estuviera en el patio del colegio. Lo falló, como había fallado los otros tres que ha tirado con la selección con el partido en juego. Con Del Bosque en el banquillo, el dato de los penaltis acojona: 28 pitados y 12 fallados. Dejábamos vivos a los ucranianos, que en la jugada de vuelta pudieron empatar si no llega a ser por otra mano salvadora de De Gea. Un córner que se nos enredó por un mal despeje y una pelota que sacó Etxeita bajo palos pudieron suponer el 1-1, pero las suerte nos enseñaba su generoso escote.

Nolito pudo marcar su golito, pero se la sacó Pyatov a bocajarro. Juega sobrado el delantero del Celta, con más descaro que un concejal de la Carmena. Gobernaba el partido Thiago con la firmeza de Margaret Thatcher y la autoridad de Angela Merkel. Pocos centrocampistas del mundo pueden igualar la jerarquía del hijo de Mazinho, otra de esas cagadas de Zubizarreta al dejarle marchar del Barcelona al Bayern de Pep por unos ridículos 18 millones de euros. Y del Madrid por no ficharlo.

Bullía el partido de un área a la otra, con Ucrania ansiosa y España relajada como un funcionario de viernes. Thiago y Nolito se gustaban, pero la incertidumbre merodeaba nuestro área en cada balón colgado. Al descanso el encuentro estaba por decantarse como los indecisos en las Generales.

Salió furioso Yarmolenko tras el descanso, como si supiera que Mou le estaba espiando. Una jugada suya acabó con un remate anulado de Konoplyanka que sacó De Gea por si acaso. Luego se marcó otra diagonal en plan Di María o Robben, pero su trallazo se estrelló contra el palo.

Tócala otra vez, Alcántara

Pero Thiago volvió a ponerse serio, se disfrazó de Martín Vázquez y le metió un pase con el exterior a Isco, cuya media vaselina la sacó Pyatov que supo aguantar más que un ministro de Rajoy. Luego se marcó un chotis con Isco, juntitos los dos, caminando al pase, que acabó en un gol de Play Station marcado por San José pero anulado porque antes Nacho había atropellado a un pobre ucraniano.

Otro paradón de De Gea, que voló para sacar un cabezazo de Kravets, evitó el empate de Ucrania, porque España atrás era más blandita que un queso de Burgos. Konoplyanka parecía Maradona en el desborde, pero Higuaín en la definición. Se iba de todos, pero tiraba fuera siempre. Ucrania se merecía el empate, las cosas como son. Entonces Del Bosque decidió ponerse el traje de Rafa Benítez y quitó primero a un delantero por un lateral (Nolito por Jordi Alba) y luego al otro delantero por un mediocentro (Alcácer por Busquets).

España aguantó, no sin sobresaltos y alguna que otra intervención de un portero que llama a las puertas de la titularidad, como llamaron Thiago e Isco. Tres jóvenes reclutas que piden un hueco en las filas del once, aunque se a costa de los que ya tienen mucha mili. Será el general Del Bosque quien decida, pero para la Euro de Francia La Roja necesita una nueva transfusión de fútbol para que no nos pase lo de Brasil. Recuerda, Vicente.

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