Champions League

¿Barça o Titanic? A las 20.45 estaba fuera de la Champions y a las 22.45 se hundía con el Bayern (0-3)

¿Barça o Titanic? A las 20.45 estaba fuera de la Champions y a las 22.45 se hundía con el Bayern (0-3)
¿Barça o Titanic? A las 20.45 estaba fuera de la Champions y a las 22.45 se hundía con el Bayern (0-3)
Guillermo Sáez

La Xavineta, ese vehículo vendido a precio de Rolls-Royce y con el rendimiento de un patinete, protagonizó su enésimo patinazo en el Camp Nou. El Barça podrá justificar que el partido contra el Bayern ya no valía para nada, pero ni su sufrida afición puede digerir el enésimo esperpento que se traga a paladas. Otro equipo grande de verdad, y no de boquilla palanquera, volvió a poner a los culés en su sitio, y menos mal que no quiso hacer sangre  (0-3).

Y eso que los bávaros son expertos en esta tarea: seis victorias seguidas y 15-0 en el parcial acumulado de goles. Al otro lado, ni un tiro entre los tres palos en 90 minutos firmaron los locales. Hay datos de sobra para refocilarse en la debacle culé. ¿Xavi Hernández? Una victoria en siete partidos como técnico en la Champions. No hemos llegado a noviembre y el ridículo se confirma como una constante.

El Barcelona saltó al Camp Nou sabiendo que la Europa League será su única opción de conquistar un título continental esta temporada. El batacazo se había confirmado a unos minutos antes en Milán con la goleada del Inter frente al Viktoria Plzen. Ya solo quedaba competir por los 2,8 millones que da la UEFA por victoria y para dar una pequeña alegría a la castigada afición culé. Desde el principio se vio que estaría muy complicado.

El Bayern, que sí tenia el objetivo de asegurar el primer puesto del grupo, salió sin Neuer, sin Muller, sin Sané, pero sin todas esas estrellas volvió a demostrar que sigue a años luz del Barça a todos los niveles. Con Gnabry y Kimmich al mando, sometió a un rival inocentón que no rentabilizó su renuncia a jugar con dos extremos. La supuesta superioridad en el centro del campo, con Busquets, De Jong, Kessie y Pedri, de poco le sirvió.

Pero ninguno de ellos sufrió tanto en la primera parte como Héctor Bellerín. El lateral, que volvía al equipo ante la lesión de Sergi Roberto, salió retratado en los dos goles que echaron sal sobre la herida azulgrana. En ambos se dejó coger la espalda por dos portentos físicos como Sadio Mané y Eric Choupo-Moting. Ni el senegalés ni el camerunés perdonaron en sus respectivas citas con Ter Stegen, que nada pudo hacer. El Bayern volvía a chapotear en su «oasis», como había definido al Camp Nou en su propia página web unas horas antes.

Bellerín se redimió parcialmente evitando sobre la línea el tercero de los bávaros y dando inicio a un feroz contraataque que culminó con el derribo de Matthijs de Ligt sobre Lewandowski. Anthony Taylor pitó penalti y desde el VAR le llamaron: el neerlandés había tocado balón antes. Decisión anulada y los culés más hundidos si cabe en su camino a vestuarios. Otro día nefasto en la oficina.

Encefalograma plano

De las 84.016 personas presentes en el Camp Nou, a unas cuantas no les quedaron fuerzas para aguantar más berrinches y abandonaron el estadio al descanso.  Sin ganas de gritar, de animar, ni siquiera de pitar, vacías sus ilusiones, esas que habían renovado en verano con tanto esfuerzo, a base de palancazos. Algo similar debía de estar sintiendo Xavi, que pasaba de realizar cambios.

El plan de partido para la segunda mitad era similar: esperar que Dembélé sacara un conejo de esa chistera que tiene llena de misterio. Mientras eso seguía sin ocurrir, el Bayern anotaba el tercero sin despeinarse, pero quedaba anulado por un fuero de juego milimétrico de Gnabry. Xavi por fin movía ficha metiendo a Raphinha y Ferran por Pedri y Busquets. El capitán escuchó pitos en su probable último partido en la Champions. Vaya manera de despedirse del torneo. De todas formas, ya podían haber entrado al césped unos médicos cargados de desfibriladores que no había manera de reanimar al muerto culé.

El ejercicio de impotencia del Barça seguía creciendo con el paso de los minutos. Al menos en Múnich había firmado un rato decente, ahora ni eso. Ni siquiera una patada de rabia, que todos de acuerdo en el no a la violencia, pero al menos confirmaría la existencia de alguna emoción, aunque fuera la rabia. Lo dicho, ni un tiro entre los tres palos. Y en el descuento, la guinda de Pavard. Funeral completo.

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