«Soy maestro y mi trabajo es controlar que un alumno no insulte, que el otro no pegue y que no se maten entre sí»
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La realidad de la docencia en España atraviesa un momento crítico. Más allá de la enseñanza, cada vez más maestros denuncian que su jornada laboral se centra en la contención de conflictos dentro del aula.
Una confesión viralizada en redes sociales ha vuelto a poner sobre la mesa un problema que no es nuevo: la salud mental y el desgaste profesional de quienes deberían dedicarse a educar.
La crisis de la enseñanza en España según este profesor: cuando educar pasa a segundo plano
El testimonio que ha encendido el debate procede de Rubén Romero, maestro y tutor de primaria, quien expresó sin tapujos el hartazgo que le provoca su día a día. En un vídeo compartido en TikTok (@soyrubenromero), el docente explicó que su labor se ha transformado en un ejercicio constante de vigilancia: evitar insultos, peleas o agresiones entre alumnos.
«Mi trabajo es de todo menos enseñar», lamentó, describiendo su aula como un espacio donde la prioridad es contener conductas y no transmitir conocimiento. Romero asegura que en muchas ocasiones se siente «solo ante el peligro».
Su clase, como la de tantos otros compañeros, reúne estudiantes de diferentes niveles curriculares y con problemas de comportamiento que hacen imposible un ritmo uniforme de aprendizaje. Tras haber invertido años en su formación y en superar las oposiciones, confiesa que la recompensa profesional se ve ensombrecida por el alto coste emocional.
Problemas entre maestros y familias: el impacto del respeto en la educación
El cansancio no se limita al ambiente escolar. Según Romero, la relación con algunas familias resulta aún peor que las propias dinámicas del aula. Aunque reconoce que muchos padres colaboran, denuncia que otros muestran una «falta de respeto impresionante».
Al intentar comunicarse sobre el progreso o la conducta de un estudiante, recibe correos con excusas interminables o incluso ataques directos hacia su persona. El maestro describe estos episodios como una forma de «destrozar su trabajo» y una fuente continua de presión psicológica.
Los mensajes críticos y, en ocasiones, ofensivos, lo han llevado a cuestionarse por qué debe soportar esas agresiones en su ejercicio profesional. A su juicio, este clima de desconfianza y hostilidad desgasta el vínculo entre docentes y familias, dificultando cualquier avance educativo.
Salud mental de los docentes: el coste emocional de enseñar en España
Romero confiesa que termina cada jornada «destrozado» y con la sensación de estar agotado tanto física como mentalmente. Considera que la situación que atraviesan los docentes en comunidades como Madrid, y en general en toda España, es insostenible: «Estamos explotados y destrozados», señaló en su vídeo.
Ante este panorama, ha llegado incluso a plantearse abandonar la docencia y preparar oposiciones en otro sector, como el de maquinista de metro. Su reflexión conecta con un problema estructural: la creciente fuga de profesionales de la enseñanza, que advierten que el sistema educativo se enfrenta a una crisis de vocación.
El mensaje de Romero no sólo expone una vivencia personal, sino que también refleja la frustración de miles de docentes que sienten que su vocación se ha transformado en una lucha contra la falta de respeto, tanto en las aulas con los estudiantes como fuera de ellas.