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Si tu hijo ha aprendido esto desde pequeño va a tener mucho éxito en la vida, según los expertos

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Blanca Espada

Hay habilidades que se convierten en una brújula para la vida. No estamos hablando por ejemplo, de saber programar a los cinco años, ni de tocar el pi8ano o el violín como un prodigio. A veces, lo verdaderamente poderoso es mucho más sencillo (y más accesible) de lo que pensamos. Una de esas habilidades, según numerosos expertos en desarrollo infantil y educación, es la lectura. Pero no sólo el acto de leer en sí, sino todo lo que rodea a ese aprendizaje silencioso que comienza incluso antes de que el niño diga su primera palabra.

Pero no se trata únicamente de contar un cuento a los niños antes de irse a dormir. Ese gesto, aunque valioso, no es suficiente por sí solo para construir un buen lector. La ciencia ha demostrado que el éxito lector de un niño se empieza a moldear con pequeñas acciones cotidianas: conversaciones aparentemente banales, juegos de palabras, preguntas sin prisa. Y lo más curioso es que estas prácticas no solo ayudan a leer mejor. Se ha comprobado que los niños que desarrollan sólidas habilidades lectoras en primaria tienen más probabilidades de alcanzar mayores niveles educativos, conseguir empleos mejor remunerados y desenvolverse con más éxito en distintos aspectos de la vida adulta. Entonces, ¿qué hacen diferente los padres cuyos hijos se convierten en lectores competentes desde pequeños? ¿Qué estrategias simples están al alcance de cualquier familia y pueden marcar un antes y un después en la vida de un niño? A continuación, te lo explicamos con detalle.

Si tu hijo ha aprendido esto desde pequeño va a tener mucho éxito

Uno de los hábitos más sorprendentes y efectivos que destacan los expertos es el de conversar con los bebés incluso antes de que puedan hablar. Padres y madres que responden al balbuceo de sus hijos están, sin saberlo, sentando las bases del lenguaje. Esta dinámica, conocida como serve and return (servir y devolver, como en un partido de tenis), consiste en interpretar cada sonido del bebé como una oportunidad para interactuar: una sonrisa, una palabra suave, una respuesta que le devuelva la atención.

Esta práctica fortalece la arquitectura cerebral y nutre el desarrollo del lenguaje desde el primer año de vida. Pero además, tiene un efecto emocional profundo: crea un vínculo sólido entre el adulto y el niño, que se traduce en seguridad, confianza y mayor disposición para aprender. No es magia, es neurociencia aplicada al día a día.

Hacer preguntas (y esperar la respuesta) importa más de lo que parece

En muchas casas, los adultos se limitan a hablar a los niños sin darles espacio para responder. Sin embargo, una de las estrategias más eficaces para fomentar el desarrollo lingüístico es justamente la contraria: hacer preguntas y dejar tiempo para que el niño piense y responda. Frases como ¿Qué estás comiendo?, ¿Con qué estás jugando? o ¿Qué crees que va a pasar? estimulan la curiosidad, el razonamiento y el uso del lenguaje.

Además, la pausa después de la pregunta es fundamental. Aunque parezca que el niño tarda en responder, ese tiempo le permite buscar palabras, construir frases, atreverse a expresarse. Así, no sólo está hablando: está aprendiendo a pensar. Este tipo de interacción diaria amplía el vocabulario, mejora la comprensión y entrena habilidades cognitivas que serán clave para su desempeño académico y social.

La importancia del sonido de cada letra

Al margen de hablar con ellos y hacerles preguntas, los niños pueden desarrollar mejor la habilidad de hablar y a la larga, de leer, si como padres no sólo les señalamos cómo se dicen o pronuncian las letras, sino que además, marcamos el sonido que hacen. Por ejemplo, saber que la letra M suema mmm como en mamá o que la S se desliza como una serpiente, es lo que le permitirá decodificar las palabras cuando las vea escritas.

Este conocimiento fonético puede integrarse de forma natural en la rutina: en la cocina (Vamos a poner sal… ¿con qué letra empieza ‘sal’?), en el parque (¿Sabes qué sonido hace la ‘P’ de pelota?), o incluso en los trayectos en coche. Son pequeñas pistas que activan conexiones cerebrales clave y preparan el terreno para la lectura fluida.

Jugar con las palabras es una herramienta poderosa

Las rimas, los trabalenguas, las canciones infantiles y los juegos de palabras no solo entretienen: también educan. A través de ellos, los niños desarrollan lo que los especialistas llaman conciencia fonológica, es decir, la capacidad de identificar y manipular los sonidos dentro de las palabras. Esta habilidad es indispensable para aprender a leer con éxito.

Cantar Estrellita, ¿dónde estás? o reírse con tres tristes tigres no es sólo un pasatiempo: es entrenamiento mental. Además, estos juegos mejoran la memoria auditiva, la concentración y la agilidad verbal. Y lo mejor es que no requieren pantallas ni materiales caros: basta con voz, ganas de jugar y un poco de imaginación.

Cualquier momento es bueno para que los niños lean

Aunque el cuento de buenas noches tiene su magia, los padres más efectivos no se limitan a ese único espacio de lectura. Lo hacen durante el baño, mientras esperan en la consulta del pediatra o cuando el niño les acompaña a hacer la compra. Cualquier momento es una excusa para leer juntos, señalar palabras, comentar ilustraciones o descubrir significados nuevos.

Este enfoque convierte la lectura en una actividad integrada en la vida diaria, no en una obligación escolar. El niño aprende a asociar los libros con momentos agradables, con atención plena, con disfrute. Y así, leer se convierte en un hábito y no en una tarea. Un niño que ama los libros es un niño que tendrá más herramientas para comprender el mundo.

El impacto a largo plazo: más que buenas notas

Las investigaciones lideradas por expertos como Maya Payne Smart, autora de Reading for Our Lives, son claras: los niños que han sido expuestos desde pequeños a estas estrategias lectoras tienen una ventaja significativa. No sólo entienden mejor los textos, también desarrollan más empatía, mayor capacidad crítica y habilidades comunicativas superiores. Estos beneficios les acompañan a lo largo de la vida, abriéndoles puertas en la educación, el trabajo y las relaciones personales.

Y lo más importante: no hace falta ser profesor ni tener un máster en educación para lograrlo. Basta con estar presentes, hablar, escuchar, jugar y leer con intención. Si tu hijo ha aprendido todo esto desde pequeño, tiene ya una base sólida que lo acercará al éxito. Y eso, sin duda, es una gran noticia para cualquier familia.

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