Dormir

Si duermes boca abajo o cambias de postura constantemente, podrías estar sufriendo esto

Duermes boca abajo
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Dormir bien es mucho más que cerrar los ojos y desconectarse del mundo. Es un momento clave en el que el cuerpo se recarga, el sistema inmune se refuerza y la mente pone en orden todo lo vivido durante el día. Sin embargo, conseguir un descanso profundo y reparador no siempre es tarea fácil, especialmente en verano, cuando el calor y los cambios en la rutina pueden jugar en nuestra contra. A esto se suma un factor que muchas veces pasamos por alto: la postura en la que dormimos. ¿Duermes boca abajo? ¿O prefieres dormir boca arriba o de lado?

Según la doctora Sara Marín, esta puede ser un reflejo claro de cómo se encuentra nuestro cuerpo a nivel interno, especialmente en lo que respecta al estrés. Dormir en ciertas posturas podría revelar que nuestro organismo está respondiendo a altos niveles de cortisol (la hormona del estrés) durante la noche.

Esto es lo que debes saber si duermes boca abajo

Dormir mal no se traduce sólo en despertarse cansado. A veces, es nuestro cuerpo el que habla mientras dormimos. Y lo hace a través de señales que muchas veces ignoramos: la forma en la que estamos en la cama, los movimientos involuntarios y la tensión muscular. La doctora Sara Marín, médica especializada y divulgadora en redes sociales, ha abordado este tema en su cuenta de Instagram.

En uno de sus vídeos más recientes, Marín alertó sobre ciertas posturas al dormir que podrían estar indicando que el cuerpo está sometido a altos niveles de estrés nocturno. Estas señales incluyen dormir en posición fetal de manera muy encogida, apretar la mandíbula o los puños durante el sueño, mantenerse boca abajo con el cuello tenso o cambiar de postura de forma constante durante la noche. Por lo tanto, si duermes boca abajo, podría ser un síntomas de que tu organismo está en estado de alerta incluso mientras debería estar descansando.

«El cuerpo habla mientras dormimos, y muchas veces lo hace a gritos», comenta la doctora. El estrés, añade, no sólo afecta durante el día en forma de ansiedad, impaciencia o agotamiento mental, sino que puede colarse en el sueño y manifestarse a través de movimientos repetitivos o posturas que reflejan tensión acumulada. Detrás de estas señales, suele encontrarse un desequilibrio hormonal, en especial un aumento del cortisol, la hormona que se activa en situaciones de estrés prolongado.

Este exceso de cortisol durante la noche puede impedir que el cuerpo se relaje lo suficiente como para entrar en las fases más profundas del sueño, que son las que permiten una recuperación real. Por eso, si nos despertamos agotados, contracturados o con la sensación de no haber descansado, es posible que el cuerpo haya estado en una especie de «modo supervivencia» durante buena parte de la noche.

Consejos de la doctora

Ante esta situación, Marín recomienda una serie de cambios y hábitos que pueden ayudar a reducir ese nivel de activación interna. El primero de ellos está relacionado con la alimentación. La doctora sugiere incluir en las cenas alimentos ricos en magnesio, como los plátanos, las espinacas o el chocolate negro (cuanto más puro, mejor). Este mineral ayuda a relajar los músculos, regular el sistema nervioso y contribuir a la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño.

Otro aspecto clave es la temperatura del dormitorio. Según la especialista, lo ideal es mantener la habitación entre los 18 y 20 grados. «El cuerpo necesita enfriarse para que el cerebro entienda que es momento de descansar», explica. Este enfriamiento corporal favorece la liberación de melatonina, esencial para entrar en las fases de sueño profundo. Dormir en un ambiente muy caluroso, por el contrario, puede aumentar el estrés físico, activar el sistema nervioso y dificultar el descanso real.

La doctora también hace hincapié en el papel de los adaptógenos, plantas medicinales que ayudan al cuerpo a manejar mejor el estrés. Estas sustancias naturales actúan sobre el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, que es el encargado de regular la producción de cortisol. Entre los adaptógenos más conocidos se encuentran la ashwagandha, la rhodiola y el ginseng siberiano.

Cuando el cuerpo lleva demasiado tiempo en estado de alerta, el sistema de alarma interna se desgasta. Como lo explica Marín: «El cortisol no es malo en sí mismo. Es necesario para despertarnos por la mañana, para reaccionar ante una emergencia. Pero si se mantiene elevado de forma constante, acaba agotando al cuerpo y desregulando todo el sistema hormonal». Los adaptógenos pueden ser un gran aliado natural para restaurar ese equilibrio sin necesidad de recurrir a fármacos en primera instancia.

El mensaje de la doctora es claro: el estrés no desaparece al cerrar los ojos. Por eso, prestar atención a cómo dormimos, cómo nos sentimos al despertar y qué señales está dando nuestro cuerpo puede ser una herramienta poderosa para mejorar nuestra salud global.

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