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Virginia Feito: «Por mucho que esté de moda hablarlo, hace falta coraje para ir al psiquiatra»

Virginia Feito
Virginia Feito. @Penguin
María Villardón

Escritora, guionista y copy de publicidad. Virginia Feito (Madrid, 1988) debuta con La señora March (Lumen), una novela que pronto será una película protagonizada y producida por Elisabeth Moss (El cuento de la criada o Mad Men). La actriz compró los derechos en cuanto leyó la novela, un año antes de que saliera a la venta. Ahora Feito hará el guion. “Vivo acojonada por si me llama y me dice que no haga yo el guion o, peor aún, que me diga que lo quiere en una semana”, comenta.

Su padre es José Luis Feito, economista y ex embajador de España ante la OCDE en París, y gracias a su trabajo, la autora ha viajado por todo el mundo gozando a veces de privilegios sólo al alcance de unos pocos. Eso sí, reconoce que cuando regresa a Nueva York sin el cobijo de sus padres, ya el mundo snob que conocía no la aceptaba del mismo modo.

La señora March –y de eso va la novela, de las miserias humanas– es una mujer que lo tiene todo, pero que en el fondo no tiene nada. Insegura y con una vida vacía y llena de miedo a los juicios, por ello intenta siempre impresionar a los demás. Como en Instagram, vamos.

Eres de Madrid, pero escribes la novela en inglés y debutas en EEUU. ¿Por qué? ¿Crees que al retratar el Upper East Side de Nueva York funcionaría mejor comercialmente o cómo?

Pues en realidad no es tan inteligente como lo describes, la verdad. Sencillamente, en inglés escribo y leo más cómoda, cuando leo en español me disperso mucho. El inglés me parece más fácil y juguetón que el castellano. Todo lo que absorbo en series, cine o libros está en inglés, así que no me sentía capaz de escribir algo de calidad en español.

En París, donde vives por tu padre, vas también a colegio americano.

Así es. ¡Y todo era muy americano! Potencian mucho aquello que ven en ti, es decir, yo despuntaba por ser buena lectora, así que siempre me tenían leyendo libros bastante maduros para mi edad. Sin darme cuenta, me estaban moldeando hacia algo en lo que me he convertido y estoy viviendo todo este debut en España a tope. Me encanta Madrid, es bellísimo y muy divertido. Pero, claro, por mis padres he tenido mucha influencia de la cultura anglosajona. Hubo un tiempo que también vivimos en Washington, de hecho, me llamo Virginia por el Estado.

Has vivido una infancia y juventud cosmopolita con acceso a mundos muy snobs a los que probablemente no hubieras accedido si no fuera por tus padres. ¿Te gustaba lo que veías?

Confieso que pasar a vivir a Nueva York sola, sin el influjo o la compañía de mis padres, cambió mucho el cómo me trataban cuando llegaba a ciertos lugares. Es que todo cambió, ya no viajaba con mis padres por el mundo, me alojaba en hoteles y comía ostras. Eso dejó de pasar. El nivel bajó drásticamente.

Ya no te dejaban entrar en ese mundo, en esa Nueva York tan estupenda que creías conocer. Ahora la cosa se ponía un poco de carne y hueso.

¡Claro! Y lo lamenté, eh. Es decir, quería dejar envolverme de nuevo por ese mundo amoroso que yo conocía y que había vislumbrado con mis padres. En el fondo, tuve la consciencia de que habían sido viajes surrealistas y privilegiados, de una Nueva York de las películas de Woody Allen. Esa es la ciudad que he plasmado en la novela.

Una novela donde se retrata a una señora bien posicionada, con un marido famoso, un pisazo en una de las mejores zonas, pero que en realidad no tiene nada. Con todo, con nada.

Eso es, vacía. No tiene ni identidad, no tiene ni nombre de pila. No tiene amor, ni ilusión ni pasiones ni nada. Sólo piensa en impresionar a los demás, contentar a los demás y vivir de las opiniones ajenas.

Eso que describes son las redes sociales, Virginia.

¡Justo! No tengo redes sociales, si las tuviera tendrían que encadenarme porque con mi personalidad súper compulsiva ¡estaría perdida! Demasiada presión para mí, te lo prometo. Es que, además, el concepto de estar todo el día bien es que no me lo creo. Todo el mundo tenemos malos momentos e Instagram, por ejemplo, no se presta a la honestidad o la espontaneidad. Somos crueles y no nos cuesta serlo, así que paso de redes sociales, por mi salud mental.

Para mí, sería una desgracia ser como la Sra. March.

Para mí también.

De todo lo que has visto gracias a la posición social y profesional de tu familia, que es como una fantasía para muchas personas. ¿Qué es lo más impresionante que has visto?

Es que al volver a Nueva York como estudiante ¡no me dejaron entrar tanto en ese mundo de ricos y privilegiados!

¿Y eso te molestaba?

Mucho. Sí que a veces me notaba ese anhelo de pertenecer al espacio de los privilegiados. Quería que al entrar en un restaurante al que iba con mi padre me trataran igual que yendo sola, pero eso no pasaba. No tenía ninguna trascendencia ni privilegio, ninguna atención y eso me molestaba, me molestaba mucho. Quería pertenecer, pero jamás estuve dentro, así que no te puedo decir, pero no hacía falta para ver a miles de señoras como la Sra. March. He visto muchas personas como ella, vacías y faltas de seguridad. Incluso yo misma he tenido esos sentimientos.

Otra de las cosas que retratas es la envidia y la competitividad entre hermanas. Algo que pasa en muchas familias entre individuos insanos.

Eso me lo he tenido que imaginar porque sólo tengo hermanos. Pero en mi peor versión como mujer puedo imaginar esa envidia por una hermana, tener una persona de mi mismo sexo con la que compararme todo el tiempo. Esta señora es víctima de la sociedad, que está fatal. Muchas veces, como la Sra. March, no nos gusta nuestra vida, pero…

…no nos atrevemos a hacer nada diferente por cambiarlo, ¿no?

Exacto. No queremos vernos, por eso en la novela hay tantos espejos. Hay un gran simbolismo tras ellos, las personas no nos miramos más allá de algo narcisista. No hacemos autocrítica en plan: ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Cómo cambio esto? Sólo mirarse a uno mismo y ver sus miserias –o lo que no le gusta de uno mismo– es de valientes.

De todos modos, la Sra. March está como una chiva. Cree que todo el mundo está en su contra, ¡pero vamos a ver!

(Ríe) Sí, está fatal. Tiene algunos problemillas. Es que es de primero de terapia: quizá no son los demás, probablemente seas tú.

La mente es una gran enemiga y es complicada de controlar.

Sí, y pedir ayuda cuesta mucho. Hace falta coraje para ir a un psiquiatra o psicólogo, por mucho que ahora lo hablemos.

La señora March va a ser película, ha comprado los derechos Elisabeth Moss. ¿Cómo se gesta aquello?

En EEUU el agente literario hace de intermediario con los editores, pero también manda los manuscritos a representantes, productores o directores como un año antes de la publicación para que lo puedan leer. Elisabeth lo leyó, le gustó y se lanzó a comprar los derechos. Así fue, no hubo más. Hablamos, tuvimos una conversación sobre la visión que tenemos de la historia, cómo lo adaptaríamos y conectamos.

¿Cómo es la relación ella?

No te diré que somos amigas, pero es una relación simpática y de una cierta amistad. Te diré que compartimos un grupo de WhatsApp bastante cachondo y que, además, hizo el test de Harry Potter a ver qué casa le tocaba. Madre mía, esto es muy friki, pobre mujer lo que le hago hacer. (Ríe) Elisabeth es amable y muy generosa.

¿Harás el guion?

En principio, sí. Nunca se sabe, vivo con miedo de recibir un mail de Elisabeth y que me diga que no lo hago o, peor aún, que lo quiere en una semana. (Ríe) ¡Ahora mismo vivo acojonada con este asunto! Eso sí, bueno, trabajo mejor bajo presión y soy de esas a las que les encanta perder el tiempo. A veces me pregunto: ¿Llevo dos horas viendo fotos de Orlando Bloom? No puede ser… No sé de dónde saca la gente tiempo para estar siempre perfecta y fitness. Es un misterio para mí. (Reímos)

@MaríaVillardón

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