Pérez-Reverte: «Una mujer no tiene retaguardia, ha sido siempre víctima, botín, del hombre»
Su nombre no necesita más explicación: Arturo Pérez-Reverte. Grande de la literatura, referente internacional, uno de los pocos. Es la letra T de la RAE, de la que es académico desde 2003. Maestro de las letras. Su pluma es fina; su mirada, poliédrica, pausada, reflexiva. Con ella da vida a novelas armadas con finos detalles que se tejen con una perfección casi matemática. Por eso, cuenta con más de 20 millones de lectores en todo el mundo.
Ahora su torrente literario resuena con La isla de la mujer dormida. Hablándonos de ella y de Lena Katelios, mujer cargada de rencores, hastiada, rota, y sin embargo fuerte. Tan revertiana, pero con un ingrediente nuevo: derrotada. Confiesa que quien le ha dado una visión del mundo más real, más ecuánime, más profunda, más dolorosa, más trágica, más descarnada, han sido las mujeres.
Se dio cuenta de que la mujer se mueve en un territorio distinto al del hombre, «la mujer que sobrevive tiene más mérito que un hombre que sobrevive porque el hombre tiene infinidad de mecanismos compensatorios». Lo hizo cuando muy joven observó a la mujer como soldado perdido en territorio enemigo, incluso inconsciente en un mundo hostil. Ahí empezó a mirarlas con más respeto. Entendió que no hay nada más superior para un hombre que la mirada de una mujer superior que lo ama y nada más terrible que el desprecio de una mujer que lo desprecia.
Reconoce que las mayores lecciones se las han dado las guerras, los amigos y las mujeres. «Una mujer no tiene retaguardia, ha sido siempre víctima, botín, del hombre», dice. Por eso, tiene tanta admiración por las mujeres que dicen no y tanta comprensión con las mujeres que claudican. «La vida me ha enseñado a verlo así, a no poner etiquetas, a intentar comprender. Cuando uno se fija, siempre acaba comprendiendo».