«Lo esnob ya no es usar cocaína, sino poder pagar la rehabilitación»: el fenómeno social del que nadie habla
David López Canales publica '¿Un rayita?', un ensayo sobre el consumo de cocaína en España, el país donde más se consume de Europa
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Escritor y guionista. David López Canales publica ¿Un rayita? Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello (Anagrama), un ensayo breve –algo más de 100 páginas– donde expone de una manera perfectamente sintetizada el fenómeno del consumo de cocaína, el silencio que hay alrededor, y cómo ha pasado de ser una droga de las élites y la alta sociedad a sumergirse en todos los estamentos de la piramide social.
Hoy un gramo cuesta 60 euros, en los años 80 costaba 10.000 pesetas. Es decir, cuesta lo mismo y todo Dios puede acceder a ella casi sin problema. El autor relata cómo en el contraste de la heroína con la cocaína, la primera sale perdiendo por la gran crisis de salud pública que supuso, sobre todo cuando a finales de los 80 y principios de los 90 no paraba de morir gente. La heroína era de pringados, la cocaína de yupis.
López Canales expone, además, que en este momento lo verdaderamente esnob no es meterte una raya de coca, sino poder pagar un centro de rehabilitación. Los hombres consumen el triple de coca que las mujeres, pero éstas consumen más ansiolíticos que ellos. Este es el fenómeno de la epidemia blanca en España
El apellido de este libro es: Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello. ¿Has logrado llegar a una conclusión final?
No sé si la conclusión es final o intermedia. La gente que consume cocaína, que son miles de personas, ya sea de una forma compulsiva o esporádicamente como ocio, no habla de ello si no está entre consumidores por la imagen del estigma social del consumidor de drogas, que todavía perdura porque está fuera de las conversaciones. Y porque, además, políticamente es un tema complejo.
Creo que los políticos son cobardes porque no quieren afrontar el problema con una visión realista por todo lo que implica, ya que si sacas el tema es posible que otros te acusen de estar haciendo apología de las drogas. Y, además, creo que hay una parte del consumo de drogas o de sustancias, digamos, por no referirme sólo a las ilegales, que tiene que ver con la sociedad en la que vivimos y con unos problemas generalizados que al final son también responsabilidad de los políticos. Por tanto, creo que atajar este problema es muy espinoso.
«En la comparativa de la heroína y la cocaína en los años 80 y 90, la imagen social de ésta salió beneficiada»
Es un tema sensible, es verdad; pero ¿acaso es posible plantear una problemática del consumo de drogas en España desde una tribuna política siendo coherente y sin doble moral? Tampoco sabemos qué uso hacen de las drogas los políticos…
Bueno, hay algún ejemplo. Sin querer hacer leña del árbol caído, el caso Errejón dejó al descubierto que esta persona consumía bastante y de forma compulsiva, algo que han dicho desde su propio partido y ha salido en diferentes sitios. Imagino que habrá más políticos que lo hacen, pero no sé si me parece muy interesante llevarlo a este terreno, al de los políticos, porque se trata de un problema mucho más amplio. Hay 13 o 14 personas de cada 100 en España que afirman haberla aprobado al menos una vez en su vida.
Me refería más bien a la doble moral de los políticos de pretender erradicar o atajar un problema mientras contribuyen a que ese problema exista. Es decir, si pretendes prohibir o reducir el consumo de cocaína entre la gente, porque lo consideras un problema, y a la misma vez eres consumidor, fijo o esporádico, y, además, no reconoces que lo haces es complicado que puedas dar lecciones o proponer ideas.
Sí, probablemente, y no reconocer que se consume para que no se le acuse de consumir debido a ese estigma social. No sé si ahí hay doble moral, quizá no lo veo de una forma tan clara como tú lo planteas, porque tampoco sería sacar el tema como para dar lecciones, sino para enfocar el asunto con realismo y abordar el fenómeno como lo que es.
«Cuando la cocaína llega a España, es un producto sólo para las élites»
Haces mención a un artículo publicado en El País en 1982 que se titula: El gusto por la cocaína, un signo externo de riqueza, donde se escribe: «La coca tiene un público muy especial: los que consideran que un plato de cocaína en un fin de fiesta es, además de snob, un signo externo de riqueza, como el caviar rojo, en champán francés o los coches deportivos caros». Cuando lo leí, pensé que no era real y sí… sí lo es.
Sí, es real. Tampoco creo que este trato fuera el generalizado en la prensa de los años 80. Creo que este artículo se publicó en un momento determinado de desconocimiento, pero que para mí reflejaba muy bien la imagen que tenía la cocaína cuando llegó a España en esa época. Era un producto sólo para las élites, como dice el artículo, un signo externo de riqueza que se compara al caviar o al champán, y encima con la idea de que no es especialmente nocivo.
Efectivamente, dice de manera textual que «es un fuerte estimulante que no crea dependencia física y del que se asegura se puede prescindir con un poco de esfuerzo».
Así lo dice. Pero esa visión ha cambiado desde el año 1982, que acaba de llegar la cocaína, la heroína aún no ha tenido el impacto que va a tener a finales de esa década y, sobre todo, a principios de los 90. Digamos que no existe realmente todavía una imagen sobre las drogas y que aún van a tardar todavía diez años en empezar a hacerse los anuncios del ‘No a las drogas’.
Unos anuncios que ya no se hacen o, al menos, no se ven tanto como antes. O yo no los veo, eh, todo es posible. Pero recuerdo el spot del gusano entrando por la nariz como si fuera ahora mismo.
Creo que ese tipo de campañas no se han vuelto a hacer. No sé si funcionaban o no, pero creo que el mensaje no era bueno y que era un mensaje equivocado porque es una propaganda del prohibicionismo como modelo único. Y sobre todo por el mensaje, luego la gente se metía una raya y no le pasaba nada, y todo ese mensaje ya dejaba de tener efecto para aquel que quería y decía sí a las drogas.
Pero, sí, es verdad que desde entonces no se han vuelto a hacer campañas así. Y eso que el consumo de los años 80 y 90 hasta ahora, se ha multiplicado por seis o siete. El dato de la gente que ha probado la cocaína en España se ha triplicado en los últimos 15 – 20 años, y cuando escribí yo este libro, que lo entregué en febrero, que tenía los datos del año anterior, eran 12 de cada 100 personas. Hace unas semanas, ha salido el último dato del Plan Nacional de Drogas, la cifra ya estaba entre 13 – 14 personas de cada 100.
«El dato de la gente que ha probado la cocaína en España se ha triplicado en los últimos 15 – 20 años»
¿Más o menos a qué edad se señala que comienza el consumo?
Según la misma fuente, se sabe, por ejemplo, que la edad media de inicio de consumo de cocaína son los 21 años. Y también se conoce que los hombres consumen el triple de cocaína que las mujeres, y que la franja de mayor consumo está entre los 35 y los 45 – 50 años, que está por encima del 5% de la población, no los que lo han probado, sino los que lo han consumido en el año previo.
Para los expertos, que yo no lo soy, yo sólo soy alguien que intenta hacer una fotografía de un fenómeno que tiene muchas caras, que es lo que me interesa, y el silencio frente a ello, el dato de cuánta gente afirma haberla probado a lo largo de su vida no es importante. A mí eso me llama la atención, pero para ellos lo que importa más es ver quién tiene un consumo sostenido en el tiempo, no el que se haya metido una raya de repente.
Por tanto, el dato del consumo más interesante para los expertos es el de la gente que lo ha consumido el año previo, donde está esa generación de entre los 35, 45, 50 años, y que es la que más consume. Sin embargo, a mí el dato que me interesa, y es el que me ayuda a entender el fenómeno de que España sea el país del mundo en el que más gente ha probado la cocaína.
Una de las razones que se aducen para justificar que España es campeón en consumo es que se trata de un país de entrada de cocaína a Europa. Pero las cifras de consumo, por ejemplo, son infinitamente más bajas en Portugal.
Sí, porque ese es el reduccionismo que se hace desde la política y que se ha hecho históricamente. Es decir, en España se consume mucha más cocaína que en otros países europeos y figura siempre en los primeros puestos del ránking de consumo, dicen, porque es puerto de entrada hoy y lo ha sido desde los años 80, que empezaba a llegar a través de Colombia a Galicia; pero luego, cuando vas más allá, ves casos como el de Portugal, un país que tiene las fronteras abiertas en el mismo territorio, pero que consume mucho menos.
Podemos fijarnos, además, en la comparación entre incautaciones y consumo. Podemos entender que el aumento de las incautaciones de cocaína, como está pasando este último año, que están disparadas, no sólo significa que las acciones de las Fuerzas de Seguridad tengan una mayor efectividad a la hora de desmantelar operaciones de narcotraficantes, también significa que cada vez está entrando más cocaína. Pero la comparativa entre incautaciones y consumo no es pareja. Es decir, si hay más incautaciones es porque está entrando más droga y mayor disponibilidad de la misma, pero no hay mayor consumo por ello, por lo tanto, eso de que somos el puerto de entrada como único argumento no sirve.
«En este momento, la generación de entre los 35 hasta los 50 años es la que más cocaína toma»
Haces alusión, además, a la perversión del lenguaje cuando hablamos de la heroína y la cocaína. «Los pringados son los de la heroína, la cocaína es de yupis», escribes.
Fíjate, la cocaína era el signo externo de riqueza que decía El País en el 82, frente al yonqui con chándal y sin dientes de finales de los años 80. En esa comparativa con la heroína, como intento explicar en el libro, que sí que creó una crisis de salud pública y una epidemia, con sobredosis, contagios, sida, etcétera, etcétera, incluso tenía relación con el crimen y la marginalidad; la cocaína salió beneficiada.
Pero no sólo por la imagen social, sino también por la imagen del impacto de lo que supuso, la cocaína no tuvo el mismo el impacto negativo en la sociedad, y eso ha hecho que la imagen de la cocaína y la heroína, que podían estar aparejadas con esas campañas del ‘No a las drogas’ o ‘Las drogas te matan’, se distanciaran y tuvieran una proyección social completamente diferente, que es la que ha ido progresando con los años hasta llegar a la situación en la que estamos ahora.
La inflación se dispara, el coste de la vida se eleva, la cesta de la compra y el precio del alquiler no paran de escalar; pero el gramo de cocaína costaba 10.000 pesetas en los años 80 y hoy, 2025, cuesta 60 euros. Es decir, lo mismo. Pero, además, ahora lo que realmente es de alta sociedad no es el consumo; sino el poder pagar centros de rehabilitación.
Claro, el sistema público de salud no está preparado para tratar las adicciones, igual que no está preparado para todos los temas de salud mental existentes, como la depresión o la ansiedad, etc. Unos problemas que hoy están disparados entre la sociedad. Por tanto, aquel que va al sistema público a tratar su problema de adicción puede quedar medio olvidado. La única salida es ir a clínicas privadas que cuestan un pastizal y que, realmente, sólo las pueden pagar unos pocos adinerados.
«Creo que la cocaína se ha convertido en un producto más de una sociedad de hiperconsumo»
Los últimos datos del Plan Nacional de Drogas sitúan el consumo del alcohol como la droga legal más extendida entre la población de entre 15 y 64 años, y es la adicción de la que más se rehabilita la gente. Concretamente, la red de adicciones señala que casi 28.000 personas se incorporaron en el último año a tratamientos por adicción al alcohol.
Sí, es la sustancia legal que más problemas sigue generando, luego por debajo, a bastante distancia todavía, está la cocaína, sobre todo porque rehabilitarse es muy caro. El precio puede ir desde los 2.000 euros hasta los 10.000 euros mensuales, dependiendo de la clínica.
Un dineral que no afecta al precio del gramo.
No ha variado nada, es verdad. Algo que también ha contribuido a esa normalización de ese consumo. Ya no hace falta tener un gran poder adquisitivo para comprarla y consumirla, ya no es una sustancia de ricos, como decía El País en 1982, ahora una persona con un poder económico medio, normal, incluso bajo, puede acceder y tiene capacidad para poder comprarla.
Eso también dice mucho de los volúmenes de crecimiento de la oferta. Al final esto es un mercado, ilegal y opaco, pero un mercado que responde a la oferta y la demanda. Es decir, si no hubiera una demanda no habría oferta, y como hay mucha más oferta que demanda, pues los precios no suben. Datos de Naciones Unidas señalan que en los últimos 15 años se ha triplicado la producción mundial de cocaína, superando las 3.000 toneladas al año, lo que significa que hay mucha más oferta, con lo cual tampoco pueden subir los precios porque no la venderían.
Sobre el silencio y las bromas, escribes: «De la coca no se habla, pero si se hacen bromas y guiños con ella, lo que prueba que está ahí».
Sí, claro. Lo veo mucho en grupos de WhatsApp, donde se mandan memes y bromas sobre el uso de la cocaína o en las redes sociales alusiones a si Albert Rivera la consumía o no, por ejemplo. Y eso, al igual que otros guiños publicitarios que también conocemos. A mí eso me llama mucho la atención, porque como tú, yo también crecí viendo aquellas campañas durísimas, pero hemos pasado del gusano que te devoraba el cerebro a hacer chistecitos, y a mí me parece que en ese proceso ha habido una normalización, una extensión y una integración de la cocaína en la sociedad. Creo, además, que también hay una banalización y una trivialización a su alrededor, es como si hubiéramos perdido la conciencia de lo que realmente es y los riesgos que puede llegar a tener un consumo desbordado o problemático.
«La única salida es ir a clínicas privadas que cuestan un pastizal y que, realmente, sólo las pueden pagar unos pocos adinerados»
Dedicas un espacio extenso también a esa frase de ‘Work Hard, Play Hard’. Trabajar muy duro y esforzarnos mucho, produciendo al máximo en el sistema capitalista, que además nos empuja a ser competitivos incluso con nosotros mismos, para más tarde tener una recompensa brutal y superlativa. Algo así como diciéndonos a nosotros mismos: «Me lo merezco».
Creo que vivimos en una sociedad que busca emociones y experiencias fuertes y novedosas, y placer sobre todas las cosas; mientras rechazamos todo lo que sea dolor. Así que nos evadimos de nosotros mismos, de la familia, de los trabajos, o de todo. Y, en este sentido, creo que la cocaína es perfecta para eso, porque, por un lado, de alguna forma, no pierdes el control como sí pasa con otras sustancias, y por el otro, recibes un chute de dopamina que hace que te sientas muy bien contigo mismo. Como digo en el libro, te hace creerte la mejor versión de ti mismo.
Y luego, además, creo que es una droga súper egocéntrica porque te convierte en el centro del mundo. Y eso hoy día, en esta sociedad tan narcisista y tan individualista, hace que la cocaína se una droga muy simbólica del modelo que vivimos. Esto no lo puse en el libro, es una reflexión que he pensado más tarde, creo que es una droga muy egocéntrica porque te metes una raya, te crees el rey del mundo y, además, ya puedes estar dándole la turra a todos los que tienes alrededor. Te crees el mejor y capaz de todo, algo súper simbólico del individualismo que vivimos hoy. No sé qué opinas tú.
Sí, es posible. Además, el problema es que es una autopercepción que tienes de ti mismo, no que sea la realidad. Por lo que, sin ser yo experta, la cocaína termina dominándote a ti y no al revés. Por eso es una droga egocéntrica, como tú dices, porque ves tu realidad y tu mejor versión, creyendo que se la tienes que ofrecer a los demás sin discusión.
Sí, una versión de ti mismo; pero además sobrestimulado y acelerado, donde los demás no hablan ni comparten porque no escuchas al creerte el centro del universo.
El consumo es una forma de alterar de forma química el funcionamiento normal del sistema nervioso, buscando una evasión de vidas que no están llenas, quizá.
Sí. No creo que haya una inconsciencia general de todos los que consumen cocaína, se conocen los riesgos que entraña, pero sí que creo que se ha convertido en un producto más de una sociedad de hiperconsumo. Igual te metes una raya que te vas a una cata de vinos y te hinchas a vino o estás buscando los mejores restaurantes para ponerte hasta arriba o buscar experiencias novedosas de manera contínua. Por tanto, creo que se ha quedado hoy día como un producto más de ocio.
«Los hombres consumen el triple de cocaína que las mujeres»
Aunque es una línea vaga porque hay quienes la toman fuera para trabajar, ahí desaparece esa barrera que separa el ocio del problema.
Hay mucha gente que la consume a diario para trabajar. Por eso digo que se trata de una droga que responde muy bien al tipo de sociedad y al modo de vida que llevamos, ya que te acelera y te da energía. Se sabe que la hoja de coca mascada se ha tomado durante siglos en América Latina, en las tierras incas ya se sabía que te quitaba el hambre y el sueño, y te daba energía y fuerza. Hoy la cocaína sigue manteniendo esos efectos, con lo cual es perfecto para el que quiere producir más en la sociedad de máxima producción de hoy y para el que quiere sentirse la mejor versión de sí mismo o el ombligo del mundo.
Frente al prohibicionismo dedicas una parte importante a estrategias de reducción del daño o reducción de riesgos del consumo, una estrategia que también se propone cuando se habla de tabaco, por ejemplo. ¿En qué consiste esto?
En el tabaco también las medidas se reducen a prohibir, se han impuesto normas un poco de convivencia, algunas forzadas; pero creo que se han hecho más cosas que con el consumo de cocaína y sobre otras drogas, es que no se ha hecho absolutamente nada, ni siquiera para educar en el consumo.
La reducción de riesgos es una alternativa al prohibicionismo que consideraba a todos los consumidores como adictos y/o criminales y había que perseguirlos. Lo que plantea es una visión realista del fenómeno, ya que no todos los consumidores son adictos. De hecho, hay un dato muy interesante que se contempla en el propio Plan Nacional sobre Drogas: los expertos consideran un consumo problemático aquel que excede de 30 días al año. Ellos mismos desde el Ministerio de Sanidad, están diciendo que el que no toma cocaína más de 30 días al año no es un consumo problemático. Eso ya es bastante revelador y denota que hay diferentes consumos, desde el esporádico de ocio, que no significa que la cocaína sea buena, pero que seguramente, salvo que pase algo raro, no te va a matar ni a causar un daño, hasta el consumo con impacto en el cerebro y que sí crea una adicción. Pero entre todo eso creo que hay un margen muy amplio. La reducción de riesgos lo que intenta es entender eso y saber que nunca se va a producir el consumo cero, porque, al final, cada año se consume más y el que lo quiere consumir por placer o porque o por obligación, o porque le da la gana o por la razón que sea, lo va a seguir consumiendo.
Se trata de intentar reducir ese consumo, de educar a la gente en el consumo para que sea lo menos nocivo posible y de dar salidas al que tiene un problema a través de la sanidad pública y de enfocar el modelo de una forma realista, o incluso de informar también, no ya sólo sobre los riesgos que tiene para tu salud consumirla, sino que yo creo que sería muy interesante también informar de la complicidad que supone el consumo, por ejemplo, de cocaína, no de otras drogas con las organizaciones criminales y con el impacto que tiene en países como los latinoamericanos donde se produce.
«Buscamos el placer sobre todas las cosas; mientras rechazamos todo lo que sea dolor»
Curiosamente, con respecto a esto último que dices, no recuerdo ahora quién es la actriz que ella misma confiesa que toma cocaína y que cuando se entera de lo que hay detrás deja de tomarla…
Es Helen Mirren. Ella cuenta que consume cocaína y lo hace en los años 80, en un momento en el que se detiene a Klaus Barbie y lo extraditan a Francia, Allí se le juzga y se le condena. Un momento, además, en el que también se conoce que había estado involucrado con una red de tráfico de cocaína, de la que también formaba parte Pablo Escobar.
Ahí es cuando Helen Mirren se dice: ‘Oye, es que esto es un negocio en el que hay detrás hasta un criminal nazi, líder del nazismo en Lyon donde había exterminado a centenares de personas’. Ella, y lo ha contado ella misma, que en ese momento deja de consumir porque vio todo lo que implicaba.
No sé si el enterarnos y saber todo lo que hay detrás nos frenaría, no estoy seguro, quizá aunque lo sepamos no dar igual. Con todo esto del consumo sostenible y con el impacto que dejamos somos muy egoístas y queda muy bonito en las redes sociales; pero cuando algo nos afecta directamente o cuando queremos consumirlo, nos da igual el impacto que tenga.
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