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Aunque el Sol se encuentra a unos 150 millones de kilómetros, sus llamaradas afectan a la Tierra. Eso se puede sentir con el calor de un mediodía de verano o con las alertas por radiación ultravioleta que aparecen cada cierto tiempo. Pero hay algo que no se había entendido durante décadas y que hoy empieza a tomar más forma: la temperatura real de estas explosiones solares.
Un nuevo estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters, firmado por investigadores de la Universidad de St Andrews, desmonta lo que hasta ahora se daba por sentado en la física solar. Según sus datos, las llamaradas solares calientan las partículas hasta 6,5 veces más de lo que se había estimado anteriormente.
Este no es un dato menor, los 10 millones de grados Kelvin que se solían atribuir a estos eventos se quedan muy cortos frente a los más de 60 millones que podrían alcanzar ciertos iones en el proceso.
Descubren que las llamaradas del Sol son mucho más calientes de lo que se pensaba
La clave está en cómo se distribuye el calor entre los componentes del plasma solar. Hasta ahora se asumía que los electrones y los iones alcanzaban temperaturas similares durante las llamaradas. Sin embargo, según el estudio liderado por el Dr. Alexander Russell, los iones reciben mucho más calor que los electrones. Esto, que ya se había observado en otras regiones del espacio, no se había aplicado al caso de las llamaradas solares. Hasta ahora.
El equipo recurrió a observaciones previas, simulaciones por ordenador y teorías sobre reconexión magnética, un fenómeno que ocurre cuando las líneas de campo magnético se reorganizan violentamente y liberan energía de forma súbita. Con este enfoque, los autores demuestran que el calentamiento de los iones supera en más de seis veces al de los electrones, algo que cambia radicalmente la forma en que se entiende el comportamiento térmico del plasma solar.
No obstante, este hallazgo no sólo cambia las cifras de temperatura. También aporta una explicación más clara al ancho inusual de las líneas espectrales que emiten las llamaradas, un misterio que llevaba décadas desconcertando a la comunidad científica.
Según el estudio, estas líneas no deben su forma únicamente a movimientos turbulentos, como se pensaba. El calor extremo de los iones podría ser el verdadero responsable.
El Sol como laboratorio de física extrema
Lo interesante de este nuevo enfoque es que coloca al Sol como un banco de pruebas natural para fenómenos físicos que también se observan en el viento solar, en la magnetosfera terrestre y en otras regiones del espacio.
Según los autores, el hecho de que estas relaciones de temperatura entre electrones e iones se repitan en distintos contextos sugiere que estamos ante una ley universal del comportamiento del plasma.
Asimismo, el estudio destaca que en las primeras fases de una llamarada (antes de que el plasma se condense y aumente su densidad) el intercambio de calor entre partículas es muy lento. Esto permite que las diferencias térmicas entre iones y electrones duren más de lo que se pensaba, manteniéndose activas durante varios minutos.