El Sol está cambiando y no hay vuelta atrás: el aviso de la NASA para el que no estamos preparados


Desde la antigüedad, la humanidad es consciente de que el Sol es el auténtico motor de la vida en la Tierra. Sin embargo, lo que a simple vista parece una estrella estable y predecible es en realidad un astro sujeto a variaciones periódicas y repentinas que los científicos aún tratan comprender. En los últimos años, una investigación de la NASA ha confirmado que el Sol está mostrando un repunte sostenido de actividad. Este cambio, descrito por los investigadores como una señal de que el Sol está «despertando», podría tener consecuencias significativas tanto para la Tierra como para el desarrollo de la exploración espacial.
Desde mediados del siglo XX, los astrónomos han identificado un ciclo de aproximadamente 11 años en la actividad solar y, tras el mínimo solar de 2008, la comunidad científica asumió que el Sol entraba en un período de calma. Sin embargo, los últimos datos han sorprendido a los investigadores, ya que el astro rey ha intensificado su actividad.
El estudio de la NASA que lo cambió todo
El hallazgo fue presentado en un artículo de The Astrophysical Journal Letters de la mano un equipo liderado por Jamie Jasinski, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA. Los investigadores analizaron series temporales de parámetros solares recopilados en la plataforma OMNIWeb Plus, una base de datos del Centro de Vuelo Espacial Goddard que reúne información de múltiples misiones, como el Explorador de Composición Avanzada (ACE) y el satélite Wind.
Los resultados son claros: entre 2008 y 2025, las mediciones reflejan un aumento de la velocidad del viento solar en torno a un 6%, un incremento de su densidad de aproximadamente 26% y una subida de la temperatura cercana al 29%. A estos datos se suman variaciones más notables: la presión dinámica se ha elevado un 34%, la presión térmica un 45% y el flujo de energía un 40%.
El campo magnético interplanetario también ha mostrado cambios significativos: la magnitud general ha crecido un 31%, y el componente radial, un 33%. En palabras de Jasinski: «Todo apuntaba a que el Sol entraría en una fase prolongada de baja actividad. Así que fue una sorpresa ver que esa tendencia se revirtió. El Sol está despertando lentamente».
Lo que en realidad describen los científicos es un aumento en la cantidad de energía y partículas que el Sol expulsa al espacio. Cuando la actividad solar se intensifica, el viento solar, formado por partículas cargadas como protones y electrones, se vuelve más denso y rápido. Asimismo, las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal (CME) se vuelven más frecuentes y potentes, liberando enormes cantidades de energía.
Para la Tierra, estos cambios no implican un riesgo inmediato, pero sí representan un gran desafío para las infraestructuras modernas. El GPS y otras tecnologías de posicionamiento pueden sufrir errores temporales por la alteración de las señales de radio.
La NASA, junto a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), ha desplegado una flota de misiones para vigilar continuamente la actividad solar. Entre ellas destacan ACE, Wind, el Observatorio Geocorona de Carruthers y la futura misión IMAP (Interstellar Mapping and Acceleration Probe), que ofrecerá datos sin precedentes sobre la interacción entre el viento solar y el medio interestelar.
«Desconocemos realmente por qué el Sol experimentó un mínimo de 40 años a partir de 1790. Las tendencias a largo plazo son mucho menos predecibles y aún no las comprendemos del todo.Pero la tendencia a la disminución del viento solar cesó, y desde entonces los parámetros del plasma y del campo magnético han aumentado de forma constante», afirmó Jasinski.
Evento Carrington
El Evento Carrington, que tuvo lugar en septiembre de 1859, es considerado la tormenta solar más intensa registrada en la historia moderna. Su nombre proviene del astrónomo británico Richard Carrington, quien observó una poderosa erupción solar que liberó una enorme eyección de masa coronal (CME) dirigida hacia la Tierra.
Apenas 17 horas después, las partículas energéticas alcanzaron la Tierra. Las auroras boreales y australes se hicieron visibles en latitudes insólitas, desde el Caribe hasta el sur de Europa, y se registraron incendios en oficinas de telégrafo, entre otras muchas consecuencias. Si un evento de esta magnitud ocurriera hoy, podría afectar gravemente satélites, redes eléctricas y sistemas de navegación.
«Cerca de 17 horas más tarde, nuestro planeta recibió la embestida de miles de millones de toneladas de plasma solar. El evento interrumpió los sistemas telegráficos globales. El problema es que en el siglo XIX, los telégrafos eran entonces la gran red de comunicaciones de la época y se produjeron situaciones insólitas en todo el mundo; algunos llegaron a incendiarse, mientras los operadores sufrían descargas eléctricas. La red de telégrafos se cayó durante 14 horas en toda Europa y en Estados Unidos, y, para sorpresa de todos, debido a la sobrecarga de electricidad en la atmósfera, algunos telégrafos enviaban mensajes de larga distancia sin la ayuda de las baterías», recoge National Geographic.
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