Estudio

Las elecciones aleatorias de los bebés sientan las bases para sus gustos futuros

Un estudio de la universidad John Hopkins ha analizado de qué manera las elecciones de los bebés al elegir juguetes puede estar relacionados con sus gustos en el futuro.

elecciones bebés
Descubre de qué modo las elecciones del bebé pueden tener relación con sus gustos cuando sean adultos

Los bebés como cualquier otra persona tienen su propio gusto aunque no lo parezca. De hecho parece incluso que las elecciones al azar que hacen los bebés cuando por ejemplo escogen un peluche en una habitación llena de muñecos, tienen mucho que ver con sus gustos en el futuro.

En la práctica, aunque a los ojos de los padres las elecciones de los bebés parezcan aleatorias, ligadas a factores estéticos o quizás a una característica cromática, en realidad parece que en esa decisión que toma el niño hay un destello sobre el gusto del futuro y que esa elección ligada a la inspiración del momento sienta las bases de uno de los sesgos cognitivos fundadores de la psicología humana.

Las elecciones aleatorias de los bebés sientan las bases para sus gustos futuros

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Así lo asegura un estudio publicado por investigadores de la Universidad Johns Hopkins en la revista Psychologycal Science en el que se destaca cómo ciertas elecciones aleatorias hechas por niños de entre 10 y 20 meses son de gran valor. Y que, de hecho, incluso si se hacen con total azar, ese muñeco tiene un color más brillante, es más grande, más vistoso, son precisamente esas elecciones las que tienden a cristalizar en preferencias reales en la vida diaria del niño cuando es mayor. Como ejemplo ponen el en que el bebé de 10 meses acabe con un peluche verde, aunque en un principio buscaba uno rosado: sucede porque en ocasiones su mano se guía por diversos factores como la comodidad para encontrar el juguete, o que sea más o menos detallado. En resumen, en esa edad psicológica los niños hacen elecciones mayoritariamente aleatorias que los investigadores han utilizado como punto de partida para comprender si, incluso como adultos, solo elegimos cosas que nos gustan, o las cosas nos gustan una vez las hemos elegido.

Según los investigadores, existe un sesgo cognitivo que gobierna la idea de que las elecciones aleatorias de los niños no tienen valor en su crecimiento psicológico. De hecho, los adultos tienden a creer que solo eligen cosas que aman o que les gustan. Y en consecuencia, no eligen cosas que creen que no aman. Pero esto es sólo un patrón mental, porque a menudo tomamos decisiones arbitrarias que nos llevan a probar cosas nuevas de las que no tenemos experiencia y que finalmente caen dentro de nuestros gustos y preferencias «oficiales».

Cómo se desarrolló el estudio

Los estudiosos están tratando de entender a qué edad de desarrollo deben volver a captar los orígenes de este sesgo y lo han identificado precisamente en el rango de edad que va entre los 10 y los 20 meses y en todo caso en niños de dos o tres años como máximo. Pero, ¿cómo resolvieron los investigadores esto con niños tan pequeños? El experimento involucró a los más pequeños en un laboratorio, donde los expertos los pusieron frente a dos opciones de igual entidad a sus ojos, dos conjuntos de construcciones blandas. Los niños podían gatear para encontrar su juego elegido, una acción completamente aleatoria dada su edad. Después de elegir uno u otro conjunto, los investigadores agregaron un nuevo juego a la imagen para aumentar la dificultad de toma de decisiones de los niños.

La elección de los niños se orientó sistemáticamente al nuevo objeto y no a la diferencia entre los dos anteriores. Sin tan siquiera pensar en darle una segunda oportunidad, habiéndolo excluido previamente. Y aquí mismo se muestra el sesgo que los acompañará como adultos y que empuja a los adultos a no amar las cosas que no eligen, aunque nunca hayan pensado realmente si les gusta o no.

Para los investigadores, los niños que se enfrentan a una situación fácil de manejar cuando la elección está entre dos juegos de la misma entidad, dado que tienden a elegir al azar y volver al otro juego incluso más tarde. Pero si el panorama es complicado, no vuelven sobre sus pasos y no tienden a optar por lo que inicialmente descartaron. Este es un sesgo cognitivo que mueve muchas de nuestras acciones como adultos y que se vuelve significativo y arquetípico incluso en niños tan pequeños.

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