Obesidad Infantil

Obesidad infantil: esto es lo que recomiendan los nutricionistas para prevenirla desde la primera infancia

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Blanca Espada

La obesidad infantil en España no deja de crecer y ya afecta a cifras alarmantes: según el último informe ALADINO (2024), el 40,6% de los niños de entre 6 y 9 años tienen exceso de peso. De ellos, un 23,3% presenta sobrepeso y un preocupante 17,3% sufre obesidad. Estas cifras colocan a España entre los países europeos con mayores tasas de obesidad infantil, lo que convierte este problema en una verdadera emergencia sanitaria que demanda acción inmediata desde los primeros años de vida.

Aunque muchas veces se asocia la obesidad con hábitos adquiridos en la adolescencia o en la edad adulta, los expertos insisten en que la prevención empieza desde la cuna. La Dra. Marta Cristina Sanabria, pediatra nutrióloga, subraya que «una alimentación adecuada en la infancia no sólo favorece un crecimiento saludable, sino que también es clave para prevenir enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2 o las enfermedades cardiovasculares». Para ello, resulta fundamental prestar atención a cada etapa del desarrollo nutricional del niño, empezando por los primeros meses de vida. De este modo, entre las medidas más eficaces, los nutricionistas destacan la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses, ya que proporciona todos los nutrientes necesarios para un desarrollo óptimo, al tiempo que regula el apetito de forma natural.

A partir de ese momento, el inicio de la alimentación complementaria se convierte en un momento decisivo para enseñar a los más pequeños a relacionarse de forma saludable con la comida, evitando productos ultraprocesados, azúcares añadidos y hábitos que, con el tiempo, pueden derivar en complicaciones de salud.

Cómo prevenir la obesidad infantil desde la primera infancia

Muchos especialistas coinciden en que los primeros mil días de vida (desde la concepción hasta los dos años) son fundamentales para sentar las bases de la salud futura. Durante este periodo, el cuerpo y el cerebro del bebé se desarrollan a gran velocidad, y la alimentación tiene un papel esencial.

Introducir alimentos de manera gradual, observar las señales de hambre y saciedad del bebé, y fomentar una alimentación variada y equilibrada son claves para evitar el desarrollo de malos hábitos. Además, este periodo es una oportunidad para que los niños se familiaricen con sabores naturales y texturas diferentes, desarrollando una buena aceptación de frutas, verduras, cereales integrales y proteínas magras.

A esto se suma el aspecto emocional: el momento de comer también debe asociarse con seguridad, disfrute y calma. Evitar gritos, prisas o chantajes en la mesa ayuda a que los pequeños aprendan a identificar el hambre real y a escuchar a su cuerpo.

Errores comunes en la alimentación infantil

Uno de los errores más habituales es recurrir a productos para niños que, en realidad, contienen altos niveles de azúcar, sal o grasas poco saludables. Galletas, batidos, zumos azucarados y bollería son alimentos que muchas familias ofrecen a diario sin ser plenamente conscientes de su impacto a largo plazo.

También es importante evitar obligar a los niños a terminar el plato si ya no tienen hambre. Esta práctica interfiere con la autorregulación natural del apetito y puede fomentar una relación emocional con la comida que derive en problemas de sobrepeso u obesidad.

Otro punto preocupante es el uso de pantallas durante las comidas. Muchos niños comen frente al televisor o con una tablet en la mano, lo que reduce la atención plena sobre lo que se consume y favorece la ingesta excesiva. Comer en familia, sin distracciones, permite reforzar hábitos positivos y mejora la calidad de la dieta.

Recomendaciones clave de los expertos

Fomentar la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y continuar con ella, junto con otros alimentos, hasta al menos los dos años.

  • Evitar alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas desde el inicio de la alimentación complementaria.
  • Incluir frutas, verduras, legumbres y cereales integrales desde los primeros meses, adaptando texturas y cantidades según la edad.
  • Establecer rutinas y horarios de comida, sin distracciones como pantallas.
  • Dar ejemplo en casa: los niños imitan lo que ven, por lo que una familia que come sano y con hábitos regulares es el mejor entorno posible.

Fomentar la participación del niño en la cocina, en la elección de alimentos y en la preparación de recetas que sean sencillas. Esto refuerza su interés y curiosidad por comer bien.

Un enfoque integral: más allá de la comida

Prevenir la obesidad infantil no se limita a lo que se pone en el plato. La promoción del juego activo, la reducción del sedentarismo (sobre todo frente a pantallas), el descanso adecuado y el entorno emocional también son pilares importantes para un desarrollo equilibrado.

En definitiva, la clave está en acompañar a los niños con paciencia y cariño, enseñándoles a disfrutar de una alimentación saludable sin prohibiciones extremas, pero sí con conciencia. Comer bien desde pequeños no es sólo cuestión de estética o de peso: es una inversión a largo plazo en salud, bienestar y calidad de vida.

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