Los beneficios de comerse la placenta humana
El titular te puede resultar tan sorprendente como “repugnante”, pero viene a mostrar una realidad. Más concretamente una “moda” que, en los últimos años, ha experimentado un notable crecimiento entre las mujeres que dan a luz, de modo especial entre las celebrities. Entre estas se encuentra, por ejemplo, la televisiva Kim Kardashian que a finales de 2015 parió a su segundo hijo, Saint, y que reconoció que se estaba comiendo la placenta a través de unas cápsulas que le habían fabricado con la misma.
Leyendo todo eso te puede parecer increíble que haya alguien que sea capaz de ingerir esa masa que se adhiere al útero durante el embarazo. Sin embargo, no lo es. Ten en cuenta que dentro del mundo de los mamíferos es una práctica habitual que las hembras se la coman después del alumbramiento.
Para que entiendas el porqué se recomienda comerla, sigue leyendo. A continuación te vamos a dar a conocer algunos de los argumentos que al respecto esgrimen doctores e investigadores expertos en la materia:
Evita hemorragias
De manera indiscutible uno de los principales aspectos a favor que se considera que tiene que la mujer proceda a tomar la placenta que ha expulsado durante el parto es que esa le va a ayudar a prevenir que pueda sufrir una hemorragia tras el mismo. Y es que, en algunos casos, es muy habitual que la ya mamá pierda demasiada sangre.
En concreto, se establece que eso lo consigue porque dicha masa contiene importantes niveles de vitamina K.
Favorece la lactancia
No sólo entre las famosas sino cada vez más entre las ciudadanas de a pie se toma la decisión de ingerir esa sustancia que nos ocupa como una manera de contribuir a mejorar la lactancia. En concreto, se considera que la misma contribuye a mejorar de manera notable lo que es la producción de leche, ya que incluye una hormona que responde al nombre de lactógeno placentario humano (HPL). De esta manera, cualquier parturienta que se anime a seguir esta “moda”, lo que estará haciendo es ayudar a que su bebé pueda disfrutar de una alimentación realmente sana y completa.
Reduce los riesgos de una depresión postparto
Aunque es cierto que, en estos momentos, se están realizando investigaciones para poder demostrarlo a ciencia cierta, se considera que otro de los beneficios que trae consigo ingerir la placenta es que ayuda a disminuir de forma contundente la posibilidad de sufrir una depresión postparto. En concreto se considera que esto es así porque dicha masa incluye lo que se conoce como hormonas hipofisiarias.
Impulsa la recuperación
En la lista de ventajas que se asocian a comer esa masa que se genera durante el embarazo está también que contribuye a que la mujer pueda recuperarse más rápido y mejor del parto. Quienes respaldan esa acción lo hacen argumentando lo siguiente:
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Reduce de manera clara los habituales dolores y contracciones que siente la fémina después del alumbramiento.
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Consigue fortalecer lo que son sus defensas.
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Le otorga mayor energía.
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Logra aumentar los niveles de hierro del cuerpo, que, por regla general, disminuyen considerablemente después del nacimiento del bebé.
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Contribuye, de igual modo, a que la elasticidad de la piel de la ya mamá también mejore, por lo que su aspecto se recuperará.
Otros datos de interés
Además de todo lo expuesto hasta ahora, es importante que tengamos en cuenta otra serie notable de aspectos relativos a la ingesta de la placenta:
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Esta “moda” se conoce también como placentofagia.
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Es importante establecer que actualmente no existe ningún estudio científico que pruebe realmente que comerse esa citada masa resulte beneficiosa para la parturienta.
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Quienes definen esta práctica reconocen que, además de los presuntos beneficios ya mencionados, también ayuda a fortalecer lo que es el apego y la vinculación afectiva entre madre e hijo.
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Hay que tener en cuenta que quienes han decidido llevar a cabo esa acción no han cogido la placenta y se la han puesto en un plato para comerla. No, no consiste en eso. Lo habitual en esos casos es que se tome un trozo y se mezcle con un zumo o bien que se utilice para elaborar cápsulas. Y es que de esta manera resultará menos “repugnante” comerla.
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Aunque es en estos momentos cuando más éxito está teniendo la práctica que nos ocupa, parece ser que ya comenzó a aparecer en la década de los años 70.
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Entre las declaraciones que se han publicado de mujeres que no han dudado en comerse la placenta, hay una coincidencia en la mayoría de los casos y es que tras ingerirla es habitual que se tengan “eructos placentarios” que resultan realmente desagradables.
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Además de las féminas que alaban las ventajas de esa práctica, también hay otras que exponen todo lo contrario. Entre estas últimas se encuentran madres que han reconocido que, a las pocas horas de tomar pastillas de placenta, tuvieron que hacerle frente a crisis nerviosas. Este sería el caso, por ejemplo, de la escritora Nancy Redd.