Tomás Baleztena, el oscurantista con clase

Hay sangre inglesa en Tomás Baleztena. Su padre, arquitecto, conoció a su madre en San Fermín. El hijo nació en Madrid, aunque se siente navarro. Hizo Bellas Artes en Inglaterra y luego en la Complutense. Sus primeros éxitos fueron retratos. Y su celebridad dio un salto cuando el Círculo del Liceo de Barcelona le encargó un retrato del rey Felipe VI para conmemorar el 175 aniversario del club.
Se trata de un retrato en claroscuro en el que prima más el interior del personaje que la forma: «Es más importante sacar la psicología de la persona que el propio parecido físico. Si sacas la psicología el parecido sale. El retrato va de dentro hacia fuera».
Eso intentaré hacer con el propio Tomás, un pelirrojo con barba con aspecto escocés, de los que han luchado en mil batallas, movimientos varoniles lo suficientemente finos para notáramos un origen familiar distinguido, eso tan difícil que se define como clase, y lo es. Para más señas he de contarles que llegó acompañando a Cristina Macaya jr, así que la velada a cuatro permitió descubrir recovecos de ese hombre aparentemente seguro, pero que como todos los grandes artistas tiene el alma frágil.
Con un alma dura se crea, pero no la gran belleza, aunque sea fea, que exige una obra de arte. El resto es pintura expandida sobre la tela o el papel, que no sirve porque no cambia nada. Cuando algo es bueno lo cambio todo a su alrededor y más allá. Esa noche en la buhardilla de San Felio supimos que era de origen pamplonica, con casa blasonada en pleno centro de la capital, y una maravillosa casualidad, boinas rojas colgadas de los percheros de la familia. Eran carlistas, y supongo que por tradición lo seguirán siendo, pero ese detallito que marcó la historia de España con heridas profundas no ha impedido que nuestro protagonista de hoy sea un gran admirador de don Felipe de Borbón, y que tenga relaciones cercanas pero casuales con la familia del Rey.
Nunca ha hablado de ello frente a mí. Como comprenderán quedé fascinado con el relato que nos hizo Tomás de la historia de la familia, así que hoy uno a los dos bandos obligados a la paz y el buen rollo permanente. Los Baleztena vivían en una de las casas más antiguas de la Pamplona nueva, en la Calle de San Ignacio, actual Fernández Arenas. Posteriormente, se trasladaron a vivir a Casa Baleztena, el magnífico caserón que se encuentra entre la Plaza del Castillo y el Paseo de Valencia. Y ahí siguen, Tomás incluido, formando parte de una historia formidable. Como en Palma, cuando llegaba un Borbón, las familias nobles carlistas no abrían ni engalanaban balcones ni fachadas. Y hoy esta valentía forma parte del anecdotario familiar. De eso hablamos y de su arte como pintor de escuela clásica, temática de cómic al óleo retadores en ocasiones y retratos fabulosos que le han llevado a lo más alto en los últimos años.
En esa época, no recuerdo los años que hará pero bastantes, Tomás se vestía muy elegante con cuatro trapos que parecían cortados a medida por un sastre londinense. Y también sin esfuerzo uno le imaginaba pasando frío en Londres o Paris en otra época menos agresiva que se superaba con licor de absenta. Los artistas siempre han pasado calamidades, incluso los de buena familia, y con
las penurias crean un universo propio, el alma, que se refleja en sus obras, porque la sensibilidad del artista, su soledad y pánico permiten retratar el mundo más íntimo del retratado. Cuando Tomás te observa lo hace de cara, analizando, sin miedo. Y sabes que te ha pillado el punto.
Para mí sorpresa, es un decir, Tomás pasado un tiempo de ese encuentro revelador casó con una mujer elegante y tuvo descendencia, y ese aspecto de tormento sexy que le acompañaba despareció.
En su obra hay paisajes, aguas estancadas sobre las que flotan nenúfares y otras flores acuosas, vegetaciones que tienden hacia un caos de líneas en movimiento. Hay también alguna vista de la Roma clásica, con las ruinas del foro romano, el Coliseo al fondo. Pero lo central en su trabajo de hoy son esos grandes lienzos, a los que no le gusta llamar serie. No son cuadros individuales, «buscan crear un ambiente, y en este caso se trata de ese abismo que, como decía Nietzsche, cuando lo miras durante tiempo, es el abismo el que se acerca a ti y te mira en tu interior».
La de Tomás Baleztena es una pintura psicológica, desde el alma, determinada. Tomás habla también hoy de su familia, una saga navarra de historia remota, de gentes con valor y coraje, que ha decidido perpetuar en el tiempo luciendo la boina roja con elegancia supina. Pese a ello presentó el 27 de junio de 2024 en el Club de la Real Gran Peña de Madrid el retrato del Rey Juan Carlos I, con la presencia de S.A.R. la Infanta Doña Elena en el acto.
Antes ya había retratado a don Felipe, como les he contado al principio de esta crónica disfrutona de hoy. El propio Rey Felipe VI estuvo presente en la presentación del cuadro lo que favoreció que tuviera gran repercusión y éxito de crítica y prensa.
Cuando le conocí, se lo aseguro, presentí ese momento del que hoy disfruta y que queda ya para la historia. Creo que el también sabía que pese a todo dominaría la ola que te eleva o te hunde según te pille. Tomás sigue arriba, retratando almas, paisajes, reyes y mujeres del futuro, autorretratos retadores de autoafirmación y hedonismo. Se lo he dicho antes, esta es una crónica disfrutona por algo.
Temas:
- Felipe VI
- Juan Carlos I