Sin exigencia ni crítica
Al menos se habrá acabado la tontería esa de los partidos que son de la liga del Mallorca y los que no, añadida a la de la dificultad del calendario como si, tal como decía Cúper, no jugaran todos contra todos dos veces por temporada. Si damos por sentada la superioridad del Barça, el Real Madrid y el Atlético, aunque puestos a encontrar equipos mejores hay bastantes más, recordamos que el Celta, el Levante y el Osasuna han puntuado en Son Moix y, de verdadero milagro no lo hicieron el Getafe y el Alavés.
El discurso de Arrasate ha devenido en aburrido por reiterativo en sintonía con los de la propiedad y sus ejecutivos al mando. Nos preguntamos qué pasó después de la única salida positiva en Sevilla cuando «este es el Mallorca que queremos, con ventaja en el marcador y terminando el partido en el terreno de ellos, sin que nos creen peligro». De una semana a otra, los partidos terminan con los once jugadores metidos en el área propia, defendiéndose a balonazos sin ton ni son.
En el finalizado primer tercio de la competición, los de Jagoba han sido incapaces de sostener un resultado favorable en Madrid, Cornellá, San Mamés, Villarreal y este pasado sábado en Palma. Aparte de los desafortunados cambios ordenados por el técnico en los dos encuentros más recientes, son ya cinco batallas que suponen la pérdida de seis puntos que no parecen muchos, pero equivalen nada menos que a casi la mitad de los atesorados en la clasificación.
Con la plantilla que le han «soltado» al de Berriatua no sería justo exigirle milagros, pero entre prodigios y la nada cabe un término medio coincidente con el inexistente nivel de exigencia que ha permitido la rebelión de Dani Rodríguez, las de Leo Román, Abdón, Copete y Antonio Sánchez la pasada temporada como antesala del presente. Pero, ¡ojo! cuando la indiferencia se imponga a la crítica y aumente la actitud pasiva del público menguante, mientras el entorno mantiene, por intereses o no, su cómoda condescendencia, porque entonces ya será demasiado tarde.