Shabama, la marca de joyas de Sabrina Barceló inspirada en el mundo marino
A Sabrina Barceló le encantaba crecer en Palma de Mallorca, donde nació en 1984, rodeada por el Mediterráneo y por la magia del mundo marino. Desde pequeña, explorar el fondo del mar era una de sus mayores ilusiones: cada inmersión la sorprendía con formas, colores y vida que parecían infinitos.
Hoy, 40 años después, es plenamente consciente de que gran parte de aquella riqueza ha desaparecido y esa transformación se ha convertido en una de
sus mayores fuentes de inspiración.
La diseñadora estudió Administración y Dirección de Empresas en Barcelona y complementó su formación con cursos de moda en Central Saint Martins, en Londres. Tras finalizar sus estudios, trabajó durante cinco años en empresas vinculadas al entorno marino, siempre en departamentos de marketing y comunicación. Esa etapa no sólo fortaleció su trayectoria profesional, sino también su sensibilidad hacia la naturaleza y la necesidad de preservarla.
De esa visión nació Shabama, su marca de joyas inspirada en el mundo marino y la naturaleza. Cada colección transmite un propósito y un mensaje propio. La más reciente, Connection, busca unir a las personas con la fuerza de la naturaleza y recordarles, en su día a día, la belleza que muchas veces pasa desapercibida.
El logo de Shabama, una estrella de cinco puntas, es profundamente simbólico para ella. Representa a su familia y sus orígenes, ya que lanzó el proyecto por primera vez a los 24 años haciendo referencia a la unión familiar, sus padres y hermanos. Aunque su familia ha crecido -Sabrina está casada y es madre de dos niños pequeños-, esa estrella sigue siendo su guía emocional y el recordatorio constante de la fuerza que la impulsa.

Conciliar maternidad y emprendimiento no ha sido un camino sencillo. Para Sabrina, emprender con dos bebés ha sido casi como tener tres: cada uno requiere atención, cariño y dedicación constante. Nunca se desconecta del todo y equilibrar ambas facetas de su vida ha sido uno de sus mayores retos y aprendizajes.
Su hijo pequeño tiene ahora tres años y ella recuerda cómo, durante uno de los mercados navideños en los que trabajaba, continuó al pie del cañón a pesar de estar de ocho meses y medio de embarazo. No quiso detenerse y siguió trabajando jornadas de ocho horas. Finalmente, su cuerpo dijo basta: se le rompió la bolsa dos semanas antes de lo previsto y se puso de parto. Está convencida de que solo llegó a ese extremo por ser emprendedora; de no serlo, jamás habría llevado su compromiso hasta tal límite.
La familia siempre ha sido el pilar de su vida. Desde muy joven tuvo claro que quería formar la suya propia, inspirada por el ejemplo de sus padres, quienes construyeron un hogar basado en la unión, la participación y las decisiones compartidas. Ese espíritu de cohesión lo lleva grabado y procura transmitirlo en todo lo que hace.

Sabrina ha emprendido en tres ocasiones y confía en que ésta sea la definitiva. Sueña con que Shabama continúe creciendo, con más puntos de venta, nuevas líneas de producto que puedan abrirse camino incluso en el mundo de la moda y, algún día, con una o varias tiendas propias.
Es plenamente consciente de que emprender es una de las experiencias más duras: el estrés, la falta de inversión y la inestabilidad forman parte del día a día y son realidades que pocas veces se explican desde fuera. Aun así, sabe que este camino exige valentía, visión y fuerza para tomar decisiones y seguir avanzando incluso en los momentos más inciertos.
El emprendedor, recuerda, siempre se pone a la cola: cuida a su equipo para que todos sigan remando con la misma fuerza y es quien cede en lo necesario con tal de proteger al grupo y mantener el proyecto en marcha.
Para Sabrina, Shabama no es sólo una marca. Es una declaración de amor a la naturaleza, un homenaje a sus raíces y una prueba de que con esfuerzo, propósito y sensibilidad es posible crear algo auténtico incluso cuando la marea no siempre está a favor.
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