Pensando en el teatro, en su Día Mundial
Este 2025 se ha leído el manifiesto de Theodoros Terzopoulos, fundador en 1985 de la compañía de teatro Attis

El pasado 27 de marzo se celebró el Día Mundial del Teatro instaurado por la UNESCO en el año 1961. Su característica distintiva es que desde 1962 se lee desde el escenario de no pocos teatros del planeta un manifiesto que se encarga a un dramaturgo de proyección internacional. Hasta nuestros días han sido 64 las celebraciones del Día Mundial del Teatro y solamente en una ocasión se ha encargado la redacción del manifiesto a un dramaturgo español. Ocurrió en 1986 y lo firmaba Antonio Gala. Entiendo concentrar en el teatro propiamente dicho la mayor parte de actividades. Prefiero que se hable más propiamente del Día Internacional de las Artes Escénicas por el simple hecho de que las variadas disciplinas tienen lugar en el escenario de un teatro físico. El manifiesto de 1962, el primero, lo firmaba el poeta y dramaturgo Jean Cocteau y, menos mal, porque se murió al año siguiente.
Por regla general hablamos de manifiestos con una fuerte carga crítica y ha vuelto a suceder este 2025 con el manifiesto de Theodoros Terzopoulos, el fundador en 1985 de la compañía de teatro Attis, cuyo método de trabajo en la realización de la tragedia griega se enseña en departamentos de estudios clásicos de universidades repartidas por el mundo.
El manifiesto de Terzopoulos es una permanente sucesión de preguntas en buena sintonía con los principios básicos de la Agenda 2030, qué le vamos a hacer, si bien es en una pregunta en concreto en la que quiero detenerme, por su profunda y severa reflexión sobre la función del teatro en el tiempo presente: «¿Le preocupa al teatro la manera en que la condición humana se está moldeando y manipulando en el siglo XXI por intereses económicos y políticos, por los grandes medios de información que generan la opinión?». Después de plantear toda suerte de interrogantes, Terzopoulos llega a una conclusión final: «Son preguntas que no permiten respuestas definitivas y así es porque el teatro existe y perdura gracias a preguntas sin respuestas».
Por regla general es costumbre que se aproveche el Día Mundial del Teatro para subir a las tablas alguna que otra propuesta. De hecho, el origen de la celebración tiene que ver con el inicio de la temporada del parisino Teatro de las Naciones, precisamente el 27 de marzo de aquel 1962.
Es más que probable que el estreno de Desbarats el jueves 27 de marzo en el Teatro Principal de Palma tuviera algo que ver con esta costumbre. Pero lo cierto es que se ha producido algo parecido a una alineación de planetas, en la programación de los dos principales escenarios capitalinos. Porque, si Desbarats, esa deslumbrante sucesión de momentos únicos, se despliega a lo largo de los últimos cuatro días de la semana, también el Auditórium ha procurado momentos únicos.
El mismo jueves llegaba el octavo concierto de abono de la Orquestra Simfònica Illes Balears, con programa estelar en el que sobresalía poderosamente la Sinfonía número 4 de Carl Nielsen, un alegato por la vida y la música «porque ambos son inextinguibles». Según ha dejado Nielsen por escrito. Resultó estremecedor el duelo de timbales en el cuarto movimiento, simbolizando dos ejércitos enfrentados. La partitura fue escrita entre 1914 y 1916, en plena Gran Guerra. Hoy ahí andamos con la misma cantinela y preguntándonos por la manipulación en el siglo XXI.
Hay más. Coincidiendo con la tercera función de Desbarats, el sábado 29 de marzo llegaba a la sala magna del Auditórium CDND, la compañía que Nacho Duato creó el año pasado con alumnos de su Academy. Todavía no he tenido ocasión de ver esta representación cuando escribo. Lo haré horas después. Nacho Duato llevaba 28 años sin regresar aquí profesionalmente. Lo hizo en 1997, cuando dirigía la Compañía Nacional de Danza. Viene en plan de rescatar viejas coreografías, como Jardí Tancat o Duende. Pero también para presentar su último trabajo, Cantus, inspirado en la cantata de Karl Jenkins, The Song of The Spirit, estrenada el año 2017.
La crítica de Desbarats ya está resuelta y en breve haré lo propio con el concierto de la Simfònica y el reencuentro con Duato, por el que no siento el menor atisbo de química, aunque reconociendo su maravillosa maestría.
Total, quería hablar del Día Mundial del Teatro y referirme a Jean Cocteau en especial. Allí donde dice: «Las mujeres y hombres del teatro se afanan, muchas veces en condiciones precarias, por levantar un sueño fugitivo que compartir con los espectadores, porque afortunadamente los sueños son aún libres y al alcance de todos». Felicidades teatreros y a todos los demás.
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