Mujer, sexo biológico

Mujer, sexo biológico

El Tribunal Supremo del Reino Unido ha concluido recientemente que cuando la ley británica utiliza el término mujer se refiere al sexo biológico de una persona y, por tanto, deja fuera a las transexuales, al término de un proceso que ha dividido al movimiento feminista y que sienta jurisprudencia para futuros litigios donde puedan estar en duda derechos y obligaciones por razones de género.

Éste es el principio del fin de la ideología de género que impera a diestro y siniestro en nuestro ordenamiento jurídico conculcando los más básicos derechos de la persona.

La ideología de género disocia lo que biológica y constitutivamente se es, la realidad, por lo que libremente se decide ser, por lo que se construye cultural y socialmente, por lo que ontológicamente no se es y, además, está sujeto a cambio. Por ello, no se habla de sexo sino de género evitando con ello hablar de hombre y mujer sustituyéndolo por «masculino, femenino y neutro».

En este sentido, la utilización del lenguaje no es neutral. La ideología de género no admite la sexualidad como constitutiva del hombre, ya que defiende que el ser humano es el resultado de su propia voluntad, de su elección y de su construcción cultural y social.

La evidente manipulación del lenguaje que pretende la sustitución de sexo -lo biológico, lo natural, lo que se es- por género, usando este segundo término para darle un sentido nuevo y diferente al claro que tiene la palabra omitida, en este caso el sexo, es decir, reinventándola.

Por otra parte, la ideología de género considera que ser hombre o mujer no está determinado por el sexo sino por la cultura. La exclusividad es una construcción social y cultural que sirve para mantener la hegemonía masculina y una superestructura de explotación y dominio llamada «sociedad patriarcal».

Para la activista Alison Jagger, en el futuro se irán abandonando las características de homosexualidad y heterosexualidad y la humanidad podrá revertir finalmente a su sexualidad poliformante perversa y con ello desaparecerán las limitaciones sexuales.

Por su parte, la canadiense Rebecca Cook manifestó ante los delegados de la Cumbre de Pekín: «Los sexos ya no son dos sino cinco y por tanto no debería hablarse de hombre y mujer, sino de mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales».

La ideología de género lo que pretende es la deconstrucción de los modelos sociales que amparan la dualidad de sexos y la plena supresión de cualquier distinción entre lo femenino y lo masculino, la desaparición de sexos, la igualdad total y absoluta.

La primera y más importante consecuencia la acabamos de ver: la transformación total de nuestro ordenamiento jurídico como arquitectura básica de nuestra sociedad. No obstante ser el corpus jurídico instrumental (justamente por ello) sirve, junto a otros factores, al objetivo de la ruptura con los valores tradicionales largamente compartidos durante nuestra historia.

La ideología de género ha servido para promover la banalización y relativización del sexo, la negación al sentido de la maternidad, el igualitarismo de cupo, la devaluación matrimonial… la transformación total y plena.

Hay que salir del acomodo del buenísimo y del pensamiento único y hay que salir, también, de lo injusto y de lo inconstitucional para plantar cara a esta revolución semiclandestina (por cuanto aún en su evidencia resulta increíble) que está transformando nuestra sociedad en sus cimientos más profundos, en los principios que a lo largo de mucho tiempo han constituido la base de nuestra convivencia y en los valores y en la cultura que hemos recibido de nuestros padres.

La ideología de género afecta a todo el ordenamiento jurídico, fomenta el individualismo, limita los derechos del ser humano a la vida, limita los derechos de las personas a la libertad; sea de los padres a la educación de sus hijos, sea de las mujeres a ser madres. Trata con injusticia al hombre y no resuelve los derechos de la mujer sean a su integridad y seguridad, sea a la conciliación a la vida laboral y familiar, sea al trabajo o a la promoción profesional y salarial; devalúan el papel de la familia, destruyen el matrimonio y resulta a efectos natalistas estéril.

Nos encontramos ante una auténtica transformación antropológica del ser humano y por ello es tan bienvenida esta sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido que indica que cuando hablamos de mujer nos referimos a su hecho biológico y no a la autopercepción personal que nos quiere vender la ideología de género.

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