‘Loneliness’ lleva el ‘bullying’ al lenguaje de la danza
La producción de la Compañía de Danza Roberto G. Alonso se ha acercado al Teatro Principal inaugurando el capítulo de danza

Desde su fundación en 1995 la Compañía de Danza Roberto G. Alonso ha creado once espectáculos de sala para adultos, cuatro coreografías de calle y siete obras dirigidas a público infantil. La última creación Loneliness se ha acercado al Teatro Principal de Palma inaugurando el capítulo de danza de la recién estrenada temporada 2025-2026. El objetivo de Loneliness es explorar la conducta humana en aquello que tiene que ver con la exclusión de quien es diferente y, para centrar el tema, la misma escenografía viene a señalar el fenómeno bullying que tiene lugar en los institutos.
Potente escenografía por cierto. Teniendo en cuenta que opta a los Premios Max en cuatro de sus categorías, seguro que la escenografía es una de ellas.
La producción que le precede es Jo, travesti, convertida en precedente de Loneliness puesto que el motivo del bullying es la homosexualidad de uno de los compañeros de clase. En esta producción la danza comparte materia con el teatro físico y el apoyo del vídeo. Tiene, por tanto, los ingredientes de primera necesidad, en las dramaturgias de última hora que priman el efecto envolvente en la sala, contribuyendo así a esconder errores de contenido.
Por regla general la dramaturgia viene a estar hermanada con la autoría, es decir, la salsa que oculta la deficiencia de sabor del texto y en este sentido Roberto G. Alonso hace un uso permanente de ello para limpiar la serie de tiempos muertos que se suceden de principio a fin. De hecho, la danza, entendida como elemento fundamental en Loneliness, se toma su tiempo para hacer acto de presencia, si bien es cierto que cuando lo hace crece la tensión dramática de manera sobresaliente. Lo mejor del espectáculo. ¿Es otra de las categorías de los Premios Max a la que opta Loneliness?
Se agradece que la duración no exceda los sesenta minutos porque hay falta de ritmo escénico en no pocos de los pasajes, además de gratuitos efectos a lo mejor cargados de simbolismo en la mente del autor, pero sin revelar su intencionalidad a ojos del espectador. Sin ir más lejos, ratas y balones de básquet en multiplicada caída libre. En cambio, los movimientos de esos circunstanciales actores-danzantes, cuando se transforman en cuerpo de baile, sí rozan la excelencia, inyectando potencia dramática a la puesta en escena. Lo más preciso en la estética del espectáculo. En cierto modo viene a recordarme la reciente coreografía de Nacho Duato, Cantus, recreando a los niños de la guerra cuyo efecto dramático es demoledor. Aquí, también.
Por último, la piscina como habitáculo del adolescente acosado. Este es un elemento simbólico, de pragmático significado y simbólico en el desarrollo de la coreografía. ¿Es la placenta o el refugio de la propia identidad? ¿Es a lo mejor una boutade escénica con desnudo incluido a modo de bandera de dramaturgia de última hora? ¿Un guiño simplemente? Es lo que quiera ser.
En todo caso, Loneliness lleva el bullying al lenguaje de la danza y lo más importante, a través del trabajo del colectivo de jóvenes actores-bailarines.