Exposición ‘Relats’, de José Manuel Broto en Pollença
Increíble capacidad del artista para generar formas nuevas, inexistentes en la realidad previa
Maestro del abstracto, sus trabajos en acrílico denotan una pulcritud inmaculada en formas, colores y composiciones
Escribir una reseña sobre la nueva obra de José Manuel Broto (Zaragoza, 1949), una de las figuras clave en el abstracto español e internacional, una referencia estelar en el firmamento pictórico de finales de siglo XX y comienzos del XXI, es sumamente complicado, pues añadir algo novedoso al caudal de reflexiones y estudios que sobre su obra existen es en verdad difícil.
Y esa dificultad me remite a la que el propio Broto enfrenta, y supera, en cada reto creativo: su capacidad para generar formas nuevas, inexistentes antes de que él las ilumine, formas desconocidas en el mundo, en la realidad que tan magna e insorteable parece, es portentosa, no deja nunca de maravillarme. Introducir, generando de la nada, formas hasta ese momento desconocidas en el universo visible, es algo que más tiene que ver con lo mágico, con lo sagrado, que con la mera tarea pictórica al uso, dado que en general ésta se resume en una forma de expresión del estilo del artista a través de manifestaciones de color y de su campo, pero que usualmente delatan trazas y huellas de una realidad previa e incidente que es la que ha afectado al artista en su confección.
Curiosamente la seguridad de Broto en su procedimiento de generación de nuevas criaturas formales e informales es tal que no renuncia a declararse amante de la literatura y de la música, pese a que ninguna muesca de esos lenguajes ajenos al que es puramente propio de la Pintura pueda encontrarse en sus obras.
La misma exposición actual en la galería Maior de Pollença lleva por título “Relats”, relatos, algo que puede sonar incluso a educada provocación, dado el carácter virginal, neonato, que sus formas denotan en los lienzos, formas que, como vengo diciendo, ninguna relación tienen con otras anteriores ya existentes, y mucho menos con las que pueden tener que ver con un relato de sucesos o narración de acontecimientos convencionales.
La factura de las piezas es extraordinaria, de una pulcritud inmaculada. La exposición cuenta con diversas telas trabajadas en acrílico, y un papel que además de la intervención en acrílico integra una impresión digital también generada previamente por el artista.
El dominio de las transparencias entre los diversos campos de color y sus límites dispersos, la elección de un abanico de tonalidades de absoluta rotundidad cromática, colores que rezuman personalidad propia, y esas composiciones inverosímiles que parecen ser fruto más de un demiurgo que de un ser humano ajustado a las veleidades de la Física y la Geometría y la Óptica, hacen de esta exposición, la última del genial artista con sus trabajos más recientes, un verdadero lujo para el espectador. El lujo de estar ante un maestro, alguien cuyo nombre pertenece hace tiempo a la Historia del Arte pero que, a pesar de lo mucho caminado y lo dificultoso que se hace encontrar nuevas manifestaciones dentro del arte abstracto, sigue proporcionándonos piezas impresionantes, memorables, de exquisita
belleza y estructura interna.
Citar aquí, para terminar, que su obra se halla en las colecciones de los mejores museos del mundo, como el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, The Dove Collection de Zurich, el Museo Marugame Hirai de Japón o el Fond National d’Art Contemporain de París, o los nacionales M.N.C.A.R.S. Reina Sofía de Madrid, el de Arte Abstracto de Cuenca, la Obra Social i Cultural “Sa Nostra”, Es Baluard en Palma o el IAACC Pablo Serrano, o sus muchos premios y galardones (entre ellos el Nacional de Artes Plásticas, el de ARCO, el Nacional de Arte Gráfico o el Premio Goya de Grabado), no sirve más que para, de una pincelada corta, intentar trasladar, aunque sea sólo por su relevancia reconocida, la importancia de este enorme artista, que este verano puede disfrutarse en la galería Maior de Pollença.
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