Buscando nuevas identidades en la música y en la danza
La 'Consagración de la Primavera' de Stravinski, protagonista en el cuarto concierto de la Sinfónica
La violonchelista autriaca Julia Hagen interpretó 'Schelomo' de Ernst Bloch
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La Orquesta Sinfónica de Baleares ha retomado su temporada de abono dos meses y una semana después de su anterior visita al Auditórium de Palma y lo ha hecho sensiblemente reforzada, porque tocaba referir de Stravinsky el tercero de sus ballets por encargo de Diágilev: Le Sacre du Printemps que tiene en su traducción al castellano su exacto significado. Corría el mes de mayo de 1913, cuando su estreno en París causó un mayúsculo escándalo y no era para menos: salvo los adelantados, el público desconocía asistir a un momento único porque introducía la música clásica al siglo XX incluyendo rigurosas novedades, en el ritmo y la tonalidad fundamentalmente.
La Consagración de la Primavera, su estructura, desde el primer momento permitió su escucha, no sin dificultad, en la versión de suite para concierto, no así el ballet, cuya coreografía original durante décadas quedó olvidada o debería decirse para ser exactos, maldita. Lo que viene a dar credibilidad a quienes siempre han defendido que el motivo de escándalo en realidad fue la coreografía de Vaslav Nijinsky. He tenido ocasión de ver la reposición de la coreografía original que tuvo lugar el año 1987 en París, en el mismo escenario donde se produjo el escándalo 74 años antes. El Mariinsky Ballet fue el protagonista de aquella función, reivindicando el papel de Nijinsky.
Vuelvo a insistir. No debe olvidarse que en realidad Stravinsky escribió la partitura de La Consagración de la Primavera, entendida como un ballet. Cuentan que Stravinsky comenzó a pensar las transgresiones que deseaba introducir, mientras en 1910 trabajaba la partitura del ballet El Pájaro de Fuego, que sí fue acogido con notable éxito en su estreno parisino de aquel mismo año. El autor de la coreografía era Michel Fokine, autor asimismo del libreto. Por cierto, Fokine y Nijinsky fueron primeros bailarines en el Mariinsky Ballet. Si Fokine tuvo la fortuna de que las transgresiones de Stravinsky en El Pájaro de Fuego no entraban en conflicto con las reglas al uso de la época, Nijinsky, en cambio, tuvo que enfrentar la creatividad acelerada de Igor Stravinsky, con el resultado de saltarse las reglas básicas del ballet clásico y, sin quererlo, abrir la puerta a la danza contemporánea.
Parece conveniente recordar que aquí en Palma, entre 1996 y 2010, hubo una Temporada de Ballet que acercó al Auditórium a relevantes compañías internacionales, algunas de las cuales nos deleitaron con el dueto El Pájaro de Fuego y La Consagración de la Primavera. Queda dicho pues.
Les recomiendo ver las imágenes de aquel estreno parisino de 1987 y ver asimismo la reacción entusiasta del público. Claro que habían transcurrido algo más de siete décadas, desde aquel tormentoso estreno. Comprobarán, entonces, la genialidad coreográfica de Nijinsky, no comprendida el 1913.
¿Qué hace aquí la foto de la violonchelista Julia Hagen? Pues muy sencillo, la Sinfónica de Baleares retomó la temporada de abono con un programa en el que venturosamente coincidían dos maneras –inéditas- en la búsqueda de nuevas identidades, tanto en la música como en la danza. Stravinsky, tomó de su maestro Nikolai Rimski-Korsakov el interés por el folclore ruso, y de hecho su Printemps es, en realidad, un conjunto de imágenes de la Rusia pagana descritas a través de frecuentes alusiones al folclore ruso. El caso de Ernst Bloch, aquí entra en juego Julia Hagen, tiene que ver con la búsqueda de su propia identidad musical, siendo él un suizo de nacimiento aunque de profundas raíces judías. Uno de los aspectos sobresalientes de Ernst Bloch, es lo que se conoce como su capítulo judío desarrollado entre 1911 y 1913.
Nótese la coincidencia de fechas entre los ballets de Igor Stravinsky y ese trascendental capítulo judío de Ernst Bloch. En tiempos de nacionalismos en la música clásica, Bloch decide interrogarse sobre sus raíces, acudiendo a la liturgia y el folclore judío. Si Stravinsky decidió encontrar el camino de su propio estilo, recurriendo a transgredir las normas de su época, en el caso de Bloch el posromanticismo sigue siendo un vehículo expresivo para encontrarse a sí mismo, emocionalmente. Schelomo (Salomón en hebreo) es una rapsodia que se inspira en el libro del Eclesiastés, que va a cerrar el capítulo judío de su obra, y además su última composición en Europa antes de partir a los EEUU, donde será estrenada en Nueva York el año 1917.
Ernst Bloch, que participaba de la corriente que entendía que es el propio rey Salomón el autor del Eclesiastés, decide entonces convertir el violonchelo en la voz de Salomón, otorgándole al instrumento un papel protagonista y sobresaliente en sus diálogos con la orquesta. Julia Hagen a los 22 años ya había sorprendido, y mucho, en las semifinales del Queen Elizabeth en su edición de 2017. La crítica destacó su desparpajo y seguridad, lo que jugaba en su contra, a la hora de irradiar una exquisita y depurada musicalidad. Se presentó en Palma con los 30 años cumplidos y convertida en una chelista de referencia excepcional. La todavía joven instrumentista austríaca le dio voz y elocuencia al pensamiento del rey Salomón. Por lo tanto, Stravinsky y Bloch, cada uno a su manera, buscaban nuevas identidades en la música.
Aunque si me lo permiten, el caso de Ernst Bloch es de una gran relevancia puesto que su búsqueda de identidad nacional se adelantó décadas a ver convertido en realidad el Estado de Israel, poniendo fin a dos milenios de diáspora. Dos colosos enfrentados la misma velada, Stravinsky y Bloch, y frente a la rapsodia hebraica, Schelomo, una suite orquestal escondiendo el colosal advenimiento de la danza contemporánea. Aquella noche, en el Carnegie Hall, también sonó Sinfonía Israel. Toda una premonición.
Me reservo mi opinión a propósito de una reacción, tan entusiasta, de parte del público, la que formaban los alumnos -puedo imaginar- de la Acadèmia Simfònica, cantera estudiantil, llegado ese momento de ampliar la orquesta. Algo por lo demás encomiable. Más parecía la euforia tras un concierto de rock, cuando los tutti de la Sinfónica de Baleares continúan siendo una asignatura pendiente de nuestra orquesta. Ya lo he dicho y ahora me callo.