«El de ayer fue el terremoto más fuerte que he vivido en 50 años, pasé mucho miedo»

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Los granadinos, aunque acostumbrados a los seísmos, reconocen que el de este martes por la noche ha sido el más fuerte que han vivido. Hablan de miedo, e incluso de pánico, y aseguran que lo peor de todo fue que parecía que no acababa nunca. 

Un hombre de avanzada edad asegura a OKDIARIO Andalucía que, en su caso, lo vivió en casa «con mucho miedo» y «ya nos salimos a la calle hasta las dos y media de la mañana». «Me acosté pasadas las tres», asegura.

«Pasé mucho miedo. Hace ya muchos años que no vivía uno así. No lo esperábamos. Estaba viendo la tele tranquilamente y empieza todo a moverse tanto que coges un miedo que ya no sabes ni qué hacer», continúa el hombre, que insiste en que «tenía mucho miedo» porque «parecía que se derrumbaba el bloque y me quedaba ahí enterrado».

Otra joven vecina de la provincia afirma que «parecía que no paraba».» Yo estaba en casa. No salí a la calle. Pero estaba todo el mundo fuera, familias con los niños en pijama… Nunca lo había visto», subraya. Su madre, al lado, apunta en el mismo sentido: «Lo que no fue normal es que no paraba el movimiento. Lo que más nos asustó es que fueran tan seguidos».

Otro hombre, que también cumplía el toque de queda y, por tanto, estaba en su domicilio, asegura que tuvo que salir a la calle después del último terremoto «a hablar con los vecinos». «A esto no te acostumbras. Miedo siempre se pasa. Hay a quien le da pánico», afirma el hombre, que relata que su mujer estaba «casi llorando». «Nunca habíamos vivido uno tan fuerte. Yo viví uno en 1979, pero no fue así», insiste.

También un nuevo granadino con el que ha hablado OKDIARIO Andalucía asegura que lo primero que hizo fue tranquilizar a sus hijos. Sin embargo, en su caso, se quedaron en casa: «Si sales a la calle te puede caer algo en la cabeza. Entonces, sabiendo las medidas que hay que tomar, les dije a mis hijos que nos pusiéramos debajo de una mesa si volvía a pasar».

Su mujer, al lado, afirma sin embargo que acordaron que, si no paraban los temblores, tendrían que salir a la calle. «Pero por el momento decidimos no salir», confirma. «Mi hija pequeña, que se puso más nerviosa, no ha ido al colegio porque se durmió muy tarde. Ha estado todo el día hecha polvo hoy», concluye el hombre.

En definitiva, miedo por la continuidad de los temblores en una ciudad que ha vivido más de 281 terremotos desde el pasado mes de diciembre. Están acostumbrados, sí, pero no a que sean tan constantes y seguidos.

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