Trump le ordenó sentarse, y se sentó. La sumisión de Pedro Sánchez
Cuando el líder político vive amarrado a su imagen personal se puede encontrar que si no es él quien controla los tiempos, la foto acaba provocando todo el efecto contrario. Eso es precisamente lo que le ha pasado este viernes a Pedro Sánchez en Japón durante la reunión del G20.
Con la misma actitud que la de un ‘buscafoto’ que persigue un ‘selfie’ para sus redes sociales, Pedro Sánchez se encontró con un presidente Trump, que sin mirarle a los ojos y detener su paso, le ordenó sentarse en la silla. Lo menos sorprendente es el exabrupto del presidente estadounidense que nos tiene acostumbrados a esa clase de desplantes, sino que el presidente español acató con suma disciplina, cual alumno aplicado, las indicaciones de Trump. Sánchez hizo lo peor que en ese caso debía haber hecho. Quizás le faltaron reflejos, quizás mostró su gran debilidad cuando no está rodeado de asesores, pero el caso es que nunca debía haber reaccionado así.
Mientras imagino que los asesores de Sánchez estarán buscando una nueva oportunidad este fin de semana donde ambos puedan saludarse, la reunión del G20 terminó para el presidente español antes de que realmente haya empezado. La obsesión de los presidentes socialistas de hacerse la foto con los líderes norteamericanos se remonta a hace 15 años. Felipe González no pasó por aquel trance porque fue un dirigente respetado tanto por Reagan como por Bush padre. Aquella era una época en la que no se podía comparar la consistencia y solidez de González con la inanidad y frivolidad de sus sucesores socialistas. Felipe González tenía una imagen clara del papel de España en el mundo, al igual que luego también la tuvo Aznar, pero Sánchez, como también le ocurrió a Zapatero, se caracteriza por su servilismo exagerado a la tecnocracia de Bruselas, por lo que que no resulta extraño que la importancia que Trump le concede a su homólogo español vaya de cero a la nada.
Aznar peleó por un acuerdo del Tratado de Lisboa favorable para los intereses españoles, pero desde aquel entonces y hasta ahora los intereses estratégicos españoles fueron solapados por los llamados intereses europeos. Los presidentes americanos saben muy bien dónde está ubicado cada líder político en la escena internacional y, de este modo, actúan con cada uno. España dejó de resultarle trascendental a Washington cuando dejamos de tener nuestra propia voz en Bruselas. Resultaba más práctico para los estadounidenses trasladar cualquier punto de vista a los pesos pesados de la política europea. Eso no ocurre cuando hay ‘versos sueltos’ como los italianos en la actualidad o Viktor Orban en Hungría. Para ellos, el presidente Trump encuentra todo el tiempo del mundo.
Ahí está la clave. Si queremos recuperar el papel que España tuvo con los EEUU hasta hace 15 años debemos volver a tener voz propia y proyectar criterio autónomo en Europa. Menos fotos con Macron y más agenda internacional de encuentros bilaterales con otros países. A eso hay que sumar que en la administración estadounidense no cayó nada bien la visita que el presidente Sánchez hizo a Cuba a finales del pasado año con el principal interés de pasar a la posterioridad como el primer presidente español en visitar la isla en varias décadas. Porque de eso vive precisamente Sánchez, de su imagen y adaptar su discurso al albur de las encuestas.
La semana pasada fue publicado un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA), una organización regional del estilo de la Unión Europea pero mucho menos pretenciosa, sobre la situación de los derechos humanos en Cuba. El informe, que pasó desapercibido en España, fue duro y contundente con la violación sistemática de los derechos fundamentales de los cubanos en la era post-Castro. Allí se siguen vulnerando toda clase de libertades, aunque ya se sabe que en la era de Internet hay que hacerlo de tapadillo. El problema es que luego llegan políticos como el presidente español y se creen que lo de Cuba era una transición democrática. De aquellos barros viene el lodazal que se ha visto en Osaka.