El espejismo económico

El Consejo de Ministros ha aprobado la actualización del cuadro macroeconómico que acompaña al primer informe de progreso anual del plan fiscal estructural presentado el pasado mes de octubre, en el marco de las nuevas reglas fiscales, incluyendo las primeras estimaciones del impacto arancelario.
De esa manera, estima que la guerra arancelaria puede reducir una décima de crecimiento este año, que se verá compensada por el mayor consumo privado. Considera que se crearán alrededor de 480.000 empleos anuales hasta 2028, rebajando la cuota de paro del 10% el próximo año.
Las proyecciones que remite a Bruselas mantienen un avance del PIB del 2,6% en 2025, contando con que la guerra comercial reste una décima al crecimiento que se vea compensada por el consumo privado. Esta compensación es algo arriesgada, pues pese a la bajada de tipos que libere renta para los ciudadanos endeudados, la pérdida acumulada de poder adquisitivo es muy elevada, por la inflación de los últimos años.
Asimismo, tampoco parece que vaya a aumentar el consumo privado por la creación de esos nuevos puestos de trabajo, dado el alto componente de parcialidad de muchos contratos, que no generan una base firme sobre la que construir un consumo sostenible en el tiempo.
Por su parte, en el ámbito presupuestario, el Gobierno mantiene los objetivos fiscales, es decir, cerrar este año con un déficit del 2,5% (descontando el coste de atender a la DANA) y con la deuda pública en el 101,7%.
Todo ello constituye unas previsiones optimistas, basadas en que la recaudación mantenga su alto ritmo, cosa arriesgada, y que el PIB nominal crezca más que la deuda, pero mantiene un nivel de gasto estructural preocupante, que puede incrementar el déficit si los ingresos sufren algún contratiempo.
Es, por tanto, una economía voluntarista, eso sí, acompañada, en muchos casos, por las revisiones del INE, cuya volatilidad se sale ya de cualquier variación normal, ya que son cambios bruscos, sorprendentemente compensados entre rúbricas y con una duración de poco más de un mes en algunos casos.
El Gobierno vuelve a lanzar su discurso triunfalista sobre la economía, con sus datos de corto plazo impulsados por el gasto público y el incremento de población. La realidad de la economía española es bien distinta, como podemos resumir a continuación.
La debilidad de la productividad limita el crecimiento a medio y largo plazo, lastrando las posibilidades del crecimiento potencial de la economía. Por tanto, dicho crecimiento cuenta con un barniz artificial, que no recoge la evolución real de la economía española, pues la actividad productiva privada durante estos años ha empeorado su comportamiento, siendo sustituida por una aceleración del gasto público Se trata, por tanto, de un crecimiento insano.
Por tanto, ni hay verdadera generación de actividad económica productiva privada que haga a la economía sostenible, ni el crecimiento es por aceleración real de la economía, sino por efecto estadístico base al haber sido los últimos en recuperar, por aumento de gasto público, por acumulación de población y por el sector exterior, sobre todo, por el turismo (sector exterior y turismo, únicos componentes que crecen verdaderamente productivos).
Mientras tanto, la deuda pública crece en más de 500.000 millones de euros desde que gobierna Sánchez, debido a la expansión del gasto y el déficit, que construye un déficit estructural preocupante cuando los ingresos no respondan como hasta ahora.
Además, el empobrecimiento de la economía es claro, al retroceder posiciones sobre la media de la UE, habiendo estado, de nuevo, por debajo del 90% del PIB per cápita en paridad del poder de compra de la media europea, sólo mejorado ahora por la revisión extraordinaria realizada por el INE, que mejoró el dato de 2021, con efecto arrastre a toda la serie, en 35.000 millones en una única revisión, en algo inédito hasta ahora no por la revisión, que es normal que las haya, sino por la profundidad de la misma.
Adicionalmente, la regulación pública impide que salga suelo para poder construirse viviendas, de manera que el acceso a la vivienda está vetado para muchas capas de población, con precios del alquiler más altos debido al intervencionismo público, que desincentiva el mercado del alquiler al limitar precios y no perseguir la ocupación de las viviendas.
Por último, España ha adelantado a Rumanía en el triste liderazgo de los países con mayor porcentaje de la población infantil en riesgo de pobreza. Todo ello, por tanto, construye una foto de la economía española muy distinta de la que el Gobierno trata de vender. Puede hacerlo en el corto plazo, porque la impulsa por el gasto público, pero a costa de arruinar la estructura económica de España. Es una gestión económica desastrosa para el medio y largo plazo.