‘Ucrania, resistencia y esperanza’: la guerra que ha hecho de los búnkeres el patio de recreo de los niños
"No somos conscientes de que tenemos una guerra en el corazón de Europa y que ya se huele desde Alemania o Polonia"
El documental de Movistar+ muestra cómo en los cementerios ya sólo se escuchan las excavadoras que abren zanjas
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En los cementerios ucranianos ya sólo se escucha el sonido de las excavadoras que abren zanjas para nuevas tumbas, un ruido que tapa el llanto de las madres. En la gran mayoría de ellas yacen los cuerpos de jóvenes que no superan los 23 años. Los ucranianos se han acostumbrado a vivir con la guerra, pero no se arrodillan ante ella ni ante la Rusia de Vladímir Putin, y así lo atestigua Ucrania, resistencia y esperanza, la película documental que acaba de estrenar Movistar+.
En una expedición desde el Convento de Santa Clara (Manresa) hasta el terreno ucraniano, la película muestra lo que aún no se percibe en España, a pesar de los casi cuatro años que han pasado desde la invasión rusa. Ucrania, resistencia y esperanza quiere demostrar cómo aquí la guerra se trata como un asunto meramente político en esencia y, por ende, así lo percibe la gente: como si los únicos afectados en Ucrania por el conflicto fuesen los edificios. Mientras que las víctimas de otras guerras aparecen en las pantallas de los informativos, en ésta sólo se ve a Putin o Zelenski.
Esa expedición, con sor Lucía Caram como conductora, recorre el terreno pisando el barro, literalmente. Esta vez los protagonistas son quienes de verdad han sufrido un cambio drástico en su vida minada por los ataques, o lo que es lo mismo, la de quienes luchan sin armas. Un jarro de agua fría para los españoles que viven «anestesiados», porque «claro que en Gaza hay un problema gravísimo, pero la amenaza de Europa está en Ucrania», dice.
Como prueba, una anécdota: la de un chico herido en combate al que la religiosa preguntó en el hospital si tenía novia. «Mi novia es la guerra», contestó. Aunque, al ver cómo ella se venía abajo, matizó: «Pero te prometo que quiero casarme con la paz».
La crueldad se ha abierto paso en Ucrania, con momentos tan perversos como el de una madre que sale a la calle para pedir auxilio, justo después de que los militares rusos asaltaran su domicilio y mataran a su hijo de un tiro. Pero esa crueldad no tiene límite: al ver que todos sus vecinos también habían sido atacados, volvió a casa y sorprendió a esos mismos militares violando a su hija. Sí, esto también pasa en Ucrania.
La ruta de la expedición también recorre los refugios donde cada noche madres e hijos se resguardan para estar a salvo. Ahora, los búnkeres son sus nuevos patios de recreo. Ellos están, además, en el punto de mira de quienes quieren hacer dinero con el dolor a toda costa.
Y en una Ucrania de «cuerpos triturados» por la guerra, la sonrisa sigue apareciendo en los rostros de los ucranianos. Muchos de ellos se han aferrado a la fe en estos momentos, curiosamente, teniendo en cuenta que «Ucrania es un territorio marcado por el ateísmo de la URSS». Un rosario para ellos parece representar un tesoro.
También los guardias de frontera, que ven la amenaza más de cerca, tienen su papel en el documental, y han permitido que la expedición se adentre en las trincheras de «un pueblo con una herida que se desangra», el mismo que trata de «evitar que Ucrania sea nazi y defiende al resto de Europa». «No somos conscientes de que tenemos una guerra en el corazón de Europa que ya se huele desde Alemania o Polonia. Valoremos la libertad y defendamos la paz», pide sor Lucía Caram tras sus 36 expediciones humanitarias.

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