CASO ASUNTA BASTERRA

Rosario Porto intentó retomar la relación con su amante dos días después de matar a su hija Asunta

Los investigadores llegaron a tomar declaración al amante, pero lo descartaron por completo

Alfonso Basterra chantajeaba a Rosario Porto y a su amante por la infidelidad

Rosario Porto, Asunta
Ángel Moya

Además de los padres de Asunta, Rosario Porto y Alfonso Basterra, hubo otras personas que estuvieron bajo el foco de los investigadores de la Guardia Civil. Uno de ellos fue el amante de Rosario Porto. Un empresario gallego de 52 años con el que mantuvo varios encuentros sentimentales, el último días antes del asesinato de Asunta a manos de su madre.

V. y Rosario se conocieron por un asunto laboral. El empresario contrató a la abogada porque necesitaba una persona que dominara perfectamente el francés para que le acompañara en sus viajes de negocios a Marruecos.

Tras unos primeros contactos telefónicos, Rosario Porto y su amante se conocieron en una cafetería. Allí, Porto aceptó el trabajo, tal y como admitió el hombre en su declaración ante la Guardia Civil, tras ocultar a los agentes la relación con Rosario en un primer interrogatorio.

Lo ocultó al principio

Al principio, V. no le contó la verdad a los guardias por temor a que la verdad rompiera su matrimonio, ya que era un hombre casado y con un hijo recién nacido, y sabía que su relación iba terminar conociéndose.

«Decidí contratar a una persona que hiciese de traductor, y para ello busqué una persona titulada en Derecho. Quedamos para vernos en la cafetería Reno, frente a su domicilio», explicó V. a los guardias. En esa reunión cerraron todos los viajes que iban a hacer a Marruecos en las siguientes semanas.

Encuentros sexuales

Enseguida la relación laboral dio paso a una relación sentimental con encuentro sexuales. incluidos. Los primeros, lejos de casa. Los siguientes ya en la vivienda de Rosario Porto en Santiago, donde vivía con Asunta.

El empresario terminó confesando a los guardias: «Por temor al problema familiar que me puede ocasionar, no reconocí anteriormente que el día que dimos el paseo en barco mantuvimos una relación sexual. En el piso de General Pardiñas y de la calle Doctor Teixeiro mantuvimos otras relaciones sexuales».

Rosario Porto también confirmaría la versión de su amante ante el juez y añadió un nuevo detalle: Alfonso Basterra lo sabía. «Yo en todo momento supe que él estaba casado, él nunca me engañó, me dijo que pensaba dejar a su familia. Sufríamos una especie de chantaje por parte de mi marido. Mi ex marido (Alfonso Basterra) reaccionó tratando de localizar a su familia para contarle las cosas a su familia y para tratar de hundir su matrimonio», confesó Porto.

Llamó al amante tras el crimen

Se vieron media docena de veces, la última un día antes del asesinato de Asunta. «Había quedado para comer con una persona y estuve por la tarde con ella», aseguró Porto. Sólo dos días después del hallazgo del cadáver de Asunta, Rosario volvió a llamar a V. Así lo relató el hombre a la Guardia Civil: «Mantuvimos una conversación telefónica sobre lo mal que se encontraba ella, mostraba su malestar porque alguien había matado a su hija».

Los guardias civiles descartaron desde el principio cualquier participación o conocimiento del crimen por parte del amante de Rosario Porto. Aunque nunca se pudo demostrar que Basterra estuvo en el momento exacto en que Rosario mató a Asunta, los investigadores sí reunieron pruebas de que participó en el plan para matar a Asunta, dejando fuera de la ecuación al amante de Rosario.

Sin embargo, la situación puso de manifiesto la ruptura entre ambos y la sumisión de Porto a Basterra que a su vez dependía económicamente de Rosario.

Basterra nunca le perdonó la infidelidad a Porto y la separación entre ambos llegó a evidenciarse en los primeros compases de la investigación judicial, cuando ambos se culparon mutuamente de drogar a Asunta con «los polvos blancos» en los días previos a que sedaran a la niña con Orfidal y Porto la matara asfixiándola en la casa familiar de Teo, en las afueras de Santiago de Compostela.

Posteriormente, la pareja volvería a unirse para afrontar el juicio y cerraron filas frente al tribunal. No les sirvió de mucho y fueron condenados a largas penas de prisión. Una vez en la cárcel, su relación volvió a romperse para siempre.

Los que les conocieron bien, no dudan en pronunciarse sobre quién dominaba a quién. «Alfonso dominaba a Rosario, ya partiendo del hecho de que ella no estaba bien mentalmente», sentencia una de las religiosas que los conoció y atendió durante años en la cárcel de Teixeiro.

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