El Papa clama «vergüenza» ante un mundo fracturado por la guerra y «devorado por el egoísmo»

El Papa Francisco ha encabezado el Viacrucis en Roma desde un palco habilitado en el Monte Palatino, justo delante del Coliseo Romano y ha clamado «vergüenza» ante un mundo «fracturado por las divisiones y las guerras» y «devorado por el egoísmo» que margina a los pequeños, a los enfermos, los jóvenes y los ancianos.
«La vergüenza de haber elegido a Barrabás y no a ti, al poder y no a ti, a la apariencia y no a ti, al dios dinero y no a ti, a la mundanidad y no a la eternidad», ha señalado en un discurso ante unas 20.000 personas en el Coliseo. «La vergüenza de haber perdido la vergüenza», ha destacado.
El pontífice ha aprovechado su discurso para denunciar a las personas que se han dejado engañar por la «ambición de la vanagloria perdiendo su dignidad y su primer amor», entre los que ha dicho que también hay «ministros» de la Iglesia.
«Nuestra mirada también está llena de arrepentimiento que, antes de que tu elocuente silencio implora tu misericordia, el arrepentimiento que brota de la certeza de que solo tú puedes salvarnos del mal, solo tú puedes curarnos de nuestra lepra de odio, de egoísmo, de orgullo, de codicia, de venganza, de codicia, de idolatría, solo tú puedes volver a abrazarnos devolviéndonos nuestra dignidad filial», ha agregado.
Así, ha invitado a los hombres a despojarse de la «arrogancia del ladrón de la izquierda, de los miopes y los corruptos» que vieron en Jesús «una oportunidad a la que explotar, un condenado al que criticar, un derrotado del que burlarse, otra ocasión para descargar en los demás, e incluso en Dios, sus propias faltas».
Sin embargo, el pontífice ha destacado también la esperanza de los misioneros y misioneras que continúan hoy desafiando «la conciencia dormida de la humanidad, arriesgando la vida» para servir a Dios a través «de los pobres, de los descartados, de los inmigrantes, de los invisibles, de los explotados, de los hambrientos y de los presos».
En este sentido, ha reivindicado la Iglesia «santa» y compuesta por «pecadores», que continúa «todavía hoy, no obstante todos los tentativos para desacreditarla, a ser luz que ilumina, que da coraje, que levanta y que da testimonio del amor ilimitado por la humanidad». «Un modelo de altruismo, un arca de salvación y una fuente de certeza y verdad», ha agregado.
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