Recetar teatro para secar las lágrimas
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A sus 74 años, a Maria Rosa Nebot participar cada semana en una sesión de teatro junto con alumnos de una escuela le ha permitido dejar atrás una etapa de tristeza y lágrimas, tras el fallecimiento de su marido, para recuperar la sonrisa y la actividad.
Los beneficios del arte en la salud mental y física, que protagonizan este jueves un simposio internacional sobre esta materia en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), son palpables en esta mujer que irradia vida en la sala de teatro de la Escuela Cavall Bernat, en el Distrito de Sants-Montjuïc de Barcelona.
Ella forma parte de un grupo de una decena de ancianos que, por indicación médica, acuden cada miércoles por la mañana a una sesión de teatro junto con un grupo de esta escuela.
«Mi doctora me dijo que por qué no me apuntaba a teatro, que estaban montando unas sesiones, y yo estaba entonces muy triste y llorosa y me apunté, y ahora estoy muy contenta; y la doctora, contenta de verme tan contenta, porque la verdad es que antes todo eran lágrimas y ahora aquí me lo paso muy bien», expresa María Rosa.
Su historia reciente es una crónica de enfermedad y viudedad: sufrió dos ictus, luego la enfermedad que acabó con la vida de su marido y posteriormente un inevitable luto, que tampoco quiso cargar sobre otros familiares que tiene cerca -«cada uno ya tiene su trabajo», afirma-, así que el teatro le dio una salida.
El teatro y también los niños: «Son muy bonitos y cariñosos, los puedes abrazar, se hacen querer, hay alguno que alguna señora se lo llevaría a casa», bromea la mujer, aún con energía para la ironía después de una sesión que ha durado alrededor de una hora.
En una primera parte, el grupo ha practicado ejercicios de calentamiento con música -como mover el ombligo al son de «No controles» de Olé Olé- y en la segunda han subido al escenario, por pequeños grupos mixtos de escolares y ancianos, para representar de forma libre diversas escenas, como un día en la playa o una aventura en la selva.
La sesión está orquestada por un equipo de Plàudite Teatre, una escuela de artes escénicas que desarrolla 6 proyectos de este tipo (3 en Barcelona y 3 en L’Hospitalet) entre personas mayores y alumnos de cuarto o quinto de primaria.
Para la directora de Plàudite Teatre, Eugenia Delgado, el teatro es «la herramienta» que facilita que los mayores tengan «movimiento físico, memoria creativa y relaciones sociales», tanto entre sus contemporáneos como con los que pudieran ser sus nietos.
Personas mayores y solas
Es desde el CAP donde se anima a apuntarse a esta actividad a un perfil concreto, que es habitualmente el de una personas de más de 65 años, que vive sola y que tiene rasgos de depresión, tristeza o poca relación social con el entorno, resalta la enfermera del CAP de Manso de Barcelona Gemma Fanlo.
Este y otros proyectos de artes en salud que se «recetan» desde algunos centros de primaria del Instituto Catalán de la Salud (ICS) siguen una metodología científica, por lo que se miden los resultados entre los participantes antes y después del inicio de las actividades y, según Fanlo, habitualmente se observan «cambios significativos» en el ánimo ya en las primeras sesiones.
Además, la inclusión de las artes en salud es una vía más para evitar la medicalización ante problemas de salud mental leves.
«Hay trastornos en los que el medicamento no se puede evitar, pero hay rasgos de ansiedad o de depresión o de tristeza que, con intervenciones diferentes, pueden ser susceptibles de no conllevar tratamiento farmacológico», remarca la enfermera.
Para Jaume Hubermann, de 82 años, la actividad no puede ser más adecuada porque, al fin y al cabo, «la vida es un teatro».
Antes de jubilarse, trabajó en una residencia de ancianos, así que él sabe mejor que nadie, dice, que es «más agradable» hacer teatro con niños que con personas mayores, porque dan «mucha más energía».
Para los alumnos de la escuela Cavall Bernat, muchos de los cuales tienen a su abuelos lejos porque viven en otros países, el cariño de este grupo de ancianos es un regalo.
«Nos sentimos como si fuéramos familia, porque hablamos juntos, nos explican cosas de sus nietos y de cómo era antes el barrio, y nosotros les explicamos lo que hacemos en el colegio», resume la joven Aina.
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