¿Puede llegar a «pensar» el intestino como un segundo cerebro?

La microbiota intestinal nos protege frente al impacto de factores ambientales adversos (dietas deficientes, antibióticos, agentes infecciosos, etc.)

La microbiota podría ejercer una función vital a la hora de encontrar tratamientos para las enfermedades neurodegenerativas

Neurología y consciencia
Comprensión de la consciencia
Diego Buenosvinos
  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

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Cada día se evidencian nuevos datos que demuestran que el intestino es un órgano con autonomía propia y que lleva a cabo tareas fundamentales para mantener no sólo el sistema digestivo sino también que forma parte de un segundo cerebro que administra neuronas, con mayor número que la espina dorsal, y que actúa independientemente del sistema nervioso central. Pero la función de este otro cerebro es mantener en perfecto estado el sistema inmunológico.

Así, los científicos evidencian con mayores pruebas que la función del sistema digestivo es más complejo de lo que parecía y que no sólo realiza la función digestiva.

Hace varios meses, se presentó un estudio sobre la microbiota intestinal, a la que podemos definir como el conjunto de microorganismos que viven en nuestro intestino y que han abierto un horizonte de conocimiento en torno a las causas naturales de la conexión conocida popularmente como eje intestino-cerebro, que ha demostrado tener una relación directa en el desarrollo de enfermedades como la depresión o la ansiedad, entre otras. Es decir, que el cerebro y el intestino se encuentran interconectados con una intensidad que nos permite afrontar los problemas asociados tradicionalmente a la ciencia psiquiátrica o psicológica desde una perspectiva completamente innovadora y complementaria.

Trabajos como el de Yolanda Sanz, investigadora que lidera el grupo de Ecología Microbiana, Nutrición y Salud en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC), se centran en la investigación del microbioma humano, es decir, de los microorganismos y genes que cohabitan en nuestro cuerpo. Concretamente, el grupo ha contribuido a esclarecer el papel que desempeña la microbiota intestinal en la transición de la salud a la enfermedad, mediante su interacción con la dieta y los sistemas inmunitario y neuroendocrino del organismo humano. Entre las patologías investigadas se incluye un amplio espectro que va desde la obesidad hasta las afecciones neurológicas.

«La microbiota intestinal nos protege frente al impacto de factores ambientales adversos (dietas deficientes, antibióticos, agentes infecciosos, etc.) e interactúa con diversos órganos y sistemas, regulando múltiples funciones fisiológicas (metabólicas, inmunitarias, neurales, etc.) que son claves para nuestra salud», explica Sanz.

«Como consecuencia, numerosos estudios demuestran que las perturbaciones de la microbiota intestinal pueden romper esta relación de simbiosis y contribuir al desarrollo de diversas enfermedades, desde patologías intestinales a otras muchas de tipo metabólico, mental, autoinmune, etc», enumera.

«La microbiota intestinal regula diversas funciones fisiológicas y, si resulta alterada, puede contribuir al desarrollo de enfermedades metabólicas, mentales y autoinmunes», Yolanda Sanz (IATA).

Empujada por la importancia científica, social y médica que han adquirido enfermedades como la diabetes o la obesidad, y la repercusión social que ha cobrado la salud mental, la comunidad científica ha planteado que la microbiota intestinal podría ejercer una función vital a la hora de encontrar tratamientos para las enfermedades neurodegenerativas, metabólicas y psiquiátricas, incluyendo las alteraciones del estado de ánimo asociadas al estrés, como la depresión y la ansiedad.

Depresión y Ansiedad

Por ello, el equipo de Yolanda Sanz trabaja en la selección de bacterias intestinales clave que podrían aportar beneficios para la salud y que podrían servir para diseñar estrategias dietéticas que, mediante la modulación del microbioma, reduzcan el riesgo de enfermedad. En 2020, el grupo de Sanz patentó la bacteria Christensenella minuta, presente en el intestino de individuos sanos, que se podría utilizar para prevenir o tratar los trastornos del estado de ánimo, como la depresión y la ansiedad. La patente fue licenciada a LNC Therapeutics, una empresa biotecnológica francesa especializada en la investigación y desarrollo de medicamentos en el área del microbioma intestinal.

Órgano inmunitario

El intestino se considera el órgano inmunitario más importante del adulto, pues en él se encuentra la mayor parte de las células inmunocompetentes del organismo, y además se ha comprobado que también es el segundo en número de neuronas. Este descubrimiento dio lugar a la denominación de eje intestino-cerebro.

La microbiota como un hígado auxiliar

Investigadores de la Weill Cornell Medicina en Estados Unidos han realizado un estudio preclínico que muestra que los microbios en el intestino de los mamíferos pueden cambiar significativamente el metabolismo de los aminoácidos y la glucosa de sus huéspedes, actuando casi como un hígado adicional.

Este estudio, publicado en Cell Host & Microbe, se suman a la creciente lista de formas en que el microbioma influye en la fisiología y podría conducir a nuevas estrategias para tratar afecciones como la enfermedad inflamatoria intestinal y la diabetes.

En los últimos años, los científicos han descubierto que los miles de millones de microbios que viven en el cuerpo humano influyen profundamente en nuestra fisiología. El autor principal, el doctor Chun-Jun Guo, profesor asistente de microbiología e inmunología en medicina y miembro del Instituto Jill Roberts para la Investigación de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal de Weill Cornell Medicine, quería analizar en mayor profundidad cómo funcionan los microbios esenciales en el intestino afectan nuestro acceso a los nutrientes extraídos de los alimentos que hemos ingerido.

«Ellos comen antes que nosotros, tomando los primeros nutrientes de los alimentos que consumimos y dejándonos con lo que queda después de satisfacer sus propias necesidades nutricionales», afirma Guo, quien también es miembro del Centro Friedman para Nutrición e inflamación en Weill Cornell Medicine.

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