patógenos en piscinas

¿Junto a qué bacterias nadamos?: las piscinas, foco oculto de infecciones intestinales

Ciertamente, en España, los controles sanitarios son severos, pero siempre hay que extremar las precauciones

Piscinas
Una piscina abierta en verano.
Diego Buenosvinos

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Con la llegada del verano, las piscinas se convierten en refugios ideales frente al calor. Pero, bajo la superficie del agua cristalina, se oculta una realidad menos refrescante: una peligrosa mezcla de bacterias, virus y parásitos puede estar esperando el más mínimo descuido para causar estragos en nuestra salud. Durante los últimos 25 años, estos espacios recreativos han sido el escenario más común de brotes de enfermedades intestinales transmitidas por el agua en algunos países. En el centro de estas infecciones destaca un protagonista invisible pero implacable: el cryptosporidium.

Este parásito, altamente resistente al cloro, puede sobrevivir durante días incluso en piscinas tratadas, causando cuadros de diarrea intensa, dolor abdominal y vómitos que pueden extenderse por semanas. En los últimos años, los brotes vinculados a cryptosporidium se han multiplicado, por ejemplo en Reino Unido, afectando tanto a menores como adultos sanos. En algunos casos, hasta el 40 % de los infectados sufre recaídas incluso después de superar aparentemente la enfermedad. Esta situación ha encendido las alarmas sanitarias y ha llevado a cuestionar seriamente la efectividad de los actuales protocolos de desinfección y control de calidad del agua.

Más allá del criptosporidio, los expertos alertan sobre la presencia habitual de otras amenazas microbiológicas en las piscinas: Giardia, Escherichia coli, estafilococos, hongos, Legionella e incluso productos derivados del cloro mal gestionado, como las cloraminas, capaces de irritar ojos, piel y vías respiratorias. Con millones de personas acudiendo cada año a estos espacios, el problema no es anecdótico, sino estructural. Así, profundizamos en la evidencia científica, de posibles brotes y las medidas clave para evitar que un día de ocio se convierta en un serio problema de salud. Ciertamente, en España los controles sanitarios son severos, pero siempre hay que extremar las precauciones, dado que en comunidades de vecinos esos controles deben ser ejemplares.

1. El protagonista invisible: criptosporidio

Durante los últimos 25 años, las piscinas han sido el escenario más habitual de brotes de enfermedades intestinales acuáticas en Inglaterra y Gales, siendo el criptosporidio el principal culpable

En un solo brote en Staffordshire (2007), 56 % de los casos habían acudido a piscinas, con 39 % confirmados por laboratorio y filtran sistemas deficientes como factor clave.

2. Síntomas y durabilidad del cuadro clínico

La infección (criptosporidiosis) provoca diarrea acuosa intensa, vómitos, dolor abdominal y fiebre

Puede durar entre 1 y 2 semanas en adultos sanos, aunque en algunos casos se extiende hasta 4 semanas y se registran recaídas en torno al 40 % .

Estudios han constatado recaídas tras resolución inicial en adultos e impacto prolongado en niños.

3. Otros patógenos en piscinas

Además del criptosporidio, también encontramos:

Giardia, otro protozoo intestinal (aunque menos prevalente)

Staphylococcus, provocando infecciones cutáneas.

Hongos, en superficies húmedas, duchas y vestuarios.

Legionella, en sistemas de vapor y nebulización, capaz de producir neumonía severa.

Cloraminas, derivados tóxicos del cloro y materia orgánica que irritan ojos y vías respiratorias.

5. Factores que favorecen los brotes

Falta de higiene individual: nadadores con diarrea resientes o limpiezas insuficientes aceleran la contaminación.

Clima extremo: episodios meteorológicos cada vez más frecuentes (lluvias intensas, olas de calor) incrementan la carga microbiana en el agua.

Viajes y tercios extranjeros: hubo picos por incidencia en piscinas turísticas con turistas británicos en 2023.

Mantenimiento deficiente: filtros obsoletos y escasa monitorización son habituales responsables.

5. Prevención y buenas prácticas

Para reducir riesgos:

  • No nadar si se ha tenido diarrea: lo ideal es esperar al menos dos semanas desde la desaparición de los síntomas
  • Ducharse antes de entrar para eliminar residuos orgánicos.
  • No tragar agua de la piscina.
  • Evitar el uso de piscinas públicas en los 14 días siguientes tras recuperación
  • Mejorar tratamiento del agua: incorporar sistemas de desinfección con UV, ozono o hipocloración tras detección de inadecuados niveles de cloro.
  • Formación y control de operadores: inspecciones regulares y estándares rigurosos previenen fallos operativos.

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