Victorias transversales del sanchismo

Victorias transversales del sanchismo

Los vascos, quizá como todos, tienen muchos defectos, pero no está entre ellos el de no decir la verdad cuando les preguntan. Y sin mostrar rubor ni sentir vergüenza, habían declarado que iban a votar a la coalición pro-etarra, sin ni siquiera entender que estos tuvieran que arrepentirse de algo o pedir perdón a alguien.

En consecuencia, las elecciones han ofrecido los resultados que habían vaticinado todas las encuestas de los institutos demoscópicos. Bueno, todas excepto las del CIS, pero es que en realidad ese organismo público, y su propio director no tiene reparos en confesarlo, no hace encuestas, sino algo que está entre la propaganda electoral y la motivación de su grupo ideológico.

Entonces, si lo que ha salido de las urnas es lo que se esperaba, y que es muy parecido a lo que había, no vale ahora sacar conclusiones diferentes o imaginar situaciones novedosas. La realidad, moleste a quien moleste, es que, si en España el año pasado se reconfirmó el sanchismo, este año se reafirma al País Vasco como uno de sus principales centros de operaciones.

Hay muchas personas, incluso entre la clase política de la oposición, que no terminan de entender que el sanchismo es mucho más que el PSOE; más aún, que el partido socialista no es dentro de la obra sanchista el principal actor, ni tampoco el mayor beneficiario. Si lo son, junto con los independentistas catalanes y con el propio Pedro Sánchez (visto a título individual), el PNV y Bildu.

Por eso, la aplastante victoria de estos dos partidos en las elecciones vascas es la victoria del sanchismo. El hecho de que el régimen sea un grupúsculo con comportamientos mafiosos no impide que se comporte de forma gregaria, y lo que es bueno para uno termina siéndolo para el todo en su conjunto. El cine y la novela negra nos han mostrado que en las cuadrillas de malhechores no hay drama, sino una aceptación resignada del sacrificio personal que pueda beneficiar al grupo.

Si los apoyos del régimen demuestran conocer bien esta realidad, no parece que lo conozcan tan bien los de la oposición. Es posible, por tanto, que la esperada y modesta mejora del PP se haya visto truncada porque algunos siguen sin comprender que se forma parte de proyectos de bloque; quizá ha existido un traspaso de algún voto de los populares al PNV por la patraña del miedo a la victoria de Bildu que tan eficazmente han escenificado al final de la campaña. Ese desavisado voto útil no se daba cuenta de que, reaccionando a su temor al triunfo abertzale, estaba, en realidad, apoyando al sanchismo en el que los proetarras ya son socio prioritario y privilegiado.

Fin, por tanto, del proceso electoral vasco. Como, además, no se ha producido sorpaso entre los independentistas, ha terminado por ser menos lampedusiano que lo que algunos esperaban, aunque era obvio que todo iba a seguir igual.

Para las elecciones catalanas, cuya campaña empieza ya, el resultado electoral es más incierto y, en este caso, sí que pudiera tener alguna consecuencia práctica. En cualquier caso, los cambios solamente serían, por decirlo de alguna forma, de orden local y se circunscribirían a Cataluña.

Veamos, mientras que en el País Vasco estaba claro, fuese el que fuese el resultado, que el PNV conservaría la Lehendakaritza, la Presidencia de la Generalitat tendrá que ser para el partido (¡ojo, nacionalista!) que tenga más apoyos. Al contrario que Bildu, ni ERC ni, especialmente, Puigdemont se conformarán con otra cosa.

En cualquier caso, y por muy deseable que sea, no se contempla la posibilidad de que una disputa interna ponga en riesgo el régimen. Pedro Sánchez lleva varias elecciones, las generales y las vascas, en las que perdiéndolas el PSOE él gana y no se puede esperar que ganando el PSC las catalanas él pierda. En definitiva, tanto a nivel autonómico como a nivel nacional, de estas elecciones territoriales el sanchismo solamente puede salir más fuerte.

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