Elecciones en Venezuela

Por una Venezuela libre

La intención de Nicolás Maduro es que la comunidad internacional carezca de ojos y oídos en Venezuela

Por una Venezuela libre

El portazo de la dictadura de Maduro a los 10 representantes del Partido Popular que cruzamos el Atlántico para pisar el suelo de Caracas fue la prueba definitiva de unas elecciones contaminadas en origen. Impedir a una delegación de representantes públicos de un estado democrático consolidado como el español acompañar a fuerzas políticas hermanas en un proceso electoral está lejos de ser una simple afrenta al visitante amigo. Es un golpe a la democracia, entendida en el sentido más amplio del término. Y el eco de su sonido hoy retumba entre las paredes de la comunidad internacional.

Despegamos de Madrid con la certeza de que la Venezuela de hoy está lejos de poder ser considerada una democracia plena. Pero nos bastaron unos minutos en el aeropuerto Simón Bolívar para obtener las pruebas necesarias para concluir que el legado de Chávez y la obra de Maduro han hecho de Venezuela una auténtica dictadura. Porque sólo una dictadura impide el paso a una delegación de representantes políticos extranjeros invitados expresamente como acompañantes electorales por las fuerzas políticas democráticas que concurren a las elecciones, sin justificación ni motivo alguno y sin mediar resolución.

La intención de Nicolás Maduro de que la comunidad internacional carezca de ojos y oídos en Venezuela es la evidencia de su intención de manipular unas elecciones cuya celebración nunca ha deseado ni facilitado. Y su propósito de manipularlas sólo constata su convencimiento (o resignación) de que, en condiciones normales, nunca las ganaría.

Venezuela está lejos de ser una democracia real y efectiva. Y, el hecho de que hoy, 28 de julio, los ciudadanos acudan a votar no altera la naturaleza de un estado destrozado por el chavismo. En Venezuela habrá elecciones, sí; pero no serán democráticas salvo que el estado ofrezca las garantías necesarias para su correcto desarrollo, el oficialismo acepte el resultado y el perdedor asuma y reconozca la legitimidad del gobierno del ganador. Todo lo que difiera de ello será una mera entelequia.

La delegación del Partido Popular que aterrizó en Caracas, conformada por diputados, senadores y miembros del Parlamento Europeo, no lo hizo para observar el proceso electoral en sentido estricto, sino para acompañar a las fuerzas políticas que pugnan por la democracia. Desgraciadamente, la condición de observador internacional sólo la concede la autoridad electoral venezolana, dependiente de Nicolás Maduro, lo que explica que no se reconociera a la Unión Europea -y sí a otras organizaciones internacionales-, a pesar de haberlo acordado así en el Acuerdo de Barbados, suscrito con la oposición democrática e incumplido en reiteradas ocasiones por el chavismo.

En todo caso, aunque el reconocimiento de la condición formal de observador sea competencia exclusiva de la autoridad electoral venezolana, es indiscutible para todo demócrata que la condición de acompañante sólo puede ser reconocida por un único sujeto político: el pueblo de Venezuela. Y, en nuestro caso, el medio utilizado fue aquella carta remitida por Edmundo González y María Corina Machado, custodios y representantes de la Venezuela libre, que recibimos con ilusión y atendimos con gusto.

El criterio utilizado por el chavismo para acceder a la condición de observador es francamente ilustrativo del tipo de proceso electoral al que aspiran. Un proceso fraudulento, que permita que las urnas digan algo distinto a lo que el pueblo verdaderamente desea. Que el régimen de Nicolás Maduro considere de mayor aportación la presencia como observador de José Luís Rodríguez Zapatero que la de la Unión Europea es concluyente. Sólo alguien con una relación oscura y sospechosa con el régimen, capaz de hacerle obviar durante años las violaciones de derechos humanos del chavismo, puede estar dispuesto a dar cobertura legal y apariencia de normalidad a unas elecciones que pretenden ser amañadas. Los venezolanos volverán a ser ignorados por Zapatero, como nos ocurrió a nosotros el pasado viernes en el aeropuerto de Caracas, a pesar de reclamar en repetidas ocasiones su presencia, como expresidente del Gobierno de España y como observador del proceso electoral venezolano.

Una ausencia que se suma a la del Embajador de España en Caracas y, por supuesto, a la del gobierno de Pedro Sánchez, que compartiendo el relato chavista ha vuelto a demostrar su tendencia a la valentía con los dictadores muertos y a la sumisión con los vivos. Es inadmisible que la izquierda española prefiera una dictadura de izquierdas a un gobierno democrático de centroderecha.

Si nuestro desplazamiento hasta la ciudad de Caracas y nuestro intento de acceso a territorio venezolano han servido para contribuir a lograr el cambio, sin ninguna duda, habrán merecido la pena. El compromiso del Partido Popular con el pueblo de Venezuela y su libertad es absoluto, y no dejaremos de hacer todo lo que esté en nuestra mano para contribuir en lo que sea necesario.

Hoy, Venezuela tiene una oportunidad histórica y real. El cambio está más cerca que nunca. Animamos a todos los venezolanos a salir a votar masivamente, haciendo de la movilización extrema el mejor antídoto contra el fraude. Aunque no podamos estar pisando suelo venezolano, Venezuela y su pueblo sí están en nuestros pensamientos y corazones. ¡Viva Venezuela libre!

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