Valencia es Bulgaria y el PSOE otra vez marxista

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Con la inútil satisfacción de haberlo predicho, comprobamos que el Congreso de Valencia ha servido para la entronización formal e incontestada del sanchismo, aunque de facto su titular ya ejercía el poder omnímodo que acostumbran a poseer los secretarios generales del PSOE, donde la adhesión es parecida a la del politburó soviético.

Porque, aunque es normal que estos actos, que deberían ser foros de debate, se orienten a la confraternización y la exhibición de unidad, nunca los líderes regionales se habían visto obligados a pasar por unos trágalas de la dimensión de las concesiones políticas y financieras que el Gobierno otorga a populistas, secesionistas y proetarras. Pero al final esta película ya la habíamos visto: al amado líder se le perdona todo y se le perdona siempre.

Así que nada que destacar por ese lado, salvo que se ha exigido a los participantes realizar ostentación extra de camaradería y buenrollismo; daba igual la materia o el ponente, una puesta en escena con tanto confite recomendaba la ingesta de algún antiemético y el seguimiento del evento desde un lugar cercano a un posible punto de evacuación.

Ah, y también hay que hacer exégesis de la participación de Felipe González. Porque de nada sirve que, por vergüenza torera, y después de todo lo que le tenemos oído, se empeñara en hablar de su libro, es decir de la socialdemocracia, del régimen del 78 e incluso de la libertad individual, si después se abraza a quien con su desgobierno ataca ese libro desde la A hasta la Z.  Una bonita frase del jesuita García-Monge decía “lo importante no es lo que tú me dijiste en Venecia, sino que tú y yo estuvimos paseando por Venecia”. Por eso, independientemente de lo que dijera González, crónicas y análisis certifican la paz y la reconciliación de Sánchez con el pasado del partido. ¡Difícil de creer que no fuera esa la intención del viejo zorro plateado!

Pues con esa tramoya, el contenido, es decir las ideas y los programas, dan igual. Y dan igual porque el PSOE no solo ha entronizado al líder sino también su esquizofrenia política, y es capaz de seguir autodenominándose socialdemócrata y continuador fiel del marco integrador del 78 a la vez que impulsa las políticas comunistoides de Podemos y los cambios normativos que permitan el cambio estructural que propugnan los separatistas.

Es por eso que ya se puede decir, con un acercamiento académico, que el PSOE vuelve al marxismo (en el que históricamente militó) al aceptar la mentira como herramienta de su dialéctica. No hay otra cosa en la mochila de Sánchez, que ahora también carga el partido: cambiar de opinión interesadamente, justificar comportamientos inaceptables e incluso delictivos y, sobre todo, mentir; mentir con desenvoltura y con método, demostrando una convicción que seduce a los desavisados e ilusiona a los desesperados.

Excepto porque somos gordos y peinamos canas (los que las tienen), podríamos decir que estamos en los años setenta u ochenta; se acepta de forma acrítica la metodología marxista y se blanquean sus postulados, a los que han incorporado los mantras del ecologismo y el feminismo 5G. Eso sí, necesitan enterrar, por considerarla liberal, la objetividad informativa, entendida como el reflejo aséptico y exacto de la realidad; y revalorizan las teorías hermenéuticas de la comunicación que consideran a los medios de información (que para eso son afines) como intérpretes de dicha realidad.

Todo se dejó, por tanto, preparado para seguir fingiendo y engañando, cuando es evidente que solo las exigencias de sus socios y el cortoplacismo electoral inspira la acción de gobierno y, en concreto, las extraordinarias medidas presupuestarias, que son relatadas como soluciones balsámicas para la desafección periférica o como respuesta a las demandas sociales.

¿Cuánto aguantarán? ¡Quién lo sabe! Churchill explicó que el socialismo en su iluminación creía que, con su eterna mentira, condicionaría a los votantes y dominaría el futuro, cuando únicamente la verdad y la libertad permiten el desarrollo de las sociedades democráticas.

Bueno pues eso, los protagonistas no defraudaron y los mensajes y conclusiones tampoco. ¡Para eso los traía Bolaños coordinados desde casa!

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